Muchos de nosotros -sabios y cincuentones-, hemos oído alguna vez que aquí en Torreón hubo una matanza de chinos, sin comprender realmente la magnitud de la crueldad y la cobardía con que se llevaron a cabo aquellos actos. Y es por ello, que hoy he querido hacer una remembranza de los hechos, en este mes en que se cumplen 101 años de la masacre.
Vaya esto como un reconocimiento público a la valiosísima labor de los chinos en la conformación y crecimiento de nuestra hermosa ciudad. Y desde esta columna mando una sincera disculpa pública y personal -por lo que a mi como mexicano concierne- para toda la colonia china lagunera que debe recordar con desagrado tan lamentable agresión contra sus paisanos. Esperando que mi exposición nos sensibilice lo suficiente para que hechos tan crueles no vuelvan a suceder? ?jamás?.
Dado que muy pocos conocen la verdadera historia, sería confuso ubicarlos de golpe justo en el día de la matanza, sin hablarles antes de los hechos previos, que fueron de alguna forma los detonantes que hicieron posible tan cobarde atentado.
Y es por ello que he preferido dedicarle dos domingos al tema, dejando este domingo para hablar acerca de la verdadera historia de cómo fue que se formó Torreón con la participación toral de la colonia china y dejando para el próximo domingo ocho de mayo la narración detallada de cómo fue que se llevo a cabo la matanza de los chinos, cuando en este mes se cumplen 101 años de aquella artera, cobarde e injustificada masacre.
Hacia el año de 1848 China vivía tiempos de conflictos bélicos y fue por ello que muchos de sus habitantes optaron por dejar el país en busca de mejores tierras. Y así empezó la migración de Chinos -básicamente cantonéses- hacia lugares como Cuba, Panamá, Perú y sobretodo la región de California en los Estados Unidos, en donde apenas hacía un año se habían independizado de México y ya habían encontrado grandes yacimientos de oro que atrajeron a millares de gentes. Para 1888, Estados Unidos se dio cuenta de que tan sólo en la región de California habían ya más de 300 mil chinos, que les estaban quitando el trabajo a los norteamericanos y por ello, prohibieron la entrada de más chinos a su país,
Fue entonces que Porfirio Díaz decide invitar a los chinos para que pueblen zonas desérticas de nuestro territorio, allá donde la población mexicana difícilmente se aventuraba. En pocos años, los chinos ya habían formado importantes asentamientos en Mexicali, Mazatlán, Tampico, Chihuahua y Torreón, en donde sus miembros resultaron ser altamente productivos para el país, pues eran ordenados, trabajadores, disciplinados y muy buenos para el comercio. En pocos años los asentamientos chinos ya habían establecido el cultivo del algodón en el valle de Mexicali y el henequén en Yucatán.
Las tierras de lo que sería algún día Torreón fueron concedidas ?por merced? (premio que daban los reyes a sus súbditos) en 1682 a los marqueses de San Miguel de Aguayo, descendientes directos del conquistador Francisco de Urdiñola.
En tiempos de la Independencia (1810), todos estos terrenos pasaron a propiedad de la familia Sánchez Navarro, la cual los vendió en 1848 al hacendado Leonardo Zuloaga, fundador de las obras de irrigación que entonces tenía la Comarca como: La Presa de las Calabazas, que construyó Juan Ignacio Jiménez y la Presa del Coyote, que construyó el propio Zuloaga, quien además instruyó a su administrador Pedro de Santa Cruz para que construyera una gran casa de piedra y por encima de todo ello, un gran Torreón que quedó terminado finalmente en 1851. Lamentablemente, el cuatro de septiembre de 1868 una gran avenida del Río Nazas destruyó totalmente aquel Torreón, pero su imagen ya no pudo borrarse de las mentes de sus habitantes, ni su nombre del habla popular .
Muerto Zuloaga durante la intervención francesa, su viuda Luisa Ibarra -quien no tuvo hijos a quienes heredar- decidió en 1876 vender la propiedad por 220 mil pesos a la empresa Rapp-Sommer y Cía. -de capital alemán-. El territorio comprado comprendía ocho grandes haciendas: San Antonio del Coyote, Solima, Hormiguero, Guadalupe, Purísima, Granada, Solís y la Hacienda del Torreón. Sommer y Cía delegó la administración de las haciendas a don Andrés Eppen, quien con su asistente Espiridion Espino ensanchó aun mas las presas y ayudado por la creciente llegada de inmigrantes chinos y mexicanos, aumentó la pizca del algodón, los cereales y las hortalizas.
