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Realidad social | Una infancia perdida

CECILIA AGUILAR ACUÑA

EL SIGLO DE TORREÓN

Alejandra no puede esconder las lágrimas cuando ve a su hija convertida de repente en una mujer adulta.

TORREÓN, COAH.- Las lágrimas ruedan lentamente sobre las mejillas de Alejandra por lo desesperante de su situación. Se llena de angustia al reconocer que su viudez le está robando a sus hijos la alegría de su infancia.

Hace más de un año su esposo murió debido a un padecimiento en sus riñones. La responsabilidad de sacar adelante a tres infantes, no es para ella una carga, pero sí ha generado una desestabilidad en su hogar.

Lucía, la mayor, iba a cumplir 13 años cuando por iniciativa propia le comentó que tenía que trabajar. La viuda sintió un vuelco en el corazón cuando con voz firme escuchó eso. No pudo evitar que escaparan sus lágrimas cuando notó el rostro de su pequeña convertido en el de una mujer adulta.

En vida de su esposo, la situación económica de la familia no era muy desahogada. Él descargaba material en un supermercado ubicado en la Central de Abastos de esta ciudad, así que no tenía un sueldo muy decoroso. Gracias al apoyo de uno de sus compadres, apenas empezaba a trabajar como mesero en fiestas particulares los fines de semana donde buscaba alcanzar un ingreso extra.

Nunca pudieron ahorrar un cinco, aunque se lo propusieran. Fue así que Alejandra se quedó a cargo de Lucía, de Ana Martha de 12 años y de Ernesto de 11. Todos van a la escuela, aunque con mucho sacrificio para ella. A su pesar, no tuvo más remedio que permitirles trabajar en Soriana en el programa de Niños Empacadores que maneja el Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF).

Al cumplir los 14 años, Lucía tuvo que dejar el oficio, pues el reglamento establece esa edad como límite para desempeñar ese trabajo. Sus hermanos entraron en su relevo. Mientras Alejandra piensa todo esto, mantiene sus manos ocupadas en una de las muchas prendas de vestir que tiene que planchar para poder ganarse un dinerito, pues ahora la hace de padre y madre.

No deja de llorar, pues le duele que sus hijos estén viviendo una realidad muy dura, mejor dicho, cruel.

Establecer la diferencia

La dinámica de la vida de Alejandra cambió por circunstancias naturales. Sin embargo, los “cerillitos” de Soriana son infantes en una situación familiar por lo general, buena. Ellos están obligados a no bajar su promedio de ocho puntos.

Cuando un pequeño necesita trabajar, expone el psicólogo clínico, Humberto Guajardo Acuña, es porque se encuentra en situaciones especiales. Pero “un trabajito” a un menor de 13 a 14 años, no le hace daño si está bien manejado.

Los que trabajan en la calle, realmente están dejados de muchas cosas. El que vende chicles, el payasito, el traga fuego; son niños con dificultades muy graves, con problemas no sólo de carencia material o económica, sino también de personalidad y autoestima. Menores que frecuentemente sienten el ambiente agresivo, por lo que probablemente de grandes, serán personas que agredan.

Muchas veces la familia fomenta esto. “En el pasado desfile de la Primavera, vi a un joven papá con toda la facha de un ‘cholo’ y su cabello recogido en una ‘colita’ y a su hijo de dos años vestido exactamente igual”.

Los papás de ese muchacho grande, explica, con seguridad se están quejando de ese hijo y éste a su vez lo hará con el pequeño que trae en brazos, “porque esto es una cadena que tiene que ver con la idiosincracia, pero también en cómo nos estamos manejando”.

Por lo general, un derecho surge por cumplir una obligación, pero los niños que trabajan en la calle lo tienen por sí mismos. El asunto es que no son llevados a cabo, no son respetados y en muchos de los casos son violados.

Existen muchas redes de gente que trabaja con los pequeños y los ponen a vender. Pero esto no es nuevo, es una historia de siempre que enseña la vulnerabilidad del infante.

Disfunción familiar

En 1970, México firmó la Carta de los Derechos de los Niños. Y lo hizo porque señala que en cualquier país, por su esencia, ellos tienen derecho a ser cuidados, alimentados y protegidos, pero nada se cumple, asegura Guajardo Acuña.

Cada vez, a más temprana edad, los infantes se sienten inconformes con su familia. Les entra la valentía y se salen de la casa. Probablemente porque no tienen papá, pero sí un padrastro golpeador que los obliga a emprender el vuelo. “Muchas de las pesquisas son de pequeños que se escaparon porque ya no soportan estar en su casa, se sienten fuertes y dicen, ya no quiero estar con mi mamá...”.

