El Partido Revolucionario Institucional es el partido ganador en las elecciones referenciadas en el primer párrafo de este artículo, como lo ha sido en muchas otras elecciones de lo que va del sexenio, empezando con las trascendentales elecciones de mitad del sexenio y seguirá siendo triunfador en próximos comicios, puesto que su derrota en 2000 es eso una derrota, no una hecatombe o un preludio de su destrucción.
Los resultados electorales del estado de Oaxaca y del municipio de Tijuana en el estado de Baja California, nos señalan el peligro existente de que como en la segunda de las películas de esa serie fílmica promovida originalmente por Steven Spielberg, pero desarrollada posteriormente por otros directores y productores fílmicos, regresemos a épocas políticas que deseábamos haber superado.
No me refiero específicamente al triunfo de un partido político que para muchos que no entienden en estricto sentido de la palabra lo que significa la frase transición política, desearían que hubiera desaparecido en el mismo momento de su derrota en las elecciones presidenciales del año 2000.
El Partido Revolucionario Institucional es el partido ganador en las elecciones referenciadas en el primer párrafo de este artículo, como lo ha sido en muchas otras elecciones de lo que va del sexenio, empezando con las trascendentales elecciones de mitad del sexenio y seguirá siendo triunfador en próximos comicios, puesto que su derrota en 2000 es eso una derrota, no una hecatombe o un preludio de su destrucción.
Es más, el PRI es en estos momentos un partido muy necesario en el proceso de la transición democrática, por lo que apostar a su muerte o a su desaparición sería un acto suicida a todo el proceso de transformación política que requiere México en su paso a la modernización plena y a su ubicación dentro del concierto de los países desarrollados, civilizados y prósperos que todos los mexicanos anhelamos.
Al hablar del regreso al Parque Jurásico me refiero al retorno a formas para conseguir el triunfo electoral que resultan propias de tiempos de cacicazgos personalistas que considerábamos ya superadas y que denotan que la dirigencia del Revolucionario Institucional (quiero pensar que sólo a nivel de algunas dirigencias estatales) en su afán pragmático de ganar las más que pueda, no tiene empacho en recurrir a fórmulas totalmente exentas de los más elementales principios de la ética y la decencia política.
En Tijuana se apostó por el peso del factor dinero, sin importar si el dueño de ese factor, reúne además de ese “poderoso caballero” otros elementos de credibilidad personal como pueden ser la apreciación social que se tenga a su probidad, honestidad e inclusive hasta legalidad.
El señor Hank Rohn podrá ser dueño de un enorme capital financiero con el que pudo comprar el mínimo de votos requeridos para su triunfo electoral, dada la altísima abstención registrada en la elección municipal, pero ese enorme capital no ha podido comprarle buena fama pública respecto de su honorabilidad.
En Oaxaca pareciera que regresamos a las tristes épocas de los cacicazgos personalistas en los que sofisticadas formas de fraude cibernético y no tan sofisticadas de mapachismo electoral, compra de votos a través de regalos infames y acciones demagógicas y hasta fraudulentas del actual gobernador Murat llevaron al PRI a un “triunfo” de poco margen y muy cuestionado, en un estado que otrora era uno de los principales bastones de ese partido.