El examen
No hay duda de que la vida ?al igual que en la escuela- se encarga de ponernos de vez en cuando un ?examen?, para ver qué tan bien vamos en las materias de la vida, o qué tan bien sabemos o no? vivirla. Luego estos exámenes nos resultan, los unos dolorosos, y los otros decepcionantes, pero lo cierto aquí, es que absolutamente nadie podemos escaparnos de que la vida nos ponga al menos alguna vez? un examen.
Y si alguna vez he estado inmerso en un examen difícil, sin lugar a dudas lo es ahorita a mis 51 años, y para mi desgracia, pareciera que la vida se ha propuesto ponerme no uno, sino varios al mismo tiempo.
De pronto y sin apenas percibirlo, caes en cuenta de que vas manejando tu vida a una velocidad que poco te falta para salirte de la carretera (Léase: infarto), pues no te das tiempo ni para respirar. Mal duermes en la noche preocupado por los 56 pendientes que traes encima, y sabes que para mañana deberás resolver al menos 30 de ellos? si bien te va.
Te levantas adormilado y mal dormido, y sin tiempo para almorzar te sirves un café tan sólo para despertarte y darte cuenta del día en que vives. Te subes al coche y sales como bólido al trabajo -usualmente con 15 minutos de retraso-. Trabajas todo el día dando tu mejor esfuerzo y llegas a tu casa por la noche cansado y angustiado porque sabes bien que sólo ganas seis pesos, y para vivir necesitas? ?nueve?.
Y es ahí donde empiezan las preguntas de tu examen de los 50?s, ¿estaré haciendo lo correcto?, ¿valdrá la pena seguir siendo asalariado, o de una vez por todas doy el brinco y pongo mi propio negocio?? ¡¡Ayyy mamacita!!... y qué tal si de patrón no la hago, y sólo saco cuatro de los nueve pesos que necesito, Nooo? mejor le sigo de asalariado y así por lo menos aseguro mis seis pesos, y ya luego con alguna chambita extra quizá ?acabale? los nueve .
Y mientras decides qué hacer, pasan las semanas, y un buen día te juntas por ahí con los amigos, reunión que te sirve como válvula de escape para echar fuera toda esa presión que traes y que te tiene al punto de un infarto tempranero. Y como siempre sucede, luego de tres copas y un par de temas triviales, el tema ?dinero? sale a colación, y no falta quién te dice: Nooo mi Juancho, es que eres muy P?. por tener a tus hijos en el colegio ?canadiense? si en el ?mozambiqueño? dan lo mismo y es mucho más barato, es por eso que no completas con nada, Mira... total que las hijas nunca ejercen lo que estudian porque pa?luego se casan, y los hijos, salgan de donde salgan nunca consiguen trabajo bien remunerado? mmm? sé que eso último es falso, pero? bueno.
Y mientras transitas con el espirómetro de tu vida marcando 230 Km. por hora, de pronto? ¡¡Bumm!!... te avisan que un familiar muy cercano a ti está enfermo de muerte? y es ahí donde un rayo recorre tu columna y parece explotar en tu cerebro recibiendo tal sacudida que no sabes cómo reaccionar. Es ahí donde dices... ?me vale M? el colegio?, ?me vale M? el trabajo?, ?me vale M? todo?, yo sólo quiero que mi ser querido? no se muera. Pero lo cierto es que tú sabes que va a morir, y es entonces cuando volteas los ojos al cielo, a ese cielo profundo más allá del azul que contemplan tus ojos, y te acuerdas de que existe ?un Dios?, un Dios en cuyas manos está simple y sencillamente? ?todo?.
Y es sólo entonces que la aguja de tu velocímetro empieza a bajar hasta los tranquilos 30 Km. por hora, y extrañamente tu cerebro empieza a pensar con más cordura, o como luego se dice, es ahí donde ?te cae el veinte?, y aquellos 56 pendientes que tanto te angustiaban, han dejado de ser tan importantes. Por ahora lo único importante es concentrarte en que tu ser querido? no sufra y que reciba todo el cariño y las atenciones posibles; atenciones que tal vez ?y sólo digo? tal vez- en tu alocada carrera diaria nunca alcanzaste a dárselas.
Resulta fácil hablar de un determinado tema cuando lo haces sólo ?de la mente al papel?, pero, aaaay de aquellas veces en que el tema lo escribes ?del corazón al papel?, y es ahí cuando te preguntas: ¿Quién escribe la verdad más pura?... el que está sintiendo en carne propia el dolor de algo, o aquél que cerebralmente trata de imaginar lo que el otro sentiría en ese caso.
¿Quién está más capacitado para hablar de la eutanasia?, aquél que sentado tranquilamente frente a un libro pretende filosofar acerca del tema, o aquella madre que tiene a un hijo en coma profundo desde hace dos años.
¿Quién está más preparado para emitir un juicio certero, el millonario que por convenir a sus interese$ ha despedido de su maquila a 600 obreros, o el trabajador al que le han quitado el trabajo por haber un? recorte de personal.
¿Quién está más capacitado para opinar sobre la pena de muerte?, el abogado, político o religioso que desde su palaciega casa de verano medita acerca del bien y del mal, o el padre al que le acaban de secuestrar y matar a su hija de 15 años.
Dejo a su criterio las respuestas. Por ahora yo estoy muy triste como para pensar coherentemente, dado que en mi mente hay un torbellino de ideas que están impactándose contra otro torbellino de sentimientos, y es ahí dentro de ese maremagnum mental que me encuentro hoy presentando mi ?examen? y me pregunto: ¿Por qué sólo cuando la vida nos pone un ?examen?, es cuando bajamos la velocidad a la que vivimos y empezamos a pensar más coherentemente?... ¿Por qué no mantener durante nuestra vida una velocidad moderada que nos permita gozar a los hijos, visitar a los padres, platicar con los amigos? y ayudar a nuestro prójimo?
Sé bien que si bajo la velocidad del trabajo jamás llegaré a millonario? ¡¡cierto!!? Pero también es posible que, cuando no sea mi madre quien esté haciendo ?su maleta?, sino yo mismo, quien esté a punto de estar frente a la presencia de Dios, pueda decirle a mis hijos: Creo hijo mío, que haber vivido esta vida como lo hice? ¡¡bien valió la pena!!
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