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MÉXICO, DF.- El poeta cantó al amor, sobre todo al amor, pero también al dolor, a la vida, al sufrimiento, al desencanto, al asombro, a jugar a enamorarse.
Jaime Sabines interrogó a su corazón y encontró más preguntas y certidumbres y su voz se alzó en el viento para enseñarnos a sentir.
Anoche, su viuda, Josefa Rodríguez de Sabines, amigos, admiradores, lectores todos, se reunieron en una velada de recuerdos y poesía para conmemorar los 78 años del poeta, el hombre.
La Casa de la Cultura Jaime Sabines fue el escenario en el que se escuchó de nuevo la voz grave y dulce del poeta chiapaneco, ante unas 350 personas y trascendió la grabación de donde provenía e inundo con su timbre que fluía tabaco.
El pasado 19 de marzo se cumplieron cinco años de su ausencia física, su presencia corpulosa, su mirar triste, su sonrisa clara, que aún habitan la memoria de quienes deletrearon los sentimientos en sus versos.
De los jóvenes, que dice la crítica leen la obra de este poeta de origen libanés, aprendiz de médico, filósofo, diputado, vendedor de telas y comida para animales, no hubo rastro. En el podium de honor: Raúl Anguiano, Julio Derbez, la soprano Marina de Santiago Hass, el pintor Juan Soriano, la escultora Glenda Hecksher, la crítica de arte Berta Taracena, Julio Sabines -hijo del poeta- y su viuda, Rodríguez Zebadúa.
Raúl Anguiano, de todos los de la mesa le puso sabor al recuerdo con sus anécdotas en contraparte a un discurso anquilosado, institucional.
El pintor José Luis Cuevas envió una grabación en sustitución de su presencia anunciada y esto provocó cierto malestar del público, ante lo que se percibió como la lectura de un guión preestablecido.
“La poesía está hecha de ausencia, aunque Sabines es al revés: es un poeta de la posesión amorosa, un Adán en su selva de Chiapas”, dijo el pintor Anguiano.
De ahí a la delgada y sonora voz de la soprano Marina, que junto con un grupo de músicos, colocados en uno de los extremos, musicalizaron un par de poemas del homenajeado.
Hacia el final, el momento más emotivo llegó. En una pantalla gigante aparecieron fotogramas de las esculturas de Glenda Hecksher, quien, inspirada en el célebre poema Los Amorosos inauguraba esa noche su exposición integrada de 20 piezas, acompañadas de la voz del poeta.
Escucharon entonces en propia voz del vate chiapaneco los versos de su poema Los Amorosos: “Los amorosos callan. El amor es el silencio más fino, el más tembloroso, el más insoportable. Los amorosos juegan a coger el agua, a tatuar el humo, a no irse. Juegan el largo, el triste juego del amor”.
El rostro de Rodríguez de Sabines se desencajó por unos instantes, cuando se le preguntó la razón de su rostro ensombrecido, lenta y amablemente contestó: “He sentido una rara mezcla de alegría y tristeza al escucharlo. He evitado hacerlo en los discos que tenemos y esto fue algo inesperado. Yo lo recuerdo como el compañero de mi vida, el que estuvo 46 años conmigo y me da mucho gusto saber que hay tanta gente que lo quiere, así lo siento vivo”.