El impulso que provoca el deseo de destruir en los seres humanos es y ha sido desde siempre un fenómeno natural de gran importancia, la historia de la humanidad está desde el inicio impregnado de este impulso que ha forjado y destruido pueblos e individuos, la agresividad natural con frecuencia está acompañada del impulso a hacer daño como producto del instinto de defender el territorio o ampliarlo por medio la conquista, esto provoca una respuesta también agresivamente destructiva del contrincante, los instintos son más activos cuando existe un primitivismo cultural o el medio estimula dichos instintos, los grupos humanos antiguos como lo fueron los mongoles, vikingos, persas, arios, aztecas, japoneses, anglosajones, españoles, etc., han mostrado una destructividad inimaginable durante sus conquistas.
En forma individual estos impulsos son una realidad y un peligro permanente para todos, el deseo de hacer daño puede durar lo que la ira dure pero es normal que ésta sea limitada en intensidad y tiempo, en los neuróticos el odio es difícil de quitar y provoca actitudes destructivas en la familia, trabajo y sociedad, la destructividad puede ser abierta explosiva y física pero también sutil, enmascarada, psicológica y con otras apariencias, el impulso anormalmente alto puede ser causado por un estado de ansiedad o depresión, por una personalidad primitivamente agresiva o exageradamente insegura, por una percepción distorsionada de la realidad pero también como respuesta a la agresividad destructiva de otros.
Existen estudios respecto a los factores que pueden bajar o aumentar este impulso, se sabe que el bienestar y la seguridad adquiridas en la infancia hacen que se tenga cierto natural rechazo al impulso destructivo, la estimulación de la inteligencia por medio de una educación adecuada y la percepción de vivir en un medio seguro y digno también disminuyen la destructividad, las situaciones opuestas la aumentan.
Estudios en el laboratorio psicológico han podido conocer el grado de destructividad en distintas personas y correlacionar elementos de la naturaleza emocional, neurótica e instintiva que pueden estar atrás del impulso, uno de los estudios consistió en usar un sistema que supuestamente daba descargas eléctricas a personas que habían errado en la respuesta de ciertas preguntas, en realidad no existían descargas pero aparentaban sufrirla de acuerdo a la manipulación que hacían los examinados del experimento atrás de un vidrio opaco, las supuestas descargas estaban del uno al diez de intensidad, en general se observó que las personas tímidas por ser más obedientes a las indicaciones daban más descarga que las que mostraban mayor seguridad y autonomía, cuando una persona que simulaba ser ministro de culto hacía acto de presencia las descargas fueron de menor intensidad pero cuando alguien vestido de militar los acompañaba fueron más fuertes y frecuentes, los estudios son demasiado amplios pero en general se puede concluir que las personas seguras, educadas, inteligentes e independientes tienden menos a la destructividad.
Existe como reflejo natural tanto en el hombre como en otros animales desarrollados un límite instintivo a la agresividad destructiva, sin embargo en la especie humana y como resultado de lo complicado de nuestra personalidad aparecen manifestaciones destructivas que sobrepasan con mucho lo observado en otras especies, la falta de educación intelectual permite que el instinto tenga menor control, la capacidad de ser sugestionados distorsiona la percepción de la realidad exagerando o imaginando peligros, también llegamos a creer que los demás son esencialmente diferentes a nosotros y con esto el limite instintivo de nuestra destructividad deja de funcionar, sucede en las guerras raciales, religiosas o de conquista, los contrincantes se consideran uno a otro infrahumanos o moralmente inferiores lo que facilita matar sin gran sentimiento de culpa, las convicciones de superioridad e inferioridad entre las naciones y razas han dado lugar al mapa político actual a la explotación y a la destrucción masiva de personas.
La destructividad mundial continúa siendo por desgracia una realidad a pesar de la terrible experiencia de la segunda guerra mundial, los Balcanes, el medio oriente, África y América Latina son ejemplo de ello, los actos contra los civiles son más frecuentes debido a las enormes diferencias en los poderíos militares de los contrincantes, las armas existentes son baratas, letales y de difíciles de evitar como los explosivos, armas biológicas, nucleares y químicas, la guerra está dejando los campos de batalla para instalarse en las ciudades y a pesar de la tecnología de los países ricos es muy difícil de detener como también lo es el odio intenso y generalizado, la invasión, explotación y sumisión son ahora más difíciles de realizar y sostener.
La destructividad puede aumentar de continuar un sistema económico y social irracional que se mueve fundamentalmente por la conveniencia del capital y no por el respeto a la vida y dignidad humanas, actualmente la paz y razonable armonía ya no se puede considerar un pensamiento moral o un idealismo sino una necesidad ineludible de nuestra época, el impulso destructivo en el pasado fue más generalizado e intenso pero ahora el poder destructivo es inimaginable y puede ser un factor determinante para nuestra sobrevivencia, el controlar y disminuir este impulso que en el pasado ha escrito la historia es ahora un factor determinante para continuarla con la calidad que nuestra especie puede lograr.
Condolencias al pueblo español, viva la Madre Patria.