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Radiografía Social| La familia ya no es como antes...

Cristal Barrientos Torres | El Siglo de Torreón

Los hogares son hoy dinámicos y laxos

En La Laguna se tiene una visión más liberal.

Torreón, Coah.- El concepto tradicional de la familia ha cambiado. La incorporación de la mujer a la actividad laboral, el surgimiento de guarderías y la opción del divorcio, son sólo algunos factores decisivos en su evolución.

Por eso, en las fotografías familiares ya no aparecen todos juntos. Ahora, en muchos casos, es frecuente observar sólo a la madre o al padre, con sus hijos.

A patir de la década de los sesenta, la familia tradicional mejor conocida como nuclear —compuesta por ambos cónyuges y sus hijos—, se transforma para estar acorde a las necesidades de la nueva sociedad.

Para sociólogos y psicólogos, es un error calificar como disfuncionales a las familias monoparentales —donde sólo habita uno de los cónyuges debido a una separación, divorcio o viudez—, pues el hecho de que los hijos vivan únicamente con su padre o su madre, no significa que no sea un hogar.

Muerte en vida

Para Laura Orellana Trinidad, investigadora y catedrática de la Universidad Iberoamericana (UIA), Plantel Laguna, antes las familias, más que por amor, se mantenían unidas porque no tenían opción. Y es que el divorcio para una mujer era como estar muerta en vida.

El surgimiento de la familia nuclear tiene dos siglos. En otras épocas los matrimonios acostumbraban vivir en casa de los suegros y todos los integrantes, sobre todo los abuelos, fungían como autoridad con respecto a los hijos y nietos.

Posteriormente, en la familia nuclear el padre es la única autoridad. Y como en ese tiempo no existía el divorcio, quisieran o no, la pareja debía mantenerse unida. A pesar de que era una costumbre que el esposo tuviera su “casa chica”, siempre prevaleció la idea del respeto a la esposa, es decir, ésta nunca se enteraba de las infidelidades de su marido porque nada de lo que ocurriera fuera del hogar le debía incumbir.

“Esa situación cambia con los movimientos feministas y con la posibilidad del divorcio. La separación legal comienza muy pronto en México en comparación con otros países donde todavía no está permitida”.

Además, la Iglesia Católica representaba un impedimento muy fuerte porque una mujer divorciada estaba fuera de la religión y entre otras cosas, no podía comulgar.

“En la medida que la mujer se integra a la vida laboral, la idea que se tiene de la familia se modifica. Eso trajo muchos cambios pero el problema fue que a los hombres no les gustó”.

En siglo XIX los roles del hombre y la mujer estaban bien definidos: el padre se encargaba de la manutención pero se desligaba de los problemas emocionales de los hijos; por su parte, la madre era la responsable de todas las tareas domésticas.

El cambio de roles se da en el siglo XX. Los problemas surgen porque cuando la mujer comienza a trabajar el hombre siente que le están quitando su misión de la vida: mantener a la familia. En consecuencia el esposo también se involucra en las actividades domésticas o en el cuidado de los hijos.

“La familia se modifica y ahora está en un proceso de cambio donde la familia nuclear va a seguir manteniéndose pero también habrá otros tipos, como la monoparental”.

Según la investigadora, el divorcio, lejos de representar un problema, abre distintos caminos, pues considera que es mejor una separación legal a vivir una relación donde no hay crecimiento personal.

“En la década de los sesenta, el divorcio empieza a ser más aceptado, antes una divorciada era una muerta en vida, sus hijos no se juntaban con otros de su edad, me contaron del caso donde una mujer se casó con un divorciado y su madre le dejó de hablar durante diez años, además le pedía a sus familiares que no visitaran a su hija porque estaba viviendo en pecado”.

Laura Orellana señala que no es que en la actualidad no haya valores, sino que éstos se han transformado: “sí, las familias estaban unidas, pero había muchas parejas que sufrieron porque tenían que estar juntos, no había la posibilidad del divorcio, eran unidas entre comillas”.

