Sembrar en etapa de cosechar.
Los padres, generalmente, apoyan incondicionalmente a los hijos, no importando cómo se encuentren, situación que en ocasiones no es valorada por éstos en toda la extensión de la palabra.
Con los tiempos que estamos viviendo, es común que las adolescentes se conviertan en madres solteras, o que las jóvenes casadas entren al mundo de las divorciadas, y en ambas situaciones regresen a la casa paterna. Esto da origen a que estas chicas, si no están preparadas académicamente los padres busquen la posibilidad de apoyarlas en sus estudios, y si lo están, apoyarlas para que asistan a trabajar.
Esto requiere un gran esfuerzo por parte de los padres, ya sea monetario o físico, porque los hijos quedan al cuidado de la abuela y es fatigoso para una persona mayor de 45 años el atender a los infantes, o a los adolescentes, si es que la abuela es mayor y tiene nietos más grandes; y el abuelo ya formó a su propia familia y merece descansar de tener gastos extraordinarios, que en muchos casos son difíciles de solventar. La naturaleza es muy sabia y por eso la mujer deja de tener hijos a partir de los 45 años, porque es muy cansado cuidarlos, atenderlos y “pastorearlos”, además de que los abuelos, bien o mal, ya vivieron su vida y a esas alturas deberían estar cosechando y no sembrando.
Sin embargo, como las hijas tienen un problema emocional: el abandono, el fracaso, la frustración, etc., no alcanzan a comprender el sacrificio que realizan sus padres, y en lugar de agradecerlo, generalmente ocurren conflictos de interrelación, lo cual es muy lamentable porque una obra bondadosa no es valorada cabalmente y se genera una separación muy importante a nivel de la dinámica familiar en el campo afectivo.
Yo recomiendo que cuando estas situaciones ocurran, se solicite apoyo profesional para recibir consejo psicológico en ambas partes, porque si no “hay de otra” y las hijas tienen que depender de las figuras paternas se debe buscar una solución viable antes de dañarse mutuamente en lo emocional.
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