Desde siempre he sido un enamorado de la mujer, de su inalienable derecho a prepararse, de tener las mismas oportunidades que el hombre, y de realizarse en un ámbito que no sea exclusivamente la casa y los pesados quehaceres domésticos. Y si ello lo defendí cuando no tenía hijas, cuantimás ahora que tengo dos.
Creerá usted que estoy hablando de un tema por todos aceptado, pero déjeme decirle que más de uno me ha dicho: ?Oye Fer? está bien que mandes a tu hijo a Italia o a Monterrey, pues es hombre, pero tus hijas??... mmm... ¿Para qué invertirles tanto dinero en buenos colegios si terminarán casándose y metidas en su casa si ejercer esa profesión que tantos esfuerzos te va a costar ahora?
Mi respuesta siempre ha sido la misma: Mi deber como padre es darle a mis hijas la misma educación que a mis hijos, dándoles a ambos las mismas oportunidades de hacer una carrera y una maestría.
Ahora que si ellas deciden -al casarse- no ejercer, eso ya no es ni mi problema, ni mi responsabilidad, pues cada quien debe asumir su papel y su parte en esta tesis. Allá ellas si finalmente deciden quedarse metidas en sus casas cuidando niños y lavando pañales en vez de ocupar el puesto que la sociedad les requiere y para el que estaban bien preparadas. Y con ello no pretendo ofender a quienes han decidido quedarse en su casa cuidando niños, pero estoy cierto de que de cada cien que están en ese caso, 90 desearían un ?cambio?? aunque fuera parcial.
Mi tesis se respalda aún más, con la impactante cifra de que más del 50 por cierto de las mujeres que se casan hoy día terminan divorciándose. Ahora que, si se vuelven a casar o no, eso ya es harina de otro costal. Lo cierto es que ya las cosas no son como antes, donde la mujer se conseguía un marido para toda la vida. En la práctica los maridos y las esposas tal parece que son ?desechables?, y en cuanto vez que no era lo perfecto que creíste a tus ?maduros?? 19 años? ¡pues lo dejas? y ya!
Así las cosas, ¿quién le dice a mis hijas que no terminarán siendo ellas el sostén de su familia? ¿Quién me asegura que no serán mis hijas quienes saquen al macho del agua, bien sea porque su marido no consigue trabajo, se partió una pierna o simplemente falleció?
Sin embargo, las costumbres actuales y la misma sociedad le están metiendo zancadilla a mis ideas; ello debido a la gran cantidad de jovencitas de 17 y 18 años que ya tienen relaciones sexuales, y no con un novio, sino? ¡con todos sus novios!... hasta que terminan embarazadas, y es ese chavito muchas de las veces ?non grato? a los ojos del suegro, quien finalmente es el elegido? ¡por la sociedad! para ser el esposo de la mocosa.
Cuando ya has pasado por ese período en que luego de casarte deseas encargar tu primer hijo a la voz de ya, la sabia naturaleza te dice que ese asuntito no es de ?atínale a la primera?, sino de repetir y repetir, hasta que por fin la señora queda embaraza. Ello me hace suponer -y no nos hagamos tontos-, que los embarazos en jovencitas de 18 años no son chiripas de? ¡a la primera!, sino aciertos pertinaces de? ¡a la 30ava!
Cada vez es más común que veamos casos de muchachitas ?bien? que quedan embarazadas antes de los 18 años, y hago alusión a ?muchachitas bien?, no porque sean mejores o peores que otras de la sociedad, sino por el hecho de que al menos en teoría, estas parecen estar más cuidadas, a más de pre suponer que todas salen con muchachitos probos de intachable honorabilidad y de buenas familias? ¡Si, ya se que esto es una reverenda mentira!
¿Pero que nos está pasando a nosotros los padres? ¿Por qué se nos están yendo las cabras en lo tocante al cuidado de nuestras hijas? ¿Será acaso porque creemos que son excelentes muchachas?
