Para el presidente Vicente Fox la situación es en realidad simple: si no se autoriza una Reforma Fiscal, un endeudamiento mayor o “invitar” a la inversión privada para que participe en el sector de energía e infraestructura “terminaríamos siendo un Gobierno Federal atado de manos”.
En suma, el país se encuentra en las manos de los legisladores y el Gobierno Federal puede endosar todos los males al Congreso de la Unión si no se concretan las llamadas Reformas Estructurales.
El asunto reviste mayor importancia si se agrega la afirmación del Presidente con la del Gobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz, en el sentido de que México carece de medidas alternas para enfrentar la eventualidad de que los cambios constitucionales en materia de energía –por ejemplo- se agoten en discusiones de pasillo y que al menos en lo que resta de la actual administración no logren concretarse.
No existe un “plan B” y la apuesta total del Gobierno Federal para enfrentar con éxito a los retos que impone la realidad económica, se mantiene en una serie de cambios que requieren de la voluntad de fuerzas políticas antagónicas, una visión global de futuro y los más elementales consensos, todo lo cual simplemente no existe.
Grave resulta para un país, que su futuro quede a merced de los intereses de determinados grupos o bien, de la coyuntura político-partidista, sin embargo, más grave aún, que un Gobierno Federal sea incapaz, primero, de lograr mediante la negociación política que se den los pasos que se requieran para asegurar la buena salud de la economía y segundo, que sea tan poco previsor para mantener una apuesta en la que no hay uno solo indicio de ganar.
Vicente Fox insiste en que las Reformas son indispensables. Habría que sugerirle que vaya buscando un “plan B”, ya que eso de endosar la responsabilidad por la encomienda incumplida al Poder Legislativo es un discurso inadmisible, sobre todo cuando del futuro cercano del país se trata.
