Tal vez ni a usted ni a mí nos resulte de momento fácil el comprender y aquilatar esta frase que me mandó mi buen amigo el médico-marino Juan Fernando Barraza, pero de que es algo cierto? no me cabe la menor duda.
De hecho para que me comprenda mejor la idea, le transcribiré textual un párrafo de su carta en la que hace una atinada mención a que los médicos creemos a veces que la muerte es nuestro ?enemigo a vencer?, en vez de tomarlo como algo natural en el género humano. Y sin reconocerlo mandamos a decenas de nuestros pacientes a grandes y carísimos hospitales, en donde ?en representación de ellos- libramos cruentas batallas en contra de? la muerte.
Si alguna vez el médico debiera ser ?totalmente honesto?, sin duda alguna debería serlo, cuando debe decidir ?en conciencia? si una enfermedad determinada es curable? o no lo es .
El médico que no sabe diferenciar estos conceptos, pierde dos batallas en la misma guerra. La primera, cuando no comprende que hay casos en que la muerte ?es inevitable?, y es en éstos, en donde en vez de luchar y luchar contra ella, debería hacer los arreglos pertinentes para ?dejarla llegar? con la tranquilidad natural que ésta debería tener siempre. -Aunque de hecho nunca nos hayan enseñado a conceptualizarlo así-.
La segunda batalla la pierde cuando luego de varios meses de sufrimientos -muchas de las veces innecesarios- dejamos al paciente hecho un guiñapo, cicatrices por doquier, perforada su piel por miles de agujas y harto ya de haber sido sometido a los más tortuosos tratamientos? ¿y todo para qué?... para darnos cuenta ?quizá demasiado tarde- de nuestro gran error. El error de querer sentirnos ?dioses?, y pretender decirle a Dios: ¡¡Aunque Tú ya hayas decidido que a don Juan le llegó su hora, yo haré la mejor de mis luchas para evitarlo!!
Hace años, un buen amigo, luego de librar durante varios años una dolorosa batalla contra la muerte tratando de evitar lo inevitable dijo a su madre: ¡¡Por favor mamá? ?no más tratamientos?? ya déjame morir en paz!!... Dios mío? cuánto debió haber sufrido Juan para que a sus noveles 21 años tuviera la madurez y el temple suficiente como para decir esas palabras.
Lamentablemente muchos médicos no alcanzan a darse cuenta de que con su actitud se están llevando entre las patas al paciente y a toda su familia. Y de sobra entendemos todos cuando digo ? y a toda su familia?, pues no son pocas las veces en que una familia termina prácticamente en la calle, luego de que han vendido ?todo?, envueltos en esa mágica quimera creada por el médico, en donde ?quizá de buena fe- hace creer a la familia del paciente que logrará salvar a su ser querido.
Al respecto mi amigo Fernando decía:
El hecho tocayo, es que hoy quisiera hablarte de la muerte y del acto de morir, desde la perspectiva de un médico general y universal, y por el derecho que me confiere la práctica médica que he llevado acabo durante mi vida como profesionista y el privilegio que me confiere también el llamarte? mi amigo.
Hablar de la muerte y de morir, no es una cosa fácil. Y no debería ser así, considerando que la muerte es un proceso natural del ciclo de la vida, y un evento personal y espiritual de la condición humana, que debería tomarse de una manera más natural.
El mejor argumento para validar la aseveración anterior es que sabemos bien que en los casos ?terminales?, es nuestra ?buena actitud? la que otorga el mayor consuelo a la persona que está muriendo, y que sin duda alguna, ello le ayudará a ?bien morir?, brindará a su familia consuelo, y mitigará en ellos la sensación de pérdida y los sentimientos de culpa.
Desafortunadamente hoy en día la complicidad entre la ciencia médica y las expectativas de la gente, han provocado erróneamente ?la negación a la muerte?, tratando a las personas que están muriendo como pacientes, y a la muerte como ?el enemigo?, a quien se debe atacar furiosamente en los hospitales, negando la realidad de su inevitabilidad, y olvidándonos del hecho de que la muerte se debe experimentar como una parte normal de la vida? ¡¡Recibiéndola en casa? y rodeado de la familia!!
Lo que se ha dado en llamar la ?medicación de la muerte? crea o aumenta la sensación de culpa por parte de los médicos, por percibir en ello su falla en prevenir la muerte. Dicho de otra manera, se quiere ver a la muerte como una falla de la ciencia médica, tratándola como el enemigo a vencer y sufriendo un sentimiento de culpa al no lograrlo.
De hecho, estoy convencido de que la mayoría de las enfermedades son hoy día curables, y los médicos deben hacer lo imposible para combatirlas con las armas que estén a su alcance? ?pero?? y exclusivamente de eso quise hablarles hoy: Todo médico debe estar consciente de que existen casos en que ya es imposible hacer algo, debido a que la enfermedad ha avanzado lo suficiente como para ya no ser controlada, y es aquí? ?y sólo aquí?, donde es necesario ? luego de voltear los ojos al cielo? decirle al paciente: su momento se ha llegado, Dios lo está mandando llamar y no hay poder en la Tierra que se oponga a ello.
Lo que sigue, como lo diría mi tocayo atinadamente, es asegurarle al paciente que jamás va a estar solo, y que médico y familia estarán ahí a su lado para acompañarlo en su paso de lo terrenal a lo divino.
Quizá el momento más sublime de un médico no sea cuando sale del quirófano sabedor de que ha solucionado un problema, quizá, y sólo digo ?quizá?, lo más sublime de un médico es cuando se enfrenta a lo inevitable? a lo incurable, y es ahí donde reconociendo sus limitaciones humanas, se quita la bata blanca, y acercándose a su paciente más como amigo que como médico, evita a toda costa alargar innecesariamente? lo que ya es de por si? inevitable.
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