Y añade: “no hay más hogares disfuncionales, es relativo porque antes no había tanto afecto y los problemas se ocultaban. Disfuncional ¿en relación a qué?, si es en base a la idea de papá, mamá e hijos, entonces sí, pero si hablamos de otro tipo de familia sólo son vidas diferentes, eso es lo que trajo la modernidad”.

Generación “sin pechuga”

En opinión de Sergio Garza Saldívar, psicólogo y catedrático de la UIA Laguna, una de las instituciones sociales que más ha sufrido cambios ha sido la familia y en consecuencia, los papás atraviesan por una crisis al dejar de ser la figura autoritaria del pasado.

Ahora los hogares son más dinámicos y laxos, teniendo como resultado el incremento en el índice de divorcios. La Comarca Lagunera ocupa los primeros lugares en el Estado, según informa el catedrático.

“Eso marca o da un elemento de cómo se está moviendo la estructura familiar, el que haya muchos divorcios puede implicar más libertad para mantener un contrato o no, pero también habla de una búsqueda, eso es un reflejo de la crisis”.

La vida familiar, dice, cambia para responder a las nuevas expectativas. Hace 40 años la madre se quedaba con los hijos en casa y la función primordial del papá era ser el proveedor. Había roles y líneas de autoridad muy definidos.

“Hoy en día hay una crisis por la que atravesamos los papás porque no nos queda claro hasta dónde ejercer una autoridad y hasta dónde dar una libertad, si acercarnos más afectivamente o poner límites, estamos tras la búsqueda de algo”.

Sergio Garza Saldívar considera que los padres de familia no han podido ubicar esa libertad ni la posibilidad de ejercer de manera más personal y auténtica su papel.

Los padres de familia de hoy, considera, fueron hijos de un modelo muy diferente al que se vive en la actualidad, pues los referentes culturales y experiencias que tuvieron no tienen que ver con el presente, se quedaron en esa transición rápida que se dio durante las últimas décadas.

“Se dice que los papás que tenemos entre 35 y 50 años somos de la generación ‘sin pechuga’, la idea es que cuando nosotros fuimos niños si se comía pollo en la casa, la mejor pieza, es decir, la pechuga, era para el padre, él era el que tenía siempre la mejor parte”.

En la actualidad la mejor pieza del pollo es para los hijos. La etapa donde el padre era la autoridad ya pasó y ahora los niños son lo importante. El problema dice, es que la transición no acaba de ser ubicada.

Sin embargo, el psicólogo considera que es un error llamar a las familias disfuncionales porque significa que cualquiera que se salga del concepto tradicional es diferente.

“Más que hogares disfuncionales es la búsqueda de la conformación de una familia más acorde a las necesidades individuales, particulares de los miembros que la conforman, eso nos lleva a muchos modos de ser o de estar en la familia”.

Ahora, dice, las dinámicas se resuelven de acuerdo a las necesidades que se van presentando: “es donde veo la oportunidad de crecer, de ser más auténtico, pero también implica un esfuerzo extra por parte de los miembros de la familia y en lugar de hacer algo por mantener esa dinámica se opta por el retiro, por darle la vuelta a la hoja y pasar a otro capítulo”.

“Al filtro”

La socióloga y catedrática de la Universidad Autónoma de Coahuila (UA de C), Gabriela Aguilar Ramos, explica que a principios del siglo pasado la familia lagunera era muy similar a la del resto del país, pero con una diversidad de expresiones culturales.

Y es que, dice, se debe considerar que la formación de La Laguna fue con gente extranjera o de otras partes del país. “Esto viene a plantear diferentes formas de concebir a la familia, es decir, sí había el concepto de la familia tradicional pero no tan rígido como en otras ciudades o estados”.

A pesar de ser tradicionalistas, las familias laguneras tenían una visión más liberal. Explica que en la búsqueda de mejores condiciones de trabajo, a partir de la década de los sesenta comienza la migración hacia otras regiones, pero sobre todo hacia los Estados Unidos.

Y además se da otra migración con diferente carácter: por la cercanía de la frontera, muchos jóvenes se van a estudiar a los Estados Unidos. Ambas situaciones influyen en la expresión cultural de la región y en el traslado de valores de una sociedad diferente, como la norteamericana, a la Comarca Lagunera.

