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¿Qué le pasa al PRD?

Patricio de la Fuente

El partido del Sol Azteca, como cada uno de los organismos que componen la geometría política de nuestro muy pintoresco país, se encuentra sumido en una grave crisis de la cual esperemos salga avante en un futuro próximo. Y digo esperemos pues considero su participación en la vida mexicana es necesaria si buscamos que la democracia, los procesos institucionales y todo aquello por lo que hemos venido luchando -también léase equidad, libertad y participación ciudadana- continúen desarrollándose hasta que alcancemos un verdadero Estado donde las garantías individuales sean respetadas al pleno y logremos –si es que alguna vez existió- la verdadera dignificación de la política.

Crisis es entendida en el vocablo chino como oportunidad. Hoy los perredistas pueden dejar atrás un debate estéril que a nada los ha llevado con miras a convertirse en una opción real hacia la muy adelantada sucesión de 2006. Dentro de un marco donde los ciudadanos se encuentran cada vez más desmoralizados y lejanos si de política pura hablamos; el PRD bien podría atraer a muchos al redil mediante un debate de las ideas que por encima de todo esté centrado en lo tangible, en aquello que verdaderamente importa y cala hondo en el ánimo de una colectividad sedienta de resultados, no de eternas palabras al viento o quimeras rebasadas por una historia que ya no está dispuesta a pasar por alto aquella lista de yerros constantes que como última consecuencia afectan a una mayoría indefensa mientras no se ponga las pilas y participe.

¿Dónde está el PRD y aquel proyecto de una izquierda comprometida con los más desfavorecidos? ¿Alguien sabe si quedan resabios del humanismo social que durante tanto tiempo los caracterizó y hoy se ha visto eclipsado por una serie de escándalos mediáticos solapados bajo el ala de la impunidad y el olvido? ¿Qué nos depara el futuro si los principios rectores del Sol Azteca son desconocidos por la mayoría de sus militantes?

No señores, el PRD ya no supo ser oposición. Para clarificar el punto sólo basta voltear hacia los legisladores de dicho partido y detenidamente observar su conducta durante las sesiones plenarias: gritos, insultos, negación de la realidad degradando el ejercicio del servicio público amparados por un absurdo y muy cuestionable fuero que les permite operar fuera de los límites de la picardía de antaño. No son todos, sin embargo destacan por agresivos, pedantes, poseedores –en apariencia- de verdades absolutas que los hacen comportarse como verduleras de mercado, olvidando casi siempre su misión ulterior, la del servicio a la nación pues al final de cuentas son nuestros empleados.

Grandes hombres dentro del PRD, eso ni negarlo. Ante los excesos de un neoliberalismo que en la práctica no necesariamente resultó enteramente benéfico para la patria supieron alzar su voz y denunciar los excesos. ¡Cuántos murieron en defensa de aquello que creían justo! Hoy parece se les olvida un pasado si bien turbulento, a la larga halagüeño gracias a sus esfuerzos por denunciar, combatir y no quedarse callados ante los excesos de un PRI que durante setenta largos años condujo al país basándose o emulando un daltonismo peligroso, sin matices, medias tintas o clemencia hacia la voz disidente que clamaba ser escuchada.

Se piensa en el PRD como partido reaccionario y están en lo cierto los que así lo creen. Tan sólo hace una década resultaba imprescindible reaccionar fuera de todo canon ante los excesos del régimen; hoy sin embargo dichos pucheros no caben dentro de una sociedad que si pretende salir victoriosa debe privilegiar el diálogo antes que la confrontación.

No, yo no necesito un PRD populista que imite las viejas fórmulas de un paternalismo revolucionario que a nada nos llevó y si no pregúntenle al pobre Echeverría cómo le fue persiguiendo esquemas pragmáticos, aferrándose al dogma. Como joven necesito una izquierda apasionada, vigorosa, moderna y con una genuina capacidad de autocrítica. A la fecha pienso en Bejarano, Ponce, Robles y demás impúdicas ratas metiéndose dinero a los bolsillos. ¡Lo que dirá Cuauhtémoc Cárdenas! A él lo podemos tachar de lo que sea pero nadie le quita lo honesto, lo congruente.

¿Y quién se va a lanzar como candidato? He ahí el dilema. Primero tienen que resolver sus pasivos; lograr presencia en los estados; unificar a las corrientes en torno a una misma voz que agrupe todo un sentir. Se necesita que los mejores cuadros del perredismo antepongan sus intereses de grupo y piensen en México como la ejemplificación de la desesperanza, como un lugar donde todavía cabe soñar en paraísos. Queremos un proyecto transexenal que vaya encaminado al bien social, una especie de España: o todos coludos o todos rabones pues si no jalamos parejo nos va a llevar la tiznada.

Basta de diálogos, fuera las interminables mesas redondas. ¿Acaso se les olvida que moralmente están obligados a velar por los más altos intereses patrios? Si piensan en la política en términos de un negocio redondo mejor váyanse a su casa, donde seguramente harán menos daño. Si siguen así se quedarán solos en el desierto, gritándole al vacío.

Recuerden que lento pero seguro los mexicanos hemos logrado ser más analíticos, menos olvidadizos y más renuentes a comprar las historietas de siempre. Ya no nos cocemos al primer hervor. ¡Pónganse a trabajar y dejen de chillar!

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