Esto tiene que ver con los sistemas familiares presentes en la sociedad. La familia es el vínculo básico, no puede exitinguirse, considera el psicólogo clínico. “Tenemos la experiencia de los Estados Unidos, donde se acabó la familia y se está acabando la sociedad. Por eso es indispensable que aprendamos de nuestro vecino de arriba, porque nos está pasando lo mismo”.

Relata la problemática de una película que califica como muy interesante llamada A los Trece, la cual habla de dos chicas de esa edad. Una llega a la secundaria donde estudia la otra. La nueva es la sofisticación personificada. La muchacha que la admira, se convierte después en una “chava gruesa”, porque a esa edad a la “moderna”, le encantaba el sexo y las drogas. Lo que sucede es que la mamá de esta última tenía un novio que era cocainómano y violador.

El divorcio no es el problema, subraya el especialista. “La bronca es cómo se lleva el proceso, ahí te das cuenta cómo están las cosas, pero ciertamente la disfunción de los hijos es por la disfunción de la familia”.

Vigilancia, la clave

Entre “cerillitos” hay situaciones particulares, porque unos se aprovechan de otros. Aunque sean familias que están unidas, existen situaciones de riesgo. En el caso de Alejandra, la unión es lo que está haciendo la fuerza.

El padre de familia que permite a su pequeño ganarse un dinerito ya sea como empacador, lavando carros, cuidando niños de la vecina, expone el psicólogo, “tiene que estar al pendiente de que nada esté atentando contra la seguridad de sus retoños”.

Aunque un menor no debe trabajar, pero si tiene que hacerlo, “debe estar regulado”. Conviene que aprenda a valorar el dinero y a cooperar para los gastos de la casa. Es recomendable procurar enseñarlo a que deje al menos 20 pesos para pagar el teléfono u otro servicio.

“Hablo de una cantidad, no la totalidad o la mitad, pero los enseñas a ser responsables, compartidos, tratas de fomentar el ahorro, pero si gana cien pesos y llega con siete pesos a la casa porque se los acabó en papitas y ‘chocholucos’, esta actividad no tiene ningún sentido”.

En estas circunstancias el muchachito debe entender que el trabajo es el agregado, pero que el estudio es su principal obligación. Si los “peques” desempeñan un oficio pueden aprender a valorar, pero se recomienda vigilarlos para que no se sientan frustrados porque empezaron a trabajar muy chiquitos.

El trabajo es una opción, expone Guajardo Acuña, pues el pequeño no tiene la obligación de trabajar. “Si los papás lo precisan, va a reventar y reaccionará negativamente contra el trabajo y todo lo que tenga que ver con la obligación y autoridad”.

Tiene que ser como una cuestión casi de diversión y de aprendizaje. “Los padres tienen el compromiso de vigilar el ambiente y las condiciones en que sus hijos laboran para que la gente del lugar sepa que no están solos y que hay alguien que vela por ellos”.

Crisis económica

El psicólogo, Sergio Garza, catedrático de la Universidad Iberoamericana, considera que en esta ciudad, el problema de los niños de la calle, no es tan significativo aún. “No dudo que lo haya, pero son muy escasos a comparación de Tijuana o el Distrito Federal, donde la situación es muy grave”.

“Creo que incluso se ha podido contener y ha disminuido. Veo menos menores en la calle, aunque los traga fuegos se presentan por temporadas”.

Lo anterior, dice, es el efecto claro de la crisis económica que se presenta en el país y que obliga en los casos graves, a que el muchacho casi se independice para llevar dinero a su familia.

La misma Constitución Política Mexicana, expone que ningún menor de 14 años puede ejercer un trabajo pagado. Pero ante la necesidad de la casa, la mamá sola como en el caso de Alejandra donde su marido muere y ella es la encargada de la familia, no es de dudar que la situación obligue a los infantes a trabajar.

“Tenemos soluciones o alternativas intermedias, como la de “los cerillitos”, donde existe cierto control y en el que se establece como requisito el acudir a la escuela y demostrar promedios óptimos.

Lo malo es que no hay cultura del ahorro. A veces les va bien y pueden ganar hasta 200 pesos. “Quizá se logran fácil, pero tambien se van fácil, salvo la cuota que tienen que entregar a casa, muchos se gastan hasta 100 pesos en las maquinitas”.

