EL SIGLO DE TORREÓN
Por un descuido su vida está en peligro
TORREÓN, COAH.- Son las once. Es una noche fresca. Poco es el tráfico y la gente que camina por las calles. El semáforo está en ámbar... Alejandro logra burlar el rojo... pero no al destino. Sus grandes ojos todavía se humedecen sin control, cuando evoca aquel instante que cambió de golpe la vida de Regina: la primera hija, sobrina y nieta en la familia.
El jueves seis de marzo de 2003, salieron de la casa de los abuelitos paternos de Regina después de la acostumbrada visita. Se despidieron para dirigirse a su hogar. Alejandro tomó el rumbo de la avenida Gómez Morín, Martha su esposa, llevaba en brazos a la niña de menos de dos meses de edad.
Todo transcurría en aparente calma, hasta que llegaron al cruce con la calzada División del Norte... Alejandro acelera al ver que la luz pronto le indicará el alto. Un taxi se atraviesa en su camino. En cuestión de segundos, terminó en tragedia lo que fue cotidiano.... la cabecita de Regina se impactó contra el tablero del auto.
La noche se tornó en gritos y desesperación. Cuando por fin reaccionaron, Martha todavía aturdida, decide pedir ayuda y para ello regresa a la casa que hacía menos de diez minutos abandonó junto con su esposo y su hija. Una persona que presenció los hechos se ofrece a llevarlas. Al llegar, Martha casi tira la puerta, pues nadie responde a su llamado de auxilio. Poco después, aparecen los parientes de Alejandro. La madre de Regina les suplica la acompañen a llevar a la niña a Urgencias. Don Gregorio es quien las traslada al Hospital Ángeles. Martha y Alejandro se encuentran fuera de peligro, fue sólo el susto. Regina en cambio, está grave.
Han pasado casi diez meses desde que ocurrió el percance y los padres de la niña aún se siguen culpando, “esto no hubiera ocurrido de haber comprado el porta bebé, Regina estaría sentada en la parte trasera del carro...”. Es evidente la desesperación de Martha por no poder regresar el tiempo para remediarlo.
En su momento lo consideraron un gasto inútil, pues tenían otras prioridades, “también creíamos que en los brazos estaría más segura, ahora sabemos que fue un error pensar así”. Con poco más de mil pesos probablemente la niña estaría a salvo, pagarían mucho más que eso con tal de ver a la Regina de antes, “ya estaba aprendiendo a sonreír...”, logra decir su padre antes de que su voz se haga trizas.
Cuando salen, “muchas veces Alejandro se baja del carro para decirle a la gente que no lleve a los niños adelante... les explica lo que le pasó a nuestra hija”. Martha siempre ha sido más fuerte que su esposo, pero esta vez le es imposible contenerse... y rompe en llanto.
El diagnóstico
Después de las radiografías, el neurólogo da lectura a los resultados... “la niña presenta un trauma craneoencefálico y un edema cerebral severos; infartos cerebrales; hidrocefalia; y pérdida de la vista”... Alejandro y Martha quedaron pasmados. Nunca imaginaron la magnitud de las consecuencias del accidente.
La pequeña Regina permaneció en terapia intensiva durante 15 días, los primeros cinco, conectada a un respirador artificial. Su familia no se separó de ella en ningún momento durante los dos meses que estuvo internada.
Pero sus padres aún no aceptaban el diagnóstico y en cuanto la dieron de alta fueron en busca de una segunda opinión. Acudieron con un neurocirujano pediatra, quien revisó las resonancias y tomografías realizadas anteriormente. Al verlas, comentó con gran asombro: “La niña iba a morir. Definitivamente el médico que la atendió le salvó la vida”. Pero también les confirmó lo que no querían escuchar... “Es un hecho que la niña no puede ver... la córnea está totalmente blanca”. –Martha se queda en silencio, recordando aquel difícil momento y agrega- “cuando lo supimos no paramos de llorar...”.
Los papás de Regina continuaron buscando explicaciones. “Hasta que la llevamos a la ciudad de Monterrey con el oftalmólogo Omar Páez, pediatra internacional”. Quien una vez más confirmaría el diagnóstico”. Le dirigió la luz directamente a los ojos y no le molestó... Regina no los cerró. Sin embargo, nos da muchas esperanzas de que pueda recuperar un porcentaje de la visión, pues el problema está a nivel cortical”. El nervio óptico y la retina se encuentran en buen estado. “Pero nos dijo que su recuperación dependerá en gran medida de una buena rehabilitación”, explica Alejandro, quien hace un gran esfuerzo por detener el mentón que no ha parado de temblarle y afirma, “tengo mucha fe en la rehabilitación, pero principalmente, mis esperanzas las baso en Dios y en Jesucristo”.