¡Pues claro que los son? de eso no hay duda!... pero así como tienen cabello y dedos, también tienen hormonas, o que? ¿Ya se olvidaron ustedes de cuando tenían 18 años?... caramba? a esa edad, queríamos que desapareciera toda la gente de la ciudad y quedáramos ahí solitos con la novia? ¡y en lo oscurito!? y si las cosas no pasaron a mayores no fue porque fuéramos muy decentes, sino porque ahí estaba el maldito suegro como perro bulldog que no le quitaba el ojo de encima a su retoño, ni a Sol ni a sombra. El resultado final fue que apaciguadas las hormonas terminamos por educar nuestros instintos para hacer las cosas? como debían de hacerse.
Si usted tiene una hija que se casó -bien o mal- a los 18 años, estará pensando? ¡no todo esta mal mi fer!... tengo ahora un nieto o una nieta que es mi fascinación, que es la alegría de la casa y vino a llenar de luz a la familia? ¡cierto!... y estoy de acuerdo con usted en que el nacimiento de un hijo o de un nieto siempre será algo maravilloso, pero no estoy hablándole de lo maravilloso de un nieto, sino de los derechos que cada mujer tiene de prepararse, asistir a la universidad y con ello tener las mismas oportunidades que el hombre, mientras que un matrimonio forzado a los 18, para en seco las tesis mías y las aspiraciones de su hija.
¿Cree acaso usted que esa bella muchacha de 17 ó 18 años que se embarazó y tuvo que casarse, tendrá las mismas oportunidades que el muchachito con quien la caso?... ¡No!, con suerte y el muchacho quizá siga estudiando una carrera apoyado por sus padres o sus suegros, pero de algo estoy cierto, esa muchachita se quedará para siempre metida en su casa cuidando a ese hermoso nieto -y otro que le llegará al año siguiente- y con ello perdió la oportunidad de estudiar y de prepararse.
Y ruegue a Dios que el gallipollo de marido le haya salido bueno, y ella se transforme en una buena ama de casa que tendrá todas las cosas limpias y a punto para cuando venga su marido del trabajo. Y también espero que el marido le de todo lo que ella necesita, ya que si por mala suerte, las cosas no le salen como en este ?cuento de hadas?, no desearía verla a los 23 años, divorciada, con dos hijos y buscando un trabajo acorde a una muchacha que -si acaso- sólo terminó la prepa.
Quizá soy un fatalista, pero me impresiona las libertades que hoy día tienen todas las muchachitas. Me impresiona que un padre deje que su hija llegue del antro a las tres de la mañana y con el novio? aaah? pero eso si, nuestra excusa es siempre la misma, ¡yo confío en mi hija! ¿Confío? Hay padre santo, si no estamos hablando de que tu hija no sepa manejar el coche, hablamos de que no sepa manejar sus hormonas, y por cierto, ¿también confías en el novio? No, po?s mejor ya vete a dormir.
Hace años me comentaba un amigo que no encontraba una buena muchacha para casarse ¿Qué no encuentras muchachas?, bueno, no encuentro una que no se haya acostado ya con dos o tres de mis amigos. Bájale, bájale, le dije, si fulanita y zutanita están guapas y son chicas decentes, 15 minutos de plática me ubicaron en lo que significaba hoy día la palabra ?decente?.
Y no es que me asuste de los cambios que suceden hoy día, ni que quiera que la gente de hoy viva como vivían los de hace 100 años, pero quiero dejar bien claro que si aceptamos como valederas esa serie de costumbres modernistas que no son exactamente las que les dieron buenos resultados a nuestros padres, ello nos llevará a perpetuar la centenaria marginación de la mujer a las labores del hogar, y a la eterna dependencia de hacer o dejar de hacer las cosas, en función del dinero que el hombre le autorice.
Júzgueme como quiera, loco, anticuado o reticente a los cambios, pero si a mi abuela le resultó hacer el chocolate con leche entera? a mí me vale ma? que ahora lo quieran hacer con leche light, y por lo pronto, y acorde a mis ideas, yo lo pienso seguir haciendo con leche entera mientras Dios me de vida.
Ahí haga usted con sus hijas lo que mejor le convenga, que como decía en el francés don Pito Careaga, el que por su gusto es buey, hasta las coyundas lame.
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