Garza expone que es un problema social donde está implicado el Gobierno, la escuela y los padres de familia. Hace 30 años en la secundaria se promovía el aprendizaje de muchos oficios que podían llevarse sin dejar la escuela. Los “peques” ayudaban al carpintero, al electricista, al plomero o aprendían mecanografía.

Aunque lo ideal es respetar la Constitución, es indispensable pensar en alternativas de aplicación práctica para que los oficios de los muchachos se controlen de una manera más óptima “Yo en lo particular prefiero ayudar a un viejito que empaca que a un niño, porque pienso que por su edad ya no tiene fuerzas para hacer otra cosa.

Para que el chaval entienda el valor del trabajo, depende de muchas circunstancias. Este aprendizaje se establece cuando ve que sus papás son responsables en su trabajo.

Mejor es estimular a los niños en el campo del deporte y de las artes, que vendrán a complementar la formación de su educación. Esto es una salida riquísima para desarrollar su creatividad, su imaginación y socialización.

Salvar a la niñez

Sandra Jiménez, como embajadora de UNICEF México, en días pasados estuvo en esta ciudad donde compartió sus experiencias ante algunos estudiantes de la Pereyra. Les comentó que la organización que representa, hace mucho énfasis en respetar las diferencias de las personas por su cultura.

Subrayó entre otras cosas, que UNICEF trabaja para los niños. Existen programas orientados a México, pero es un organismo que se dedica a la niñez a nivel mundial por medio de la Organización de las Naciones Unidas.

A sus 17 años, Sandra nunca ha permitido que su incapacidad física la límite –está en silla de ruedas-. Por el contrario, ha tenido la oportunidad de representar a los niños en eventos internacionales. Pero sobre todo, su labor es la de difundir los derechos de la niñez, “porque muchos menores no los conocen y no los pueden defender”.

Señala que en México todavía hay mucho que hacer, porque no se respetan. Sobre todo en comunida-des rurales, pues muy poca información llega hasta allá.

Hay muchas organizaciones entre ellas UNICEF que se preocupan por la infancia y están al pendiente de que lleven una vida de niños. “Que tengan tiempo para jugar, para recrear y que convivan con otros niños. Pero desgraciadamente hay pequeños que tienen que laborar para subsistir, pero se trata de evitarlo en todo momento”.

Piensa que es malo que trabajen los menores. “Lo bueno es que ya existen leyes en México que prohíben a los patrones emplear a menores de edad en sus empresas, incluso muchos han aceptado de buena gana esas disposiciones”.

VIOLACIÓN DE DERECHOS

Casi un cuarto de millón de niños, es decir, 16 de cada cien niños en todo el mundo, son objeto de explotación en su trabajo, lo que constituye una violación de la Convención sobre los Derechos del Niño y de las normas internacionales del trabajo. Casi tres cuartas partes de ellos trabaja en entornos peligrosos, como minas y fábricas o manipulan sustancias peligrosas, por ejemplo sustancias químicas.

· La mayoría de los trabajadores infantiles son "invisibles", es decir se les mantiene apartados de la vista y fuera del alcance de la ley. A muchos de estos niños no sólo se les explota, sino que se les niega la educación, los cuidados básicos de salud, una nutrición adecuada, el tiempo libre y la seguridad de sus familias y comunidades.

· En general, el trabajo doméstico de las niñas es el más invisible de todos y algunos datos indican que las niñas forman el grupo mayor entre los trabajadores infantiles.

· El UNICEF considera la educación como un instrumento poderoso de prevención del trabajo infantil. Los niños que asisten a la escuela corren menos riesgos de ser explotados y en cambio, los que trabajan y tienen la oportunidad de estudiar están en mejor posición para mejorar su situación.

· Desde 1986, UNICEF ha patrocinado un programa interregional llamado "La educación como estrategia preventiva" que pretende dar respuesta a tres desafíos:

· Acceso. Atraer a los niños y niñas trabajadores a la escuela. Las estrategias con este fin incluyen programas para la primera infancia, aprendizaje a distancia, educación bilingüe y horarios de clases flexibles que permitan a los niños trabajadores asistir a la escuela.

· Segunda oportunidad. Atraer a los niños trabajadores a la escuela requiere a menudo de aplicar estrategias de transición, como la educación informal y las clases aceleradas. Retención. Evitar que los niños y niñas en situación de riesgo abandonen la escuela por motivos económicos, culturales o sociales. Las intervenciones incluyen incentivos financieros a las familias y mejoras de la calidad de la educación, mediante la integración de la formación para la vida cotidiana y medios de vida.

FUENTE: UNICEF

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