Luchando por sobrevivir
Fueron dos meses en los que la niña no dormía ni de día ni de noche. Cada minuto que pasaba... Regina lloraba. Alejandro imita gemidos de dolor, intentando ejemplificar aquél que se reflejaba en el rostro de la pequeña.
A raíz del accidente muchos de sus órganos se dañaron. El estómago simplemente dejó de moverse, no retenía líquidos ni papillas. A lo largo de un mes, tiempo en que Regina permaneció en su casa, era alimentada con una jeringa, pues también había perdido la succión. Su madre relata... “Empezó a vomitar, vomitar, vomitar... todo lo devolvía... por la nariz, por la boca, era una locura. Teníamos miedo que se ahogara. Era imposible alimentarla, pues vomitaba y lloraba todo el tiempo”. Cumplió cinco meses y pesaba sólo cuatro kilos, lo que pesa un bebé al nacer.
“Nos turnábamos para cuidarla, Alejandro dormía tres horas y yo otras tres”. Regina pasaba la mayor parte del tiempo en brazos de sus padres. “Y cuando la dejábamos en la cama teníamos que moverla constantemente para que supiera que estábamos con ella”.
“Yo paso todo el día con la niña y eso es muy pesado, pero si por un momento dejo de hacerlo Regina se pone muy nerviosa, pienso que se siente desorientada. Le platico, le canto, juego con ella” y simultáneamente Martha debe mantener la casa limpia, “me doy tiempo para todo, incluso para tener la comida lista. Mi recompensa es cuando Regina está tranquila, lo sé porque lo veo en su semblante”.
Fue trasladada entonces a la Clínica número 16 del Seguro Social para que le realizaran una gastros-tomía (colocar una sonda en el estómago que sirve de conducto para alimentar) y una piloroplastia (un doblez que evita que los alimentos sean rechazados).
Así permaneció durante cuatro meses y medio, con temperaturas de 40 y 42 grados, “le colocábamos trapos helados, los calentaba de inmediato, se los volteábamos y una vez más repetíamos el proceso. El clima ya comenzaba a sentirse fresco, aún así Regina tenía un ventilador dando directamente hacia ella, “quien la veía nos decía que la tapáramos, pero la niña estaba hirviendo”.
Tomaba hasta diez medicamentos distintos al mismo tiempo, “...sabían horrible. Ya era demasiado, nos sentíamos desesperados. Le llamábamos al Neurólogo para que nos dijera qué hacer, pero sólo le cambiaba la medicina. Le recetó una para que durmiera, la dosis era la de un adulto y no le hizo efecto, al contrario se puso peor”. La joven pareja ya no encontraba la manera de ayudar a su hija. “Incluso la cambiábamos de posición, pero su cuerpo era un arco hacia atrás, completamente duro –Martha ejemplifica retorciendo su espalda-.
Hasta que tomamos la decisión de llevarla con otro Neurólogo, quien desde que observó las tomografí-as comentó:
-La niña padece meningitis...
Justo en ese momento Regina estaba convulsionando. Al verla, el doctor preguntó:
-¿Siempre ha estado así?
-Sí, día y noche, contestaron Martha y Alejandro.
-Son convulsiones rebeldes, afirma el especialista.
La indignación
“Regina duró cuatro meses convulsionando sin darnos cuenta, ¿Cómo era posible que en el Seguro no le detectaran nada después de tantos exámenes y análisis. Sólo me decían que la niña estaba muy mal, pero no hacían nada por ayudarla. En una ocasión me comentaron que querían convocar a una junta de médicos para llegar a un acuerdo sobre la situación de Regina, me molesté muchísimo después de escuchar semejante comentario, pues mi hija no es ningún experimento y por supuesto que no nos esperamos a que eso sucediera”.
Hubo mucha negligencia en el Seguro, explica Alejandro, “...yo hablé al programa A quien correspon-da, con Jorge Garralda. Ellos se encargaron de que las cosas cambiaran. Se comunicaron a la delegación en Saltillo y estos a su vez a Torreón. Desde entonces me dirijo con la directora únicamente. El jefe de pediatría nunca me hizo caso y es un pésimo doctor, el subdirector está en las mismas”.
Regina estaba sufriendo mucho. Por si fuera poco, estando en el Seguro, resultó con fractura de una de sus piernas y a los pocos días la otra, “nos dimos cuenta porque la niña lloraba mucho. Le sacaban radiografías pero nos decían que no tenía nada. No quedamos conformes, pues nos llamó la atención que al menor roce Regina pegaba de gritos... ya no sabíamos cómo cambiarla de pañal. En su carita se veía el dolor que la agobiaba”, recuerda Martha.
Algunos días después Regina resultó con un moretón en el ante brazo, “mi esposo y yo creemos que ahí mismo se lo hicieron. Qué casualidad que las enfermeras me insistían mucho... señora, se le ha estado cayendo la niña, ¿verdad?. ¡Cómo iba a ser eso posible... si ni siquiera me atrevo a cargarla mal!”.