“Eso nos da una visión de la familia más abierta, más liberal aunque definitivamente conservando los mismos principios y valores familiares, sin que haya, como se ve en otros estados, relaciones muy estrechas donde tienden a conservarse todavía muy unidos en el mismo seno”.

En La Laguna, los valores de la unión son iguales pero no es necesario que la familia tenga que estar bajo el mismo núcleo o techo. “Sí ha habido modificaciones en el último siglo y a eso le agregamos el surgimiento de los derechos de la mujer, derivados en gran medida de su incorporación al trabajo”.

Eso también replanteó la estructura familiar, es decir, antes los niños estaban bajo la tutela directa de la familia pero hoy los cuidan en los centros educativos, guarderías y gente extraña, considera la catedrática.

Los niños han tenido que adaptarse al nuevo esquema pero a decir de Aguilar Ramos, hay un esfuerzo por seguir manteniendo los valores de la estructura familiar, lucha que es difícil si se considera que las condiciones económicas no permiten a los padres estar ligados a la formación de sus hijos.

“Hoy es sumamente difícil, en algún momento las abuelas se hicieron cargo del cuidado de los nietos, ahora estamos en un plano generacional donde las madres y abuelas trabajan y entonces los hijos están bajo el cuidado de personas extrañas al entorno familiar.

“Recuerdo el hijo de una compañera que cuando le preguntaban cómo se llamaba decía su nombre y al final agregaba ‘al filtro’. El pequeño estaba en una guardería y al momento que llegaban los papás por ellos les decían: ‘Juanito Pérez al filtro’, lo que les querían decir es que pasaran al lugar donde los recogerían, por eso el niño se presentaba así y ya después entendió que no era parte de su apellido”.

Gabriela Aguilar Ramos señala que los cambios en la estructura familiar más que positivos o negativos son resultado de una necesidad, pues hay una realidad en México que obliga a hombres y mujeres a incorporarse a la actividad laboral.

“Hay quienes plantean que el resultado ha sido negativo sobre todo porque el niño no desarrolla una identidad social clara al no ser educado los primeros años de su vida en el hogar, acción que le impide incorporarse al entorno de manera positiva”.

Pero la socióloga señala que no necesariamente el cambio se debe calificar como negativo. Y es que considera que la mujer no es la única responsable de formar al niño y garantizar su adaptación al entorno social porque eso es un proceso de todos.

“Es un problema de carácter estructural, qué están haciendo las instituciones como el Estado, el Gobierno, la Iglesia, con la parte que les toca en la formación del individuo, los problemas no son porque no haya esa estructura familiar tradicional”.

Sólo una utopía

Roberto López Franco, psicólogo y director de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Autónoma de Coahuila (UA de C), habla sobre la etapa ideal no sólo de la familia lagunera sino de la mexicana, la cual se caracterizó por la falta de lugares de esparcimiento.

En esa época las áreas para la recreación y utilización del tiempo libre eran mucho más raquíticas de lo que hoy en día son, de tal manera que la familia tenía muchos espacios de convivencia.

“Se habla de la etapa ideal de la familia mexicana, incluyendo la lagunera, en donde aparentemente había armonía porque se organizaban muchas reuniones familiares, pero las cosas no eran así en realidad”.

López Franco asegura que más que armonía había un control estricto sobre las conductas y comportamientos, además los roles estaban bien definidos.

Desde el punto de vista psicológico, una familia funcional es aquélla que enfrenta cualquier tarea que se le presente sin tanta ansiedad y de manera propositiva, orientada a solucionar cualquier conflicto.

“Obviamente en aquella época no quiere decir que todas hayan sido funcionales porque una familia es disfuncional cuando no atiende las necesidades básicas y afectivas de los integrantes, de los hijos”.

Dice que una madre de 14 hijos qué tiempo iba a tener para atender las necesidades psicológicas del mayor si ya estaba embarazada del séptimo: “tenemos familias disfuncionales que existieron en 1940 o 1950”.

El catedrático explica que en ese tiempo el núcleo familiar al ser tan cerrado no permitía que se ventilaran las problemáticas como hoy en día sucede: “siempre hubo niños golpeados, incestos, violaciones, lo que pasa es que antes se manejaban con mucha discreción y en la actualidad es al contrario, es importante que se ventile socialmente ese tipo de problemáticas”.

