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Punto de Vista / El buen hábito de decir... ?Te quiero?

Dr. Fernando Llama Alatorre

Hace tiempo, estando en una reunión de amigos, se me acercó mi entonces pequeña hija ?Patita? -que vive en mi corazón sin pagar renta- y sin decir ?agua va?, me dijo: Papá, nada más vine a decirte que... te quiero mucho?... y en el acto, salió corriendo nuevamente hacia donde jugaba con sus amigas. Mis amigos que alcanzaron a oírla, se asombraron de tan espontánea manifestación de afecto, sin embargo para mí, su espontaneidad no me era desconocida, ya que mi esposa Paty y yo desde siempre hemos acostumbrado a nuestros hijos a decirnos con frecuencia? ?y con palabras?... lo mucho que nos queremos.

Esta buena costumbre quizá a muchos les resulte cotidiana, pero les aseguro que habrá quienes en este momento pensarán... mmm... ¡Hace mucho tiempo que no le digo a mi hijo lo mucho que lo quiero!... bueno, pero eso no importa, si él sabe bien que yo lo quiero y si no ¿quién le estaría pagando el colegio y la comida?... mmm? bueno, espero que mi hijo lo interprete así, porque de hecho hace meses que no platicamos y más tiempo hace que no invito mi hija a cenarnos unos taquitos para platicar sobre sus problemas y, obviamente, que ya ni recuerdo cuándo fue la última vez que les dije a mis hijos... lo mucho que significan para mí?.

Pero pensarán que me estoy dando baños de pureza, cuando la verdad es que a donde yo quería llegar es a que fuera de mis hijos y de mi esposa, a mí en lo personal me cuesta muchísimo trabajo expresar manifestaciones de afecto a otras personas y conste que no digo que no me atreva a decírselos, pero es justamente allí donde ?ya la regué?, pues el mero hecho de decir... ¡¡me atreva!!, conlleva el hecho de que... ?me costará esfuerzo? y es allí donde me pregunto:

¿Cuándo fue que perdí el hábito de decirle a mis padres lo mucho que los quiero?... ¿Cuándo fue que dejé de tener el buen hábito de externarle a mis amigos lo que siento hacia ellos?, ¿cuándo fue que dejé de ser expresivo fuera de los márgenes de mi casa?... mmm... ¡yo creo que hace mucho!... y ahora siento que recobrar esa buena costumbre, me costará? ?algo de esfuerzo?.

Y que no sepan mis padres que me cuesta esfuerzo externarles ?en palabras? lo mucho que los quiero, porque me haría acreedor a una buena reprimenda, misma que yo le daría pero ?doble?, a mi propio hijo el día que me entere que ?le cuesta trabajo? decirme: ?Papá... te quiero mucho?. Yo que por mi hijo daría la vida y él que me priva del enorme placer de oírle decir... ?Te quiero mucho papá?.

Pero, decir ?te quiero? no es la única de las frases que hoy día necesitan de un ?hábito constante?, pues hay muchas otras que deberíamos empezar a practicar como: Decirle a un trabajador nuestro: ¡Qué bien te quedó tu trabajo Pedro¡ O ¡Qué sabrosa le quedó la comida Juanita¡... o decirle a un amigo: ¡Qué bien me la paso cuando estoy en tu compañía Juan!, en fin... esas manifestaciones de afecto que cuando se logran externar hacen que nazca en nuestro interlocutor el deseo reprimido de externar también sus propios y buenos sentimientos.

El ser cazador te permite, al menos durante un mes del año, sentarte justo en medio del campo sin más compañía que tus pensamientos y sin más ruido que el zumbar de una abeja; y ello hace que tus sentidos se relajen, de tal manera que es entonces cuando te das perfecta cuenta de tantas buenas costumbres que antaño tenías y que en el trayecto de nuestras vidas hemos ido perdiendo poco a poco.

O acaso no recuerdan lo espontáneos y expresivos que éramos de niños, en esas épocas donde no teníamos tapujos para decirle a un amigo... ¡Tú sí eres mi cuate!... y extendiéndole nuestro dedo meñique le decíamos... ¡¡Chócala? que tú y yo somos los mejores amigos del mundo!!

Y me sigo preguntando: Qué fue entonces lo que nos hizo endurecernos... ¿El tiempo? ¿La edad? Y a mi mente viene aquella frase de: ?No dejamos de jugar porque nos hayamos hecho viejos? nos hicimos viejos cuando dejamos de jugar?.

Alguna vez un par de buenos amigos me decían al respecto, que lo que nos pasa es que nos vamos cargando y cargando cada día con demasiado trabajo, mismo que nos mantiene totalmente ocupados.

¿No le ha sucedido a usted que alguna vez se la pasó tan a gusto platicando con un buen amigo que hasta sintió deseos de decirle lo mucho que lo aprecia... y sin embargo... ¡¡usted no le dijo nada!!? ?mejor se lo guardó? -no vaya a pensar este buey que me estoy volviendo gay-.

Pero no se achicopale, que de seguro la mayoría de sus buenos amigos están aún vivos y las telecomunicaciones están hoy día de lo más novedosas, así que empecemos a practicar el ser un poco más expresivos y al menos externar -con palabras- de vez en cuando? lo que sentimos.

Recordemos que a lo largo de nuestras vidas hemos hecho muchos amigos y, sin embargo, hace meses que no les llamamos. Y si acaso éstos vivieran lejos, nunca estarán lo suficientemente lejos como para que no le llegue un correo electrónico, un telefonazo o al menos unas señales de humo.

Estando aun inmersos en la parafernalia que nos trae el 14 de febrero, Día de la Amistad, no desaprovechemos la oportunidad de externar todas esas frases agradables que llevamos dentro de nuestros corazones y que, desgraciadamente, en la mayoría de los casos, nos las guardamos celosamente durante decenas de años para externárselas -con lágrimas en los ojos- a nuestros padres, hijos, tíos o amigos, cuando alguno de ellos? ¡¡acaba de fallecer!!

¡Feliz Día del Amor y de la Amistad!

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