Como estos productos eran difíciles de transportar a los mercados foráneos, se pugnó por que el ferrocarril pasara por Torreón. Fue en 1883 que a instancias de Eppen, Luisa Ibarra viuda de Zuloaga dona los terrenos para trazar en ellos la cuadrícula de lo que sería luego la Villa del Torreón, donando igualmente los terrenos en que luego se construirían Matamoros y San Pedro de la Colonias.
La negativa de que el ferrocarril llegara a Durango fue motivo de desavenencia entre el Presidente de la República Manuel González (quien había sustituido por un tiempo a Porfirio Díaz) y su amigo Francisco Gómez Palacio, a la sazón Gobernador del Estado de Durango, quien insistía en que la línea del ferrocarril mexicano debería de pasar por Durango y no directo de Zacatecas a Chihuahua.
El problema era que la compañía que iba tendiendo las vías era norteamericana y sólo les importaba unir las principales ciudades de los Estados Unidos con la capital mexicana en la línea mas recta posible -y económica-, sin desviarse a ninguna otra ciudad. Y fue por ello que Francisco Gómez Palacio se trasladó en diligencia a la Ciudad de México para protestar por lo que consideraba un atropello y manifestándoles que en protesta, renunciaba a su cargo de Gobernador.
Y aunque de hecho el ferrocarril no llegó en ese tiempo a Durango como lo pretendía Gómez Palacio, el presidente González aprobó que pasara por Torreón el Ferrocarril Internacional que venía de Ciudad Porfirio Díaz ( hoy Piedras Negras), a más de que aquí mismo ?en la Estación del Torreón? se empalmaría el tendido del Ferrocarril Central Mexicano.
Y fue por ello que don Andrés Eppen discurrió la brillante idea de que en esa confluencia debería de fundarse lo que luego sería la próspera y hermosa ciudad de Torreón. Y para ello hizo venir al alemán Federico Wulff, quien haría el trazado correcto de calles y manzanas, aclarándole que las manzanas deberían de ser ?cuadrados perfectos? de 100 varas por lado -76 metros-, mientras que las calles serían de 25 varas de ancho -19 metros. El plano final quedó terminado en 1883, fecha en que empezaron a venderse los terrenos de las nuevas colonias San Joaquín, La Constancia y La Embarcación. Por su parte, la línea de ferrocarril cedió una franja de 16 metros de ancho a todo lo largo de las vías férreas y que fue llamada luego la avenida Don Agustín de Iturbide.
La primera manzana fue vendida por don Andrés Eppen en 300 pesos a su hijo Jesús. Otros que compraron manzanas fueron Librado Banda, Saturnino Lozano, los hermanos Galván, Hugo Franke, Federico Wulff, Andrés Reyes, el Coronel Carlos González, Julio Beggs, Bruno Hartzer, J. Breier y A. Hackmack. Aparte de ello, fueron donadas manzanas especiales para la construcción del templo de Guadalupe, de la Plaza de Armas y del Mercado Juárez.
La primera cantina fue fundada por los italianos Antonio Bosi y Juan Pangrasi. Tiempo después llegó de Mapimí el conocido empresario hotelero don Adolfo Aymes, quien en marzo de 1888 adquirió en 499 pesos unos terrenos contiguos a las vías férreas y donde instaló su fabrica de hilados y tejidos de algodón La Constancia, dando trabajo a más de 100 obreros.
Y fue don Andrés Eppen quien invitó al primer chino que anduvo por estos lugares llamado Foon Chuck, para que se estableciera en la Hacienda y abriera un restaurante y un hotel junto a la estación de trenes, mismo que empezó a funcionar en el año de 1890.
A partir de entonces, centenares de chinos empezaron a llegar a la Hacienda del Torreón invitados por Foon Chuck, quien los organizó en la siembra de algodón y hortalizas. Al poco tiempo, eran ya tantos los habitantes de la Hacienda que hubo que conseguir a un juez que impartiera la ley y así llegó a Torreón Sebastián Paz con sus suplentes Luis Arteaga y José María Arzave, quienes enviaban a los reos y rijosos a una cárcel ubicada en Matamoros.