En consecuencia el divorcio se ha convertido en una opción para resolver esos conflictos familiares, forma parte de un relajamiento de las estructuras sociales, por eso la separación legal encuentra un eco positivo tanto en la familia, en el trabajo y entorno social.

La llegada de la industria a la Comarca Lagunera marca la transición de la familia tradicional a la monoparental porque la mujer se incorpora a la actividad laboral y comienzan a sentir los beneficios de percibir un salario.

En el sexenio de Luis Echeverría se construyó una gran cantidad de guarderías con el objetivo central de atender a los hijos y a las hijas de las mujeres que se incorporaban a la planta productiva.

“También es cierto que a partir de ese momento empiezan a aparecer otro tipo de fenómenos, entre ellos, el tener que ir a ver a un psicólogo porque los niños y las niñas ya no permanecen tanto tiempo con el padre o la madre, comienzan a presentar síntomas psicológicos que obligan a buscar la atención de un especialista”.

Los hijos al no tener la atención privilegiada inmediatamente presentan una serie de trastornos psicológicos que no se veían en otras etapas de la historia: “es el pago que tiene que hacer la madre y la sociedad por incorporar a las mujeres a la actividad laboral”.

Influencia negativa

Roberto López Franco asegura que la influencia de los medios masivos de comunicación, sobre todo de la televisión, es negativa por el tipo de valores que presenta y la forma en que modela los comportamientos familiares.

“Cualquier programa muestra una familia desquiciada, desorganizada, disfuncional, en la cual las conductas y comportamientos que modela la televisión son inadecuados e indignos de ser imitados”.

Aclara que no es que la televisión diga a las personas cómo deben comportarse pero al menos sí presentan al televidente modelos acerca de cómo podrían responder ante ciertas situaciones o circunstancias.

Un futuro incierto

Ante las circunstancias actuales, Sergio Garza Saldívar prevé una crisis más acentuada al interior de la familia, un mayor número de hogares monoparentales a consecuencia del divorcio, sin embargo considera que el hecho de que los hijos convivan con las nuevas parejas de sus padres no es algo amenazante.

“Seguirán existiendo experiencias de rupturas conyugales donde los que salen perdiendo son los niños por la manera en que se dan, por la falta de claridad en que se manejan estos conflictos”.

Considera que el matrimonio entre los jóvenes será más tardío, tendrán menos hijos y habrá quienes se decidan por el camino de la soltería: “no se quieren arriesgar por temor al desencanto, es parte de una crisis que no es más que un período de crecimiento y búsqueda”.

Atrás, dice, quedarán las relaciones estereotipadas e institucionalizadas, pues parte de la crisis es encontrar una expresión más auténtica: “la apuesta es decir: ‘quiero vivir el futuro con alguien, quiero formar una familia, pero hay conciencia para arriesgarte a tomar esa decisión y aventarse al ruedo”.

Actitudes valorales

Durante la segunda mitad de 1997 y la primera de 1998, se llevó a cabo un estudio titulado “El perfil social de las familias laguneras”. La muestra seleccionada fue de casi mil hogares distribuidos en forma proporcional entre Torreón, Gómez Palacio y Lerdo.

El trabajo se realizó con el esfuerzo de cuatro investigadores de la Universidad Iberoamericana, Plantel Laguna, Iscytac-La Salle, Universidad Autónoma de la Laguna y Universidad Autónoma del Noreste. El Gobierno del Estado de Coahuila, financió el proyecto.

De ese esfuerzo surgió el tomo “Actitudes valorales de la familia lagunera” de Sergio Garza Saldívar, editado por la Universidad Iberoamericana. Las acciones presentadas a los encuestados fueron: actitudes hacia el bien común, bienestar y seguridad personal, problemáticas sociales, conducta sexual y relaciones de género, cada uno con diferentes ítems relacionados.

Algunos de los resultados arrojados por la investigación fueron: al observar los índices promedios en cada una de las áreas, se puede decir que, exceptuando las actitudes hacia las relaciones de género, los encuestados muestran muy poca flexibilidad moral, o lo que es lo mismo, se presentan estrictos y rígidos frente a la mayor parte de los indicadores.