Alejandro comenta molesto, “dejaron pasar mucho tiempo. En el mes de agosto Regina llegó a la clínica 71, en un estado muy crítico, ¡ya ni siquiera grave! –asienten al mismo tiempo-. A las siete de la mañana la revisó el Neurocirujano, quien hasta la fecha la está tratando. Él la pasó inmediatamente a cirugía para colocarle la válvula que drenaría el líquido... -Alejandro interrumpe a Martha, para asegurar que el hecho de que Regina esté con vida, se debe a un milagro-.
Después de un mes y medio, la dieron de alta. Tres días después, “cuando teníamos la cita para que le quitaran los puntos, le dijimos al doctor que la revisara porque le había crecido un chichón y dejaba charco en la almohada”. La pareja se sorprendió mucho que los médicos ordenaron la dejaran nuevamente internada. La niña presentaba una infección en el extremo de la válvula que terminaba en el estómago, se tapó a causa de la pus. La llevaron a quirófano para extraérsela y sustituirla por una ventriculostomía (para drenar el líquido), ahora la válvula estaba por fuera del estómago. Al poco tiempo la niña dejó de mostrarse irritable y mejoró un poco. A partir de esto ella empezó a desdoblarse. “Le hablábamos y volteaba, empezó a succionar, aunque nunca logramos que comiera normalmente”. Una vez que combatió la infección la válvula le fue retirada.
Piden ayuda
Desde el primero de noviembre Regina permanece en su hogar. Su estado de salud es estable. Asiste a rehabilitación en el instituto Ver Contigo, en donde le aplican estimulación temprana y terapia física. “Mientras que lunes, miércoles, viernes y sábado la llevo con el doctor Sergio, quien es un rehabilitador neurológico infantil. Desafortunadamente no la puedo llevar el tiempo que requiere, los costos son muy elevados. Claro que hemos visto una gran evolución, ahora ya mueve sus piernitas y un poco sus manos, aunque su espalda sigue muy dura”.
Regina necesita rehabilitación mediante un programa especializado para que pueda mejorar. “Ya probé aquí y no me fue muy bien, lo que me queda es buscar otras opciones. Un señor de apellido Braña nos ofrece los boletos de avión para México con el fin de que sea revisada. No estábamos muy seguros de aceptar, pues no es lo que teníamos pensado, pero tal vez Dios nos lo envía, así que no lo vamos a rechazar”.
“Me puse a investigar y dí con el Centro Internacional de Restauración Neurológica, en la Habana, Cuba. Supe que niños autistas han salido adelante, no es el caso de nuestra hija, pero también ella puede recuperarse. Mucha gente me ha dado buenas referencias del lugar. Me dicen que es tan eficiente, que después de que salen fácilmente vuelven a recaer. La ventaja con Regina, es que mi esposa tiene la especialidad de físico terapista, entonces puede tener un seguimiento importante”.
Debido a la gravedad que Regina presenta, requiere de un largo tratamiento, por lo menos seis meses para que puedan verse resultados. “Yo lo que quiero es recaudar lo suficiente, el costo es de 120 mil pesos mensuales”. Para trasladarla sólo dependen del tiempo que tarden en juntar dicha cantidad, ya que se paga por adelantado.
“Es mucho el dinero que necesitamos -explica Alejandro- Yo les digo a quienes conocen nuestro caso, que ojalá nos puedan ayudar, de ante mano se los agradecemos infinitamente.
Antes del accidente Alejandro trabajaba en el negocio de su padre, “ahora estoy dedicado de lleno a buscar los medios para juntar el dinero. Le agradezco a Dios que cuento con mis padres, ellos nos han brindado su apoyo incondicional tanto económico como moral”. La señora Elvira (abuelita paterna de Regina) le ofreció un altar al niño Jesús, el cual colocó en la sala de su casa; además dejó de fumar como una manda para que su nieta recupere su salud.
“Sé que Regina ha pasado mucho tiempo en hospitales... con medicamentos que la duermen... –Alejandro respira profundamente y con esfuerzo articula la frase siguiente- Dios nos ha ayudado y sé que nos ayudará aún más”.
“Todo fue por un descuido... los niños deben ir siempre en la parte de atrás, no importa que vayan llorando todo el camino, más vale un enojo, que pasar por lo mismo que nosotros”. El 26 de diciembre Regina logró cumplir su primer año de edad, “... es muy frustrante que la niña no me pueda decir papá... que no pueda caminar... y no pueda reír...”.
Si usted quiere ayudar a Regina con algún donativo, existen tres cuentas bancarias: en Bancomer con el número 1188212554, en Banamex 8548290414555291 y en Banorte 4915661037189292. Los padres de la menor también expiden recibos deducibles de impuestos.