EFE
PEKÍN, CHINA.- China está viviendo una apertura económica y social que, en muchos aspectos, recuerda a la que vivió España a partir de la década de 1960 y que es útil para comprender el mundo de los negocios en el gigante asiático.
?Aquí he encontrado costumbres muy similares a la España de los sesenta, cuando se inició el primer Plan de Desarrollo. En China ahora está pasando lo mismo, pero con diferencias?, declaró a EFE Vicente Franch, director general de la empresa Applus+ en China.
Franch no es el único directivo de las 200 filiales de empresas españolas que hay en China que ha detectado estas similitudes.
Las semejanzas de la apertura alcanzan el ámbito social, como la presión demográfica del campo a las ciudades del litoral, la emergencia de una clase media, el acceso al consumo y una transición tutelada por fuertes controles políticos: la tecnocracia franquista y el control del Partido Comunista de China (PCCh).
?Ambos países inician su apertura desde un período de desarrollo autárquico y vienen acompañadas de una reconversión industrial de sus empresas estatales?, declaró a EFE Luis Cacho, primer consejero de la Oficina Comercial de la embajada de España en China.
Por su parte, Franch reconoce que su experiencia en la burocracia del ministerio de Industria de las décadas de 1960 y 1970 fueron de gran utilidad cuando se ofreció a dirigir la filial en China hace dos años.
?China está en la época de la ?letra de cambio? de los años 70 en España?, añade Cacho al hacer referencia a la adquisición por parte de la clase media china de viviendas y automóviles.
Aunque con diferencias: la España de entonces tenía una falta de capacidad de ahorro interno, mientras que China tiene elevadas tasas de ahorro.
Según Jorge Dajani, consejero de la Oficina Comercial de Shanghai, la mayoría de los problemas con los que se encuentran las firmas españolas en el país asiático son de recursos humanos, de propiedad intelectual y fiscales.
El abismo cultural entre ambos países afecta también al ámbito de los negocios: la barrera idiomática, las eternas reuniones de negocios con las autoridades locales, la lentitud burocrática y algunas costumbres sociales que muchos han olvidado.
?Nací en los cuarenta y en China he encontrado costumbres muy similares a las que teníamos, como por ejemplo escupir: en las peluquerías y bares de entonces había ?escupideras?, recuerda Franch.
No hay que olvidar que España inició su proceso de apertura con una población agraria de menos de un 20 por ciento, mientras que en China ese porcentaje es de más del 60 por ciento, por lo que los usos rurales son inevitables.
La lista de similitudes se puede alargar: incremento de la competitividad en los sectores manufactureros, adquisición de nuevas tecnologías y la apertura como motor para el desarrollo.
A pesar de ello, un 90 por ciento de los ejecutivos no se adaptan a la manera de hacer negocios en China, en ocasiones por desconocimiento y por prejuicios.
?Hay que dejar claro que China no es un país comunista?, declaró a oan Cornet, ex secretario de la Cámara de Comercio de España en China y con más de 20 años de experiencia en el país.
Según el empresario, ?China nunca ha sido un país comunista, aquí la ideología no pesa, no tienen un sentimiento marxista y el leninismo es un sistema que asegura el poder del PCCh, pero que no se puede ligar al comunismo?.