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Quince minutos de infamia del PRD

Jorge Zepeda Patterson

Hace diez años el PRD instaló a Irma Serrano en el Senado de la República. La dirigencia perredista fue la única que no percibió el riesgo al que se exponía al adherirse a un personaje sin ideología, rehén del escándalo y el ridículo. Un tiempo después, avergonzado, el partido se vio obligado a desvincularse de la senadora. Hoy está a punto de hacer algo similar con otro personaje rocambolesco: el Presidente depuesto del municipio Benito Juárez (Cancún). Menos estrafalario que La Tigresa, pero bastante más siniestro.

La semana pasada el Gobierno de Estados Unidos alertó a sus ciudadanos para que extremen precauciones en caso de viajar a Cancún. El pretexto son los dimes y diretes, marchas y contramarchas que ha provocado la destitución del Presidente Municipal de Cancún. El asunto no ha pasado de un zafarrancho entre un centenar de manifestantes y un par de breves bloqueos, pero la paranoia estadounidense se las ha arreglado para convertirlo en zona de riesgo para el turista. Es un aviso lamentable, porque considerando la histeria que caracteriza a la opinión pública de los yanquis, una zona de riesgo se convierte en el imaginario en una “zona de guerra”. Detrás de este “incidente internacional” no hay más que una típica historia de subdesarrollo político y megalomanía de un funcionario que se las ha arreglado para vivir entre proyectores sus quince minutos de infamia.

Sin duda, Juan Ignacio García Zalvidea, “Chacho”, es un personaje pintoresco. Un ex guía de turistas dicharachero y claridoso, con un hermano con antecedentes por lavado de dinero en hotelería y vínculos con el narcotráfico, decidió buscar una carrera política. En los 90s el PAN lo lanzó como candidato a una diputación federal. Inmediatamente se convirtió en un candidato populista y simpático, dotado de una gran habilidad para prometer cualquier cosa. Desde el día en que ganó la diputación aseguró que sería el siguiente alcalde de Cancún. Desvinculado del PAN por armar un escándalo en la Cámara, el PVEM lo hizo presidente municipal a principios de 2002.

Lo que sigue es una historia de terror. Apenas cruzó la puerta de su nueva oficina, anunció que se convertiría en el siguiente gobernador de Quintana Roo. En sí mismo eso no es deleznable. Una legión de políticos ha intentado algo similar. Fox comenzó a pensar en Los Pinos en cuanto se convirtió en gobernador. Pero Fox no dejó de pagar los servicios básicos del Gobierno de Guanajuato para financiar su siguiente campaña. Chacho llevó al extremo la curiosa tendencia que tienen algunos funcionarios en considerar el presupuesto como parte de su patrimonio personal. La nueva administración inventó aviadurías, giras por todo el estado, fiestas, regalos y comidas y se olvidó de buena parte de las responsabilidades económicas del Gobierno. Pronto había doblado la nómina con compromisos de campaña. El municipio fue declarado en bancarrota con una deuda cercana a 500 millones de pesos. Una deuda que supera varias veces el potencial de sus ingresos.

Paradójicamente, el candidato simpático se transformó rápido en el funcionario irascible. Chacho no puede entender la irritación de los ciudadanos, funcionarios federales y estatales y, sobre todo, proveedores, que ven con alarma la inhabilidad creciente del municipio para pagar sus obligaciones básicas. En diciembre pasado mientras la empresa responsable de la recolección de basura, Tribasa, amenazaba con la suspensión del servicio por una deuda impagada de 30 millones de pesos, el presidente municipal gastaba cinco millones de pesos en una cena popular, seguida de regalos por siete millones el Día de Reyes.

Finalmente, como es sabido, el cabildo destituyó al alcalde amparado en una colección de anomalías (demandas de proveedores, amenazas de huelga por salarios impagados, denuncias de corruptelas). Chacho había perdido el apoyo del PVEM desde hace tiempo, entre otras cosas por sus deslealtades políticas. En su destitución, apoyada por el gobierno de Hendricks, de filiación priista, convergen todas las fuerzas políticas que mantienen agravios con el presidente municipal por una razón u otra. Esto le ha permitido a Chacho asegurar que hay un complot en su contra. Quizás eso explica el súbito enamoramiento del PRD con este personaje. Aquejados del mismo síndrome, hermanados en el delirio de persecución, el PRD y Chacho desean unir destinos en Quintana Roo. Leonel Godoy, el dirigente máximo del PRD, visitó Cancún hace unas semanas para apoyar la lucha de Chacho. Todo indica que el PRD se propone lanzar a tan finísima persona como candidato a la gubernatura de Quintana Roo (en el supuesto de que Chacho salga libre de los cargos por los que se encuentra detenido, luego de agitar a sus seguidores en una manifestación violenta, hace unos días).

La sociedad necesita de partidos sólidos de todo el espectro político. La izquierda es heredera de las corrientes que pugnan por mayor igualdad y más justicia. Quizás la izquierda carece de la visión práctica y eficaz de la derecha para operar el mundo material. Pero la izquierda aporta el componente de dignidad, utopía e imaginación que toda comunidad requiere para aspirar a una vida más justa. Habría que explicarle al PRD que no hay ninguna dignidad en el oportunismo cínico de buscar algunos votos a través de personajes siniestros y ridículos como La Tigresa o Chacho.

(jzepeda52@aol.com)

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