Lo lógico es que me lanzara aquí como burro sin mecate hablando de los alimentos transgénicos, como lo haría cualesquier comentarista, presuponiendo -y estaría en un gran error- que todos deberíamos estar enterados de todos los temas. Pero como estoy cierto de que muchos de mis amigos lectores no tienen por qué andar sabiendo sobre temas raros, haré nuevamente válida la premisa de don Carlos de: Explícame -hijo- como si fuera la cocinera de tu casa.
Pues bien, ya sabe usted que existen semillas de todos los colores y tamaños para cosechar mil y un vegetales. Y también sabe que hay plagas que se comen a todos estos granos y frutos, y que por ello hay que fumigarlos, fumigarlos y seguirlos fumigando con millones de litros de venenos de todos tipos que tarde que temprano terminan en nuestros estómagos y causan deformaciones que luego se las quieren atribuir también a Fox.
Pues bien, un buen día alguien se fijó que una determinada planta -sabrá Dios de qué sería- no era atacada por las plagas y los gusanos, y al punto se preguntó ¿Por qué será eso?... Tras moler los granos y meterse a atisbar en los genes de la semilla, se dio cuenta de que había ahí un gen que actuaba como veneno o repelente contra los gusanos, y aclaro aquí... ¡Sólo para los gusanos! y no para ningún otro ser que no fueran ellos. Imagine, como ejemplo, que se descubre que el sabroso vino tinto de la rioja es mortal si lo bebe una mosca… por ahí va este rollo.
Y fue así que un grupo de científicos quitaron ese gen -repelente a gusanos- de la planta que lo tenía, y se lo incorporaron a una semilla de maíz, y cuál no es su sorpresa de que una vez que esta semilla modificada fue sembrada y creció la planta... ¡ni las moscas se le paraban!... ya no digo los gusanos… y fue ahí que se inició lo que hoy día se conoce como alimentos transgénicos o modificación genética de algunos granos para lograr efectos que en su manera natural no se tendrían.
Los científicos actuales creen que fueron ellos quienes hicieron el gran descubrimiento sin saber que desde hace cientos y cientos de años, hubo agricultores que injertaban una planta “en otra” para lograr mejorar sus propiedades originales, y aunque ellos desconocían la modificación genética que se efectuaba, para ellos el sólo obtener un fruto más grande, más sabroso y en mayor cantidad… era suficiente. Baste aquí como ejemplo que las uvas que todos conocemos, hace cientos de años sólo existían en estado silvestre y eran frutos pequeños y no tan sabrosos, y fue a través de injertos y cruzas que el hombre fue haciendo, que las uvas aumentaran de tamaño, se mejoró su sabor y hasta se lograron crear diferentes variedades.
Los resultados en el tema transgénico en fechas recientes han sido sumamente alentadores, sobre todo porque se han dejado de utilizar -en todos los campos agrícolas del mundo- millones y millones de litros de DDT y otros dañinos venenos, al haberse desarrollado plantas genéticamente modificadas que repelen a los insectos y gusanos, eso sin mencionar el plus extra que se logra al aumentar el volumen de la cosecha, aprovechando ahora todos esos granos y plantas que otrora eran comidos por los insectos.
Y usted se preguntará… ¿Entonces por qué se oye tanto revuelo de que no comamos alimentos transgénicos y que Green Pease está en contra de los transgénicos y mil y un estupideces más?... pues a mi muy particular punto de vista, el mundo está en una de esas coyunturas que se suceden cada cien o 200 años y que cambian radicalmente la forma de vivir de todo el planeta, y estas transiciones siempre han sido problemáticas, conflictivas y dolorosas.
Para ejemplo: Cuando Henry Ford y los hermanos Dodge fabricaron el primer coche movido por un motor a gasolina, la oposición mundial fue enorme, y hasta trataron de boicotear la fábrica aduciendo que las emanaciones de sus coches contaminarían el planeta -y no andaban muy errados-, además de que dejarían sin trabajo a la productiva industria de las calandrias, carromatos y carretones tirados por caballos que entonces eran el único medio de transporte del mundo… ¿pero qué pasó?... pues que Henry Ford se amachó, se peleó con todo el mundo y gracias a él, ahora tenemos coches, aviones, barcos y mil y unas monerías más con motores de combustión interna, y no quiero ni pensar en que los conservacionistas hubieran parado a Ford, y evitado el desarrollo industrial que hoy tenemos.
