Querida Gaby: Necesito tu ayuda: Estoy casado con la Reina de las Latosas y ya no aguanto más. Siempre me fastidia, se queja de todo y me atosiga con cualquier tontería. No deja de molestar desde que llego a mi casa hasta que me acuesto. Ha llegado el punto en el que mi esposa sólo me habla para enlistar todas las cosas que dejé de hacer durante el día, la semana, el mes o, ¡el colmo!, desde que nos casamos. Estoy tan harto que prefiero quedarme más tiempo en la oficina con tal de no llegar a la casa. Mi papá decía que las mujeres son quejosas y molonas por naturaleza y nunca lo creí hasta que me casé. Mis compañeros de trabajo también se quejan de lo mismo. ¿Es cierto? ¿Todas las mujeres son así? ¿Qué hago? Ya no aguanto. Espero tu respuesta. Me llega este mail que viene con la firma: Desesperado. Históricamente, se califica a las mujeres de molonas. Incluso, durante el siglo diecinueve, las leyes americanas y europeas permitían al marido quejarse, ante un magistrado, de lo latoso de su esposa y el castigo que se les daba a las gruñonas era el mismo que para las brujas y las prostitutas. La mayoría negamos ser latosas. Muchas sienten que lo que hacen es por el bien de su marido, o de su hijo, y de esta manera demuestran su interés y preocupación ya que lo que les dicen sólo es para recordarles cosas que los van a beneficiar, como tomar la medicina, arreglar las cosas que se descompusieron o levantar su tiradero. Platico de este tema con mis amigas y escucho sus comentarios: Hay que reconocer que a veces sí nos pueden odiar pero estos recordatorios son por su bien... Además, ¿dónde estarían los hombres sin nosotras? ¿Quién les recordaría que dejen de fumar, de beber en exceso, de comer tanta carne? A ver, ¿quién les diría que hagan ejercicio o que vayan a que les hagan la prueba del colesterol? Que no me cuenten, si no fuera por nosotras, quién sabe qué sería de ellos... Pero me quedé con una duda: ¿Cuáles son nuestras verdaderas razones? Por lo general, las mujeres actuamos como cuchillito de palo y al repetir las órdenes, sólo conseguimos que el cerebro del hombre capte una cosa y ésa es: ¡Qué lata da! Los comentarios molestos les desgastan el alma y a fuego lento, empiezan a cocinar un gran resentimiento porque no hay quién soporte este tipo de trato sin generar rencor. Por otro lado, estoy segura que la esposa del desesperado que me escribe sabe que lo está molestando y no se siente orgullosa de ello; sin embargo, de manera inconsciente, espera que algún día el marido víctima cambie su forma de actuar. No hay que perder de vista que, cuando las mujeres somos latosas constantes, podemos hacer que nuestra relación con el novio, marido o hijos, se deteriore por completo. Dicen los expertos que los hombres, cuando se sienten molestados, se refugian detrás de barreras defensivas que pueden volver loca a cualquier mujer. Estas barreras incluyen elementos físicos como el periódico, la computadora o el control de la televisión y, también, actitudes como cara de difunto, sordera aparente o amnesia. La verdad es que a nadie le gusta ser el receptor de ataques velados, mensajes ambiguos, autocompasión o uno que otro misil de culpa. ¿Por qué nunca funciona esta estrategia de comunicación? La principal razón es que está construida sobre una base de perder/perder que resulta de una mala comunicación. En lugar de decir algo positivo que lo estimularía para mejorar, algo como: ¡Te noto más delgado!, solemos recordarle que prometió ponerse a dieta y no sólo eso sino que elegimos el momento más inapropiado para decirlo, por ejemplo: Cada vez que pide una cerveza. Por supuesto que vamos a lograr que se salga de quicio. No hay nada que acabe más rápido con la pasión de un hombre que el hecho de que su mujer le recuerde su época de adolescente, cuando su mamá no paraba de sermonearlo por todo. Y ojo, cuando una mujer opta por moler a su esposo constantemente, quizá esté usando una forma desesperada de llamar la atención. Tal vez se siente sola, frustrada o poco apreciada. Y ahí puede estar la clave. Recuerda que la comunicación es entre dos: el que expresa un mensaje y el que lo recibe. Si hay fallas entre estas dos partes, el mensaje no se transmite efectivamente y puede ocasionar problemas. Entonces, lo que hay que esclarecer es el verdadero mensaje y determinar si la forma de comunicarlo es la mejor. Desesperado: Si tu mujer es la Reina de las Latosas, puede estar tratando de decirte algo y no le has puesto atención. Y no te culpo porque la razón por la que no lo haces es porque su forma de expresarlo es incorrecta. ¿Por qué no pruebas agradecerle y darle reconocimiento por lo que hace por ti, por tu familia y por tu casa? A veces nadie nota su esfuerzo, nadie aprecia las pequeñas cosas, las de rutina. Invítala a tomar una copa, a platicar. No olvides que el anhelo más grande del ser humano es sentirse importante. Ten por seguro que ella responderá siendo más cariñosa y te dejará de moler, además, se va a establecer una buena comunicación entre ustedes.