En donde se encontraron mayores índices de flexibilidad fue en los ítems: el divorcio, relaciones sexuales premaritales y relaciones de género.

Es decir, hay una aceptación cada vez más generalizada de la ruptura del contrato conyugal y del acceso a la vivencia de la sexualidad de forma más libre e independiente. Además, la población muestral manifesta justificar relacionas más igualitarias entre los hombres y las mujeres.

En un análisis general se da a conocer algunas cuestiones significativas: son las generaciones más jóvenes las que presentan mayor flexibilidad moral. Y las mujeres muestran una ligera tendencia a ser más liberales que los varones.

Los resultados son considerados importantes dado que manifiestan una igualdad de perspectivas actitudinales de acuerdo al género de pertenencia, situación que sólo puede ser explicada tomando en cuenta los cambios que en los patrones de relación entre hombres y mujeres en general y en lo particular a la creciente participación del sexo femenino en la vida pública de las últimas décadas.

De lo anterior se infiere que, en la actualidad, las familias son dirigidas –en su mayoría- por padres y madres que poseen una flexibilidad moral de acuerdo a sus rangos de edad.

Día de celebración

El 15 de mayo de 1993 fue proclamado como Día Internacional de la Familia por la Asamblea General de las Naciones Unidas, con el propósito de destacar la importancia que la comunidad internacional le otorga a los hogares como unidades básicas de la sociedad y su preocupación por la situación de éstas alrededor del mundo.

De acuerdo al Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), en la última década del siglo pasado, las familias mexicanas crecieron a una tasa de 3.1 por ciento anual, al pasar de 15.2 a 20.8 millones de hogares.

Y en este período, los hogares encabezados por mujeres

aumentaron casi al doble de proporción que los dirigidos por hombres. Como parte de la celebración este 15 de mayo del Día Internacional de la Familia, el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) informa que el más reciente censo registró 22.3 millones de familias en el país.

* En la década pasada se incrementaron en mayor medida las familias con jefatura femenina, con 5.1 por ciento anual, que las de jefatura masculina, con 2.7 por ciento.

* Las familias encabezadas por un jefe pasaron de 12.9 a 16.9 millones y aquéllas con jefa de 2.3 a 3.9 millones.

* La proporción de familias en las que se reconoce a una mujer como jefa es de 18.7 por ciento y este porcentaje es mayor en 15 entidades del país donde destaca el Distrito Federal con 23.2 por ciento; Guerrero 22.3 y Morelos con 21.2 por ciento.

* En contraparte, 16 estados registran proporciones menores al indicador nacional como Nuevo León con 14.4 por ciento y Chiapas y Coahuila con 15.1 por ciento cada uno.

Con base en las relaciones de parentesco de sus integrantes, las familias se clasifican en dos grandes grupos: las nucleares, que se conforman por la pareja conyugal y los hijos o por el jefe o jefa con sus hijos.

El segundo grupo son las extensas, que se forman por un hogar nuclear con otros parientes y no parientes del jefe o jefa, o también por el jefe o jefa y otros parientes, donde puede haber no parientes.

* De cada 100 hogares familiares, 74 son nucleares y 26 extensos, pero de 1990 a 2000, los segundos tuvieron mayor incremento, sobre todo aquéllos que tienen como jefe a una mujer.

* Las composiciones familiares muestran diferencias contundentes por sexo del jefe. De las familias dirigidas por un varón 82 de cada 100 son parejas con hijos y alrededor de 12 son parejas sin hijos; en contraste, de las familias con jefa, 74 de cada 100 se conforman por la jefa con sus hijos, 13 son parejas con hijos y diez son jefas sin su núcleo familiar.

* Los mexicanos que forman familias suman casi 93.7 millones, 51.4 por ciento son mujeres y 48.6 por ciento hombres, lo cual muestra un equilibrio en las proporciones por sexo.

Fuente: Notimex

La comparación

Amparo de Llanas dice que la vida antes era más bonita, sobre todo porque el sueldo del esposo alcanzaba para mantener a la familia. A sus 64 años asegura que hay cosas que no dejan de sorprenderle. Es madre de 13 hijos y abuela de 30 nietos.