Tiempo después vecinos y colonos pidieron al Gobernador que se le diera a Torreón la personalidad política que se merecía y así, el 24 de febrero de 1893 el Congreso de Coahuila y el Gobernador Garza Galán elevaron la floreciente Hacienda del Torreón a la categoría de Villa y Cabecera Municipal, separándola del Municipio de Matamoros, con el disgusto obvio de aquellas autoridades.
En octubre del mismo año fue instaurado el primer Ayuntamiento que presidió Antonio Santos Coy, rico terrateniente de Saltillo y liberal recalcitrante. Y fue a él a quien tocó expedir el acta de defunción del fundador de la Villa del Torreón, don Andrés Eppen, quien murió el 13 de febrero de 1909 . En aquellos tiempos, Santos Coy gobernaba sobre los tres mil 969 habitantes de la Villa y los 11 mil 373 que vivían en el resto del Municipio
Para 1894 se desató tal sequía en la región, que ese año recibió el apelativo de ?el año del hambre?. El Gobierno de la Villa dejó de percibir todos sus ingresos, tanto los de impuestos como los voluntarios, mientras los peones y obreros del lugar desesperados por el hambre se amotinaron tratando de agenciarse algo de comida para sus familias.
Fue al entonces regidor Villanueva a quien tocó ?reducirlos al orden? y enseguida, organizó con ellos cuadrillas de ?empedradores? a los que se pagaba por una jornada -seguramente muy larga- tan sólo con la magra ración que los mantenía vivos.
Para 1895 volvió a llover en la Comarca, el Nazas sonó otra vez y los hambrientos aliviaron sus tribulaciones. Nuevas elecciones pusieron en la Presidencia Municipal a Francisco A. Villanueva.
Los tres grandes grupos de haciendas de por aquí: la del Torreón, las de La Concha y las de Jimulco, emplearon de nuevo a mucha gente y volvieron a abonar contribuciones al fisco. La población de la Villa llegó entonces a las 13 mil personas.
Mientras tanto la Villa crecía, la Plaza de Armas -con suelo de tierra- quedó por fin apisonada, aunque un poco lodosa. Se abrió el juzgado y el Registro Publico de la Propiedad, mientras un yerno de Eppen, Julián Lack , abría su gran almacén misceláneo y los Estados Unidos destacaba en la Villa como su primer cónsul a una persona de apellido ?Poston?, quien estaría pendiente de los 700 peones negros estadounidenses que trabajaban entonces en la Hacienda de Tlahualilo.
Un buen día de 1895 los 700 negros se infectaron de viruela y los hacendados los expulsaron de sus propiedades; y fue el propio Poston ayudado por el presidente Villanueva, quienes subieron a los enfermos a un ferrocarril y los mandaron a curarse a su tierra, al otro lado del Río Bravo.
Durante los últimos años del mandato de Villanueva, se fundó el primer teatro, El Herrera, al que siguió el Ricardo de la Vega. Luego un promotor cultural, el profesor Delfino Ríos fue fundador y director de los periódicos Diógenes y El Porvenir de Torreón, impresos éstos en una rudimentaria prensa propiedad del recién llegado Alberto Swain y cuyos ?tipos? -letras- eran todos de madera y labrados por él mismo, quien curiosamente había fabricado ?solo letras minúsculas?.
Fue el mismo Villanueva quien inauguró el primer mercado llamado El Parián, mientras llegaban a la Villa del Torreón los primeros médicos: Juan Laera, Pedro Aguirre Valdez, Francisco A. Valdez, David Ríos Zertuche, Walter Neumann, Luis Pasquier y un médico cantonés -formado en los Estados Unidos-, el doctor Walter Sam Lim.
El 31 de marzo de 1898 Francisco Villanueva inauguró el Zócalo de Torreón, que para entonces ya estaba embaldosado, rodeado de bancas de fierro y con un hermoso kiosco central. A esta plaza se le bautizó como Plaza Dos de Abril, en honor a don Porfirio Díaz y a su inauguración asistió el jefe de policía, Luis M. Navarro Garza, quien luego sucedería a Villanueva en el cargo de presidente y quien sería reelecto en su cargo seis veces -de 1898 a 1905-.
No bien había iniciado Navarro su mandato, cuando ya se inauguraban en Torreón sucursales de los bancos: Banco de Coahuila, de Londres y México, América Bank, Agrícola Hipotecario, Mercantil de Monterrey y el Banco de Nuevo León. Al poco tiempo, el ya conocido y rico comerciante cantonés don Foon Chuck crearía el Banco Chino Wah Yick.
