Al hablar sobre sí mismo, el presidente Vicente Fox Quesada retrata un líder de “un movimiento que nos liberó de lo que fue un Gobierno autoritario, un Gobierno que jamás promovió la democracia”. Resulta lamentable que aquel triunfo aún sea el mayor logro de una administración que frente al camino por andar da claras señales de fatiga y frente al camino recorrido muestra poco aprendizaje.
En 2000 muchos vieron a un líder en ese hombre marcado por un lenguaje franco y directo. No pocos señalaron entonces la falta de cuidado en las declaraciones de quien habría de ser electo Presidente de México.
Desde las cumbres del poder político, Fox Quesada tiene problemas para conjugar la dinámica de su vida personal con las formas que reclama ser el jefe del Ejecutivo Federal. En ese sentido, fueron premonitorias sus primeras palabras al timón de la nación, pues en el momento en que debía hablar un Presidente el país escuchó a un padre consentidor que enviaba saludos a sus hijos.
Cuatro años después, el problema no se ha corregido: se ha agravado. La falta de cautela es el rasgo principal del hombre que hoy nos gobierna. Hace una semana la Primera Dama, Marta Sahagún, declaró que no buscaría la candidatura por la Presidencia en 2006. Eso infundió confianza entre la clase política del país, pues el panorama de una candidata impulsada desde Los Pinos resultaba inquietante no sólo para los partidos de oposición, sino para los elementos del partido en el poder.
Ayer, el diario chileno El Mercurio publicó una entrevista en donde Fox señala que él jamás apoyó las eventuales aspiraciones de Marta, pues a ambos les queda claro que tienen “un proyecto diferente una vez que terminemos. Nosotros reconocemos que en México no hay reelección y sabemos bien cuál es nuestro tiempo”.
La declaración inquieta en vez de tranquilizar: en ella el Presidente vuelve –sin decirlo abiertamente- al criticado concepto de la pareja presidencial, es decir a la existencia de un binomio en el poder. Sus defensores argumentan que con este tratamiento el Presidente intenta reflejar una mayor participación de la mujer en la vida política. Se equivocan rotundamente. El poder no se comparte. Don Vicente -no sus hijos, ni su esposa, ni sus mejores amigos- fue elegido para gobernar en México. La semana pasada la propia Marta aclaró no pretende ser presidenta en 2006, ahora Fox debe demostrar que su mujer no gobierna en este momento.