Y qué decir de las primeras calculadores y computadoras, en donde muchos se oponían bajo la premisa de que se nos “secaría el cerebro” al dejar de pensar, y luego ya no podríamos hacer una simple raíz cuadrada “a puño y letra” -yo aún las sé hacer y ello gracias a don Andrés Careaga, ilustre maestro lasallista del glorioso Francés-, pues la maquinita la haría más rápido. Aún recuerdo que en prepa del IFL estaba prohibido sacar calculadora en los exámenes, mientras que ahora les exigen a los alumnos una complicadísima calculadora científica para poder resolver cálculos y problemas que aún a “Don Pito” (así le decíamos a don Andrés) le llevaría días hacerlo a mano.
Y ahora, aquí me tienen a mí hablando bellezas de los transgénicos, mientras Green Peace me pone en su lista de los diez más buscados por andar apoyando algo que a lo mejor y mañana hace que les dé cáncer a todos los habitantes del planeta… ¡Boberías!… ni nos va a dar cáncer, y sí que nos va a alimentar a cinco mil millones de seres humanos cuyo problema principal es simple y sencillamente… ¡comer!... y ya se imaginará los brincos de gusto que están dando ahorita los chinos, que fueron los primeros en sembrar arroz transgénico, modificado genéticamente y con ello han logrado una mayor producción, y como la misma planta repele a los insectos, han disminuido drásticamente el uso de pesticidas, y de 20 fumigadas por cosecha ahora si acaso le dan dos, con lo cual han logrado menos contaminación atmosférica y menos venenos en el arroz que se comen. Dicho esto, ¿cree usted que los chinos estén en contra de los transgénicos?... más aun le digo, que si un Green Peace protesta en China… lo fusilan.
En Estados Unidos que siempre han sido muy escandalosos para las novedades, han descubierto que algunas personas han desarrollado algunas alergias hacia algún alimento transgénico y eso puede ser tan cierto como que también las desarrollan contra el polvo casero, las moscas, el polen del fresno, el polvo de los nogales, las flores y otros mil elementos más que pueden causar alergias en el hombre, pero si ponemos en la balanza a cien mil alérgicos contra cinco millones de gente alimentándose mejor… sobran las palabras.
Y así, los gringos se cuidan de comer una lechuga modificada genéticamente porque pudiera causarles un poco de salpullido… aaahh... pero les vale ma… atacarse diariamente cuatro hamburguesas Double Wopper que contienen suficiente grasa como para taponarles las arterias del corazón y matarlos de un infarto aún antes de que les salga la primera roncha. Así son los güeros, siempre han sido raritos… pero ya verán ustedes que en unos años más, la palabra transgénico habrá desparecido del panorama mundial, y no porque ya no exista, sino porque ya no será noticia cuando absolutamente a todos los alimentos del planeta se les haya modificado “algo” con el fin de que salgan más grandes, más coloridos y más sabrosos.
Y esta modificación genética ya empezó también en los peces, al haber desarrollado ya -en criaderos especiales- una variedad de excelentes, sabrosos y carísimos salmones, y a los cuales hicieron crecer al doble de su tamaño normal, y en la mitad del tiempo normal de cría, con lo cual, espero que pronto podamos comer salmón de igual calidad pero… más barato.
Y aquí quisiera imaginar que en algunos años más sembrarán en los países pobres de África un maíz modificado genéticamente que saliera solito cada año, que no necesitara de mucha lluvia y que en vez de dar cinco mazorcas por planta, diera 20. Quizá sólo sean sueños guajiros míos, pero la opción está en el aire, y la posibilidad de que el hambre en el mundo termine por desaparecer con los años… pudiera ser una realidad a corto plazo.
Imagine, sólo imagine que en un par de años más, una vaca modificada genéticamente pudiera procrear becerros que en vez de crecer hasta los 350 kilos -antes de su sacrificio-, con la misma comida y en el mismo tiempo de engorda crecieran hasta los 700 Kg. Imagine, sólo imagine. ¿A cómo cree que se pondría la carne en el súper si hubiera en el mercado carne hasta pa’tirar pa’rriba?... ¿Capizca?
Imagine que una hectárea de maíz que diera por ejemplo cinco toneladas de grano, al ser modificada nos diera 15 toneladas por hectárea… imagine… sólo imagine… ¿A cómo cree que se pondría la tortilla si el mercado estuviera saturado de maíz?
Éste es el futuro de los transgénicos. Lo demás son ambientalistas asustadizos y bien frijoleados -como diría mi padre- que si en vez de estar en sus oficinas de New York contabilizando lo que les llega de todas partes del mundo para financiar sus proyectos, (la mayoría de ellos muy válidos como la conservación de las ballenas y otras especies en vías de extinción) vivieran en los desiertos de África, quizás dirían…¡Chihuahua!… bueno, allá dirían... ¡Nairobi!... se me hace que de morirnos de hambre, a hacerle la lucha a este rollo de los transgénicos…¡ ¡Mejor le ponemos un poco de voluntad! ¿No cree usted?
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