Las obras de misericordia que nos aprendemos desde pequeños, si mal no recuerdo son:
-Dar de comer al hambriento.
-Dar de beber al sediento.
-Vestir al desnudo.
-Dar posada al peregrino.
-Enseñar al que no sabe.
-Visitar a los enfermos.
-Enterrar a los muertos.
Si se me escapa alguno, o añado uno de más, es por el alemán que está en acecho pero creo que ésas son.
La más socorrida es la visita a los enfermos, pero la mayoría de las veces no por obra de misericordia, sino por visita social, porque se tiene el compromiso o por ?no dejar?. Pero es precisamente debido a que no se hace con intención misericordiosa que el enfermo tiene que padecer la presencia de personas inoportunas que en lugar de ayudar, estorban.
Un enfermo, sobre todo si ha sido intervenido quirúrgicamente, ha sufrido un trauma importante: Conocer de su enfermedad (que si requiere operación generalmente es de seriedad), enfrentarse a la idea de padecerla, tomar la decisión de operarse, abandonar su casa en esos días críticos, pagar generalmente mucho dinero, y, sobre todo, esperar el resultado, que en ocasiones puede ser de pronóstico reservado. Por todo esto, no puede estar en las mejores condiciones de recibir visitas, las cuales en la mayoría de los casos ni siquiera se ponen a atenderla, sino que se la pasan platicando con los demás, causando una gran molestia al paciente.
Ahora bien, si el paciente no tiene quién lo cuide, entonces sí ofrecerse a cuidarlo, pero lo que se dice CUIDARLO, con todo lo que eso implica: darle el alimento, cambiarle el cómodo, si es necesario bañarlo, permanecer con él por las noches, etc.
Pero, si no requiere de la ayuda externa, la mejor visita es aquélla que se presenta con un pequeño obsequio: un libro, unas flores, unos dulces o galletas, etc., sólo para expresar afecto; permanecer 15 minutos a lo sumo y discretamente retirarse. Créanlo, el paciente se los agradecerá (lo mismo que el médico tratante).
cotygube63@hotmail.com
