Linchamientos
La destructividad humana puede observarse con terrible crudeza cuando una multitud enajenada llega a quitarle la vida a otras personas, se conjugan varios factores que existen como potencia en todos como son el primitivismo, ira, miedo, sugestión, la sensación de solidaridad de grupo y la impresión de que no se recibirá castigo, estos factores funcionan todos los días en la gran mayoría aunque no con el dramatismo y consecuencias que implican un linchamiento.
Una educación pobre o distorsionada provoca que las respuestas instintivas se lleven a la acción con mucho más facilidad que cuando existe desarrollo de la inteligencia, cultura y un entrenamiento emocional (civilización), las emociones elevadas de miedo e ira son las que desencadenan acciones violentas y destructivas, la posibilidad de ser sugestionados puede enturbiar la realidad y empuja las acciones equivocadas y peligrosas, el fuerte instinto grupal tiene efecto sugestivo cuando la individualidad no se ha fortalecido lo suficiente (sano egoísmo), la solidaridad ciega tiene aspectos potencialmente destructivos que pone al descubierto la capacidad destructiva del individuo.
Los rasgos psicológicos inadecuados y peligrosos se estructuran por las experiencias familiares, sociales y culturales, la percepción desde la infancia de la conducta autoritaria de los adultos pero en forma particular de los padres y maestros favorece la inclusión en la personalidad de la ira, miedo, depresión y rebeldía contra lo que signifique autoridad, cuando el ambiente es primitivo e irracional no se favorece la búsqueda de la verdad ni se estimula la inteligencia por lo que la torpeza y el riesgo de ser sugestionados fácilmente son el resultado, además la sensación de ser agredido física y psicológicamente produce desconfianza y una actitud tendiente a la destructividad.
La familia y sociedad mexicanas tradicionales tienen muchos de estos factores negativos que distorsionan el sano desarrollo humano, el poco respeto que se les tiene a los niños, exigirles obediencia ciega, humillarlos, no escucharlos o no creerles, el excluirlos de las conversaciones y decisiones favorece que tengan ira contra los adultos y el autoritarismo que representan, preparándolos a rechazar posteriormente la autoridad, es necesario saber que las normas no se aceptan por consejos, castigos, amenazas o humillaciones sino con razones expuestas con la tranquilidad y buena intención con la cual deben ser expuestas, no se debe olvidar que los niños tienen una inteligencia más sana que la de los adultos, aunque sucede con frecuencia que a temprana edad se puede pervertir, cuando el amor, la racionalidad, tranquilidad y seguridad prevalecen en la infancia la tendencia a ser destructivo y desconfiado es mucho menor.
En la adolescencia y el resto de la vida no son como consecuencia muy diferentes a las vivencias infantiles, pues tradicionalmente el gobierno y sociedad han sido claramente autoritarios causando no solo la no cooperación sino el ataque constante contra las autoridades, los grupos más desfavorecidos tienen conductas destructivas más francas por ejemplo el llamado ?graffiti? que constituye una forma de agredir, las pandillas delictivas que se están extendiendo como sucede con los ?salvatruchas?, actos aparentemente simples como el tirar basura en la calle, el no respetar al peatón, el uso inadecuado del claxon, no respetar los turnos, la práctica del cohecho, el trato agresivo de empleados principalmente del gobierno y paraestatales etc., son pruebas de la gran ira contenida y la poca capacidad para funcionar socialmente y trabajar en equipo.
La agresividad destructiva que con frecuencia vemos llega a constituir un ?folklore? bastante desagradable como el juego de ideas que implican una lucha frecuentemente racionadas con el sexo o la bipolaridad vencedor-perdedor, las conversaciones simples con frecuencia se convierten en guerras de poder obstruyendo la comunicación y las sanas emociones entre personas.
El linchamiento que ocurrió en Tláhuac es el extremo de lo que posiblemente se encuentre como rasgo psicológico de un número no conocido de mexicanos, pero que por desgracia puede ser mayor de lo que creemos y constituya un gran lastre que no nos permite el desarrollo en muchos sentidos.
Los linchamientos en el pasado inmediato fueron comunes en el sur de Estados Unidos de América, negros, mexicanos y algunos anglosajones han sido víctimas de turbas enajenadas, en nuestro país no conocemos la frecuencia pero es de llamar la atención que también son más frecuentes en el sur, el caso Tláhuac de no haber sido filmado por las cámaras de televisión no hubiera causado el impacto y la reflexión que ha provocado, es muy impresionante la forma en que hombres, mujeres y niños veían y participaban en este acto con una crueldad llevada al extremo, debemos de reflexionar respecto a los enormes errores de educación así como el impacto enajenarte del sistema económico y social donde vivimos, ¿por qué mas en el sur?
De continuar en el entorno inadecuado nuestra predisposición hacia la agresividad y paranoia tenderá a aumentar, nuestras venideras generaciones sufrirán los enormes defectos que como individuos y sociedad tenemos, la dignificación del ser humano en todos los aspectos es una prioridad de supervivencia que políticos, intelectuales y capitalistas han de tomar en cuenta para evitar que continuemos sobre un ambiente explosivo de peligrosidad creciente.
Por ahora la posibilidad de violencia destructiva está aumentando, el sistema social y económico muestra con claridad sus efectos sobre la familia, sociedad e individuo, el pensamiento se hace superficial y utilitario, las emociones son primitivas, destructivas y manejables por medio de la sugestión masiva, el individuo se convierte en parte de la masa, funciones esencialmente humanas como el arte, la inteligencia activa, el conocimiento y la sana emotividad se limita a un relativamente pequeño grupo de personas, la gran mayoría tiene una existencia dolorosa, incompleta y distorsionada.
Los medios de comunicación están mostrando realidades que han existido desde antes, la crueldad y reales objetivos de la guerra, la pobreza extrema que mata a millones de niños, la poca capacidad de algunos líderes mundiales así como lo irracional y peligroso de los pensamientos mesiánicos, el aumento de la delincuencia organizada, la formación de jóvenes resentidos que se extienden rápidamente y muestran entre ellos una solidaridad que en la sociedad normal es poco frecuente (los salvatruchas), donde el instinto de pertenencia y defensa se convierten por circunstancias desfavorables en actitudes crueles y destructivas, actualmente los individuos y la sociedad estamos más ubicados en la realidad y sus resortes, si combinamos los conocimientos de la neurociencia, la antropología, la psicología social y la economía con el sano deseo de los que tienen el poder se podría parar y revertir el instinto destructivo del hombre.