Luciano Valenzuela García | EL SIGLO DE DURANGO
Un silencio se apodera del ambiente. Susana Macías, quien caracteriza a la Virgen María, rompe en llanto al ver que su hijo Jesús, representado por un rotulista, fenece en la duodécima estación del Viacrucis. Son las 12:35 horas y es la parte culminante de la representación viviente de la Pasión de Cristo. Los católicos asistentes se conmueven por el acontecimiento.
Ha sido un recorrido por pleno pavimento, es un calvario urbano. Desde las once de la mañana a la una de la tarde se recrearon las catorce estaciones que dan vida a los episodios de la Pasión de Cristo, sucedidos hace dos mil cuatro años.
Jesús de Nazareth, interpretado por un rotulista de 22 años, camina con la cruz a cuestas; en sus pies cala el piso caliente por el sol, mientras que los católicos siguen la procesión, se aferran a la cuerda que llevan los ?boy scouts? y que mantiene el orden para evitar el descontrol y los jaloneos.
Desde las once de la mañana, Francisco Javier Rodríguez Nájera sale del Templo de Nuestra Señora de los Ángeles, y en la esquina de Aquiles Serdán y Fanny Anitúa hay un tribunal acondicionado. Allí Caifás ?el sacerdote judio- sentencia al Nazareno.
Alrededor del simulado tribunal judio, están al menos 20 vendedores ambulantes. La gente compra de todo: fórmulas de rezos, yukis, frutas, frituras y hasta cachuchas. Es como una lucha entre consumo y la devoción.
René Rodríguez, en su papel de Pilatos, hace lo que narra la Biblia, ?se lava las manos? ante la presión y determina que Jesús debe ser crucificado por haberse declarado el ?Rey de los Judios?, el Mesías. Eran las once y media de la mañana.
Quince minutos después, en el camino simulado para esta procesión, Francisco Javier cae, muerde el asfalto. Es apenas la tercera estación. Paradójicamente, la recreación de este episodio es frente a la sede de la Iglesia de los Santos de los Últimos Días ?congregación conocida como Mormones-.
Entre el millar de peregrinos está Antonio Yáñez, el líder cetemista del Sindicato de Tahoneros, reza con todos, canta y sigue el camino de la cruz.
La muchedumbre mantiene el paso. A las 12:00 en punto a Eduardo Ruiz, quien representa a Dimas ?el ladrón bueno-, le tiemblan los brazos, lleva una hora de cargar un pesado madero. Su hermano de sangre, Ramón Ruiz, en el papel de Gestas, no tiene problemas con la condición física.
EL Viacrucis ha tomado el bulevar Dolores del Río y vira en la calle Negrete; frente al Instituto Nacional de Migración tiene lugar la séptima estación y Érika Martínez, en su papel de Verónica, limpia el rostro de Jesús.
En las rejas de la dependencia se asoma Juan Carlos Gutiérrez Fragoso, ex delegado del INM. Se santigua y se une a los rezos de la feligresía, pero no participa en la procesión.
La ruta de esta pasión urbana sigue y casi frente a la sede de la Coparmex, en la calle Negrete, se suscita la tercera caída de Cristo, es la novena estación. El ambiente de la procesión va enmudeciendo y se percibe un sentimiento de tristeza entre los adultos. Los niños siguen a sus padres, pero no alcanzan a entender; sólo preguntan ?¿por qué le pegan a Diosito??...
El electo del Viacrucis viviente ingresa nuevamente al atrio del Templo de Nuestra Señora de los Ángeles y se cumple la décima parada. El rotulista es despojado de la túnica que porta; los jóvenes franciscanos disfrazados de soldados romanos hacen alarde de la violencia física y agudizan los insultos.
Frente al atrio la gente se acomoda y con la expectativa del Viernes Santo espera el cierre de la Pasión de Jesús. La interpretación de Susana Macías, una secretaria del INEGI, conmueve, su llanto es intenso y en unos cuantos segundos impera el silencio.
Faltan quince minutos para la una de la tarde y Jesús expira, Francisco Javier suelta el cuerpo y su cabeza se inclina. María no cesa de llorar. Es la estación más intensa del Viacrucis.
A las 13:00 horas, el Cristo es bajado de la cruz y es entregado a su Madre. El apóstol Juan, interpretado por Antonio Moreno, ayuda a recibir el cuerpo de Jesús, y luego lo introducen al sepulcro.
El Viernes Santo, un día de tristeza, ha culminado. La gente, conmovida, termina de rezar en la calle y se retira; los integrantes de la Juventud Franciscana han dado vida nuevamente a la Pasión de Cristo, entre el asfalto de la ciudad.
MANIFESTACIÓN --- relacionada ---
Expresan consignas
Miles de jóvenes católicos integrados en la Pastoral Juvenil Parroquial se congregaron en la Catedral Basílica Mayor, luego de culminar la tradicional Marcha del Silencio, donde expresaron consignas contra la corrupción política, la cultura de la muerte y otros malestares sociales que aquejan a la sociedad actual.
Aunque hubo protestas, la realidad que es el objetivo es presentar propuestas de solución a los distintos problemas que aquejan a México, apuntó el asesor diocesano de la Pajupa, Juan Omar de la Rosa Rodríguez.
Dijo que el jóvenes católicos de hoy tienen el responsabilidad de enfrentar los retos que exige un ?compromiso por la nación?, no sólo en el terreno apostólico, sino en lo social, político y económico, asentó.