En la época que estamos viviendo es muy común escuchar a las mujeres mayores de 30 años el comentario de que si no se casan buscarán la manera de engendrar aunque sea un hijo para no vivir una vida vacía y sin afectos. El convertirse en madre soltera implica una doble responsabilidad porque se tiene que ejercer el rol de padre y madre al mismo tiempo y ésa no es una situación sencilla. Sin embargo, el problema no reside únicamente en eso, es más complejo de lo que se piensa. Generalmente se cree que por el hecho de trabajar y ser autosuficiente ya no se requiere de una compañía, como si la pareja masculina únicamente desempeñara el papel de ?proveedor?, lo cual es un error.
El rol que juega el hombre en nuestra sociedad, me refiero a México, sigue siendo muy importante y está comprobado por estudios sociológicos realizados que la mayor parte de los adolescentes problemáticos enredados en drogadicción, alcoholismo o prostitución, proceden de familias en donde el padre está totalmente ausente o ?periférico?, es decir, existe pero no está presente de una manera efectiva, o en donde el papel del padre es minimizado por la madre, lo cual señala la necesidad de una figura fuerte dentro del núcleo familiar, como el capitán que gobierna un barco para que éste funcione, -claro que a veces pasa que no actúa como debe y el barco naufraga, como sucedió con el Titanic-.
Por eso es que constituye un riesgo el ser madre autónoma, -lo cual es un nombre más adecuado que ?madre soltera?-. Además de que generalmente se busca tener un hijo para resolver una vida que sienten frustrada y eso también conlleva una carga emocional importante que puede llegar a repercutir en el desarrollo y la formación del mismo.
Sin embargo, si la mujer con ese anhelo de ser madre es alguien responsable, con un perfil psicológico adecuado, con ausencia de neurosis y personalidad sana, pudiera resultar una madre autónoma exitosa.
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