Para 1898 el sueño de Francisco Gómez Palacio por fin se vio hecho realidad, cuando el tendido ferroviario que venía de Ciudad Porfirio Díaz (Piedras Negras) se prolongó hasta Durango; hecho que don Francisco no vería, pues había muerto tiempo atrás.
Los años venideros fueron tan buenos y las lluvias tan abundantes que la producción de algodón aumentó por encima de cuanto esperara el más optimista, al grado de que en 1901 don José Serrano junto con otros socios fundaron la Fabrica de Hilados y Tejidos La Fe. Mientras a Manuel José Othon se le daba la concesión para hacer un tranvía que uniría Torreón con Lerdo. Tiempo después, el mismo empresario y banquero chino Foon Chuck echó a rodar sus propios tranvías de la compañía Wah-Yick.
Para ese tiempo, Torreón ya tenía 23 mil habitantes, se fundaba la primera Plaza de Toros y don Ascensión Galván sacó a relucir los primeros teléfonos que instaló en las localidades de Gómez Palacio, Torreón, Mapimí, San Pedro, Viesca y Matamoros, ?todos comunicados entre sí?, mientras un moderno telégrafo unió a Torreón con Saltillo, Ciudad Juárez, El Paso y la capital de la República.
Por fin en 1905 se compraron los terrenos para la construcción de la fábrica mas importante de cuantas albergaría la ciudad: La Continental Mexican Rubber Company, que exportaría semi-industrializado el famoso ?guayule? (hierba arbustiva nativa de las regiones áridas del norte de México, de la que se extrae el caucho, guayule o hule, muy usado para la fabricación de llantas).
Como dato anecdótico, los presidentes Santos Coy, González y Villanueva habían trabajado ?sin cobrar sueldo alguno? tan sólo por el honor de ocupar tan distinguido puesto y fue Luis Navarro quien no quiso perpetuar esa ?extraña costumbre? y a partir de su mandato, el Municipio de Torreón le tuvo que pagar por sus ?servicios? 75 pesos mensuales (y como les decía en artículos pasados, con él? nacieron ?los políticos?).
Al mediar el período de Luis Navarro, las calles del centro y algunas de la periferia ya estaban empedradas; lo que a casi todas les faltaba era ponerles ?el nombre?. Y fue así que el Presidente Municipal decidió que las avenidas que corrían entre el este y el oeste llevarían los nombres de héroes de la Independencia y la Reforma, mientras que las calles que corrían entre norte y sur llevarían los nombres de coahuilenses ilustres.
Y así aparecieron las avenidas Hidalgo, Ramos Arizpe, Morelos, Matamoros, Allende, Abasolo, Juárez, Ocampo y Zaragoza; y las calles José María Viesca, Melchor Múzquiz, Antonio Valdés Carrillo, Victoriano Cepeda, Santiago Rodríguez y Anacleto Falcón.
En julio de 1901 un grupo de acaudalados accionistas mexicanos y extranjeros abrió la impresionante Fundición Metalúrgica, que contaba con ocho grandes hornos y era entonces la mas moderna de todo el país, la cual era alimentada con la producción de seis minas ubicadas en Chihuahua, Coahuila y Nuevo León, beneficiando plomo argentífero (plomo con plata).
Durante la presidencia de Luis Navarro, las corridas de toros se volvieron un espectáculo regular en Torreón llegando a venir a estas tierras los más connotados diestros españoles de la época que alternaban con matadores autóctonos a cual más vitoreados y populares. Igualmente, las escuelas empezaron a proliferar en Torreón.
Por ese entonces, la colonia china era ciertamente de las más prósperas y sobresalientes de la Villa y el número de sus miembros ya rebasaba los 500 -la mayoría varones-, cuando Torreón apenas si tenía 14 mil habitantes. Los chinos habían alcanzado gran éxito en los ramos de restaurantes, hortalizas, lavanderías, tiendas de ropa y abarrotes.
Para 1906 el connotado político chino Kang Yu Wei visitó México y pronto se dio cuenta dónde estaba la más poblada y próspera colonia china del país y no tardó en apersonarse en la ciudad de Torreón invirtiendo aquí grandes cantidades de dinero y comprando 20 manzanas para cultivo y fundando la Compañía Bancaria Chino Mexicana, que luego cambió a Cía. Bancaria de tranvías Wah Yick. Estas inversiones -y el trabajo arduo de sus miembros- hicieron que la colonia china floreciera aún mas .
