No importa si no se tienen los cinco sentidos bien desarrollados
EL SIGLO DE TORREÓN
TORREÓN, COAH.- Elena García tiene 40 años de edad, es invidente. Su hijo, José Juan Vázquez también lo es. A ella le detectaron un tumor canceroso en la retina cuando tenía tres años de edad, a su descendiente, a los diez meses después de nacido.
A Elena le correspondió un tratamiento médico que le dañó aún más sus ojos y el lagrimal. José Juan recibió quimioterapias, pero al igual que con su madre, todo fue imposible. El daño estaba hecho: sus ojos sólo perciben colores y algunos movimientos, pero no formas.
Ella estudió en una primaria especial en la Ciudad de México, de donde es originaria. Después de ahí, estudió en escuelas normales. “Yo estudié en el Conservatorio Nacional como pianista, me faltaron dos años por causas económicas”, dice.
En ese tiempo, Elena asistía a concursos y competencias de atletismo porque también practicaba esa disciplina. Después de unos años, cuando tenía 24 de edad, conoce a José Juan Vázquez, su actual esposo. Antes de casarse, deciden emigrar a Durango con los padres de Elena.
Llegan a la “tierra de los alacranes” y contraen matrimonio. Él busca trabajo y lo encuentra. Julián García Trejo y Elena Vázquez reciben a su hija y yerno. José Juan comienza a laborar de ayudante en un centro comercial.
En el año de 1991 conciben a su primera hija, Wendolyne Vázquez. Dos años más tarde su segunda, Friné Vázquez. En 1996, su primer hombre descendiente nace. Sólo diez meses duró la tranquilidad. Cumplida esa fecha, los doctores que la atendieron diagnosticaron lo mismo que a Elena hace 37 años: tumor canceroso en la retina. A pesar de lo dicho por los médicos, sí fue hereditario.
De pronto las quimioterapias. Todo fue en vano. José Juan es invidente. En la actualidad estudia el segundo grado de primaria en una escuela normal. Sus hermanas y amigos le ayudan con las lecturas en clase o en casa.
Luego de la fatídica noticia, los padres decidieron trasladarse a Torreón. Al llegar José Juan consigue empleo en la misma cadena comercial donde trabajaba en Durango. Su hijo aprendió el sistema Braille, que es utilizado por invidentes.
Ahora él y su madre estudian clases de cómputo en la Biblioteca José García de Letona de la Alameda Zaragoza. Elena va todos los días, José Juan cuando la escuela se lo permite. Los viernes con seguridad va a la librería.
“Yo lo hago por él, quiero que sea independiente y que no dependa de nadie como yo lo hice. La necesidad hace que uno se atenga a todo y no renuncie a nada. Quiero que se mueva por sí mismo.”
Elena García está dispuesta en días próximos a inscribirse en la preparatoria abierta, quiere superarse, tal vez por la “espinita” que le dejó el no haber terminado de pianista en el Conservatorio Nacional.
Terminada la clase diaria, Elena se va por sus hijas e hijo a la escuela. Nadie la acompaña, hoy como todos los días, se trasladará en camión o taxi de ruta. Al llegar a la casa preparará la comida para su familia. Antes de ir a dormir, ayudará a su hijo a que haga la tarea.