“Nunca me imaginé ver una mujer trabajando, creí que todo sería igual pero no, todo ha cambiado. Mis hijas todavía me ayudaron con el quehacer de la casa pero ahora las nietas no quieren ni levantar un zapato del suelo, por eso creo que es importante que a las mujeres se les enseñe a que sean buenas esposas y madres”.

Cuando sus hijas comenzaron a trabajar no dejaba de pedirle a Dios que las protegiera de todo mal. Sentió mucha tristeza pero luego comprendió que era necesario porque la vida es más cara y el dinero ya no alcanza para nada.

Además, dice, las mujeres ya no aguantan como antes a los esposos y se divorcian cuando tienen poco tiempo de casadas. Reconoce que su esposo sí le era infiel, pero se conformaba con que no dejara de darle dinero para mantener a sus hijos.

“Siempre ha sido eso de que el hombre tenga otra, pero ahora son descarados, no sienten vergüenza, antes lo ocultaban y uno se daba cuenta porque llegaban tarde, ahora se los encuentran en la calle y no llegan a dormir”.

Pero Amparo nunca pensó en divorciarse. Cree que las esposas no deben pelear con sus maridos, ni siquiera cuando son infieles, porque el matrimonio es para toda la vida: “tanto el hombre como la mujer tienen la culpa, es que los dos quieren ganar y los niños son los que más sufren”.

Amparo cuida a sus nietos porque dice, no quiere que los lleven a una guardería: “pero por el trabajo ya no los puede cuidar, prefiero hacerme cargo de los niños porque a lo mejor en esos lugares los regañan, además como no están acostumbrados los pobrecitos lloran mucho”.

Lo más difícil para Amparo de haber tenido 13 hijos era ir al mandado porque no podía con todos, así que los más grandes cuidaban a los pequeños. También era pesado lavar tantas mantillas, es que antes no había pañales desechables.

“Ahora de broma les digo a las mujeres que tienen que tener más hijos porque el mundo se va a acabar porque ya no hay niños, pero no, no es cierto, ya no es tan fácil mantenerlos, educarlos”.

Una de las cosas que Amparo considera muy importantes es que las madres, sobre todo las jóvenes, deben inculcarle a sus hijos el temor a Dios y el respeto a sus mayores: “es que en la escuela ya ni les enseñan eso, por eso hay tanta maldad, sabrá Dios qué estará bueno hacer para que se acabe todo eso, no sé ni que pensar, todo debería de ser como antes”.

LA OTRA CARA DE LA MONEDA

La otra cara de la moneda: Laura, su nombre es ficticio, se casó como muchas mujeres: enamorada, pero también porque estaba embarazada. Ambos estudiaban pero con el nacimiento de su hija, su esposo tuvo que dejar la escuela y comenzar a trabajar.

A falta de una casa propia, primero vivieron con los padres de Laura, sin embargo los problemas comenzaron, luego se fueron a vivir con sus suegros. Tampoco resultó. Al poco tiempo consiguieron una vivienda modesta y decidieron comenzar una vez más.

Pero como el sueldo de su marido era insuficiente, los conflictos siguieron. Lo que Laura ya no soportó fue la infidelidad de su esposo. Decidió abandonarlo y regresar a vivir a casa de sus padres de donde dice, nunca debió haber salido.

Con el tiempo terminó la escuela, después consiguió un trabajo. A pesar de que su madre le ayuda a cuidar a su hija, le gustaría tener más tiempo para dedicárselo: “no sé si me vaya a casar otra vez, ni siquiera me he divorciado, lo único que espero es salir adelante con mi niña y encontrar un empleo mejor pagado”.

Para Laura el hecho de estar sola con su hija no significa un impedimento para ser feliz. “La verdad creo que estoy mejor así, era demasiada humillación tener que aguantar las infidelidades de mi esposo, en eso se gastaba el dinero, era por eso que no nos alcanzaba para nada. Ahora mi hija y yo vivimos mucho mejor, afortunadamente mis padres no han dejado de apoyarme”, concluye.

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