Para 1911 una prospera ciudad se erigía en la confluencia del Ferrocarril Internacional y el Central Mexicano, a orillas del Río Nazas y en el límite de los estados de Coahuila y Durango. Torreón llevaba en ese entonces 18 años de haber sido fundada en calidad de Villa y cuatro de haber sido erigida como ciudad. Las corrientes impetuosas del Río Nazas habían hecho posible sembrar grandes extensiones de algodón y el comercio de Torreón florecía, por lo que cada día llegaban más y más gentes a ?sentar sus reales? en esta bella ciudad. En la estación ferroviaria torreonense se trajinaba ya con tanta mercancía y circulaban ya tantos pasajeros, que había llegado a constituirse en la tercera estación ferroviaria mas importante de México.
Aunque los chinos no eran los únicos extranjeros que habían amasado grandes fortunas en Torreón, la prosperidad de la colonia china era ostensible -se notaba- y desgraciadamente ello causaba grandes envidias en el resto de los mexicanos a quienes no les había ido? tan bien.
Para 1911 habían en Torreón más de 600 chinos, dueños de los más grandes almacenes, tiendas y restaurantes como: El Puerto de Shanghai, en Hidalgo 1112? El Pabellón Mexicano, en Juárez 1314?.. El Puerto de Conam, en Juárez 1324? la Plaza de Armas? los Abarrotes Wing Hing Luna, en Mina 62? la tienda de Yee Hop, en Hidalgo 412? la lavandería Vapor Oriental, en Hidalgo 404? el restaurante Chon Lee, en Zaragoza 306? el Hotel ferrocarril, en la avenida Iturbide cerca de la estación? el banco Wah Yick en Hidalgo 1110? y más de ocho grandes huertas, muchas de ellas abarcando varias manzanas de extensión
De entre los chinos de más modestos recursos -que también los había-, no había uno solo que estuviera desempleado, ni mucho menos alguno que fuera ?mendigo?. De los más de 600 chinos que integraban la colonia en 1911, todos tenían la posibilidad de ahorrar al menos una pequeña suma de dinero al cabo de algún tiempo de trabajo. Su vida de célibes y extremadamente austeros les permitía ese lujo.
Sobre esa ventaja, que los distanciaba de muchos otros mexicanos, había otra quizá más ?irritante? aun: los patrones chinos de Torreón contrataban ?sólo a trabajadores chinos? y era rarísimo que dieran empleo a un mexicano.
De todos modos es de notar, que entre las declaraciones de quienes se esforzaron en 1911 por culpar a los propios chinos de Torreón del implacable daño que acababan de sufrir, ninguna les achaca el haber sido antes del asedio maderista, ni violentos, ni delincuentes, ni viciosos. Nadie les atribuye regentear ni frecuentar los fumaderos de opio, prostíbulos ó cantinas.
Fue de seguro esa gran prosperidad china -ganada con el fruto de su trabajo honrado- la que llevaba años gestando envidias en los corazones de aquellos a quienes la suerte ó su falta de iniciativa por el trabajo, no les había reportado los mismos frutos y que finalmente, llegado el levantamiento Maderista de 1910, hizo detonar contra los chinos ese odio almacenado, cuando el 13 de Mayo de 1911, en la Plaza Dos de Abril, la población se levantó en armas bajo el extrañó grito de: ¡Viva madero? y mueran los chinos!
Para el próximo domingo ocho de mayo hablaremos de:
Durante la sublevación Maderista en mayo de 1911, un sector de las fuerzas rebeldes de la Laguna dio cobarde muerte a gran parte de los chinos de Torreón. Nunca se supo exactamente cuántos chinos fueron asesinados, pero se habla de más de 300 varones indefensos y pacíficos, que constituían más de la mitad de los miembros de la entonces colonia china de Torreón.
Al cabo de un año, no quedaban en Torreón sino unos cuantos, el grueso de los que habían salvado su vida habían abandonado para siempre lo que fuera la colonia de chinos mas importante y próspera de todo México. El suceso se comentó en todo el mundo y dio lugar a una seria reclamación diplomática por parte del Gobierno Chino, que se prolongó hasta el año de 1934.
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