Gómez Palacio

Relatos | Un trabajo no tan “pesado”

CECILIA AGUILAR ACUÑA

Para él lo importante es desarrollar cualquier actividad con pasión.

EL SIGLO DE TORREÓN

GÓMEZ PALACIO, DGO.- Para Jorge Vázquez Gutiérrez, soldador de oficio, cualquier actividad tiene que ser desarrollada con amor. Para que así sea, debe apasionar, como a él le sucede.

Jorge es soldador. Es una tarea que viene realizando desde hace 20 años. Durante todo este tiempo y hasta la fecha, ha llevado a cabo trabajos importantes que le han dejado muchas satisfacciones. Como ha sido el participar en la construcción de la planta Philips, ubicada en Gómez Palacio.

Es trabajador de base de un taller de soldadura, cuyo propietario es Tomás Hernández. Su jefe, comenta, firmó un convenio con la empresa que está a cargo de la construcción del Teatro de la Ciudad que estará funcionando próximamente entre la calle Cepeda y la avenida Matamoros, donde antes estaba el Cine Nazas.

Ahí estaba Jorge con su casco protector, sus guantes y lentes que protegen sus ojos cuando está soldando algún material que es utilizado en las estructuras metálicas que sostendrán el edificio.

Como maestro tubero se desempeña en esta obra. Es por su experiencia, expone el supervisor de la obra, quien solicitó intervenir con este comentario. Jorge ríe ante la observación al tiempo que con sus manos sostiene una pieza de tubería color rojo.

Sus manos encallecidas evidencian lo rudo que es su oficio. Aunque según él, es más ligero que el trabajo de albañilería. Hace este comentario porque sus hermanos –son cinco- se dedican a esta actividad.

Entre el ruido que genera la máquina de soldar y el vaivén de sus compañeros de labores, Jorge asegura que su trabajo no es “tan pesado”, pero sí puede ser difícil, más cuando se trata de hacer cruces de trazos y medir las estructuras.

Este hombre de 49 años y de sonrisa afable comenta que el oficio de soldador lo tomó sin darse cuenta. Relata que junto con unos amigos acudieron a un taller de soldadura –del cual no recuerda su nombre- cerca de la colonia Eduardo Guerra, por donde vive.

Los fines de semana generalmente acudían, pero de visita. Iban a convivir con los muchachos que ahí se juntaban para “echar la platicada”. Así fue que viendo el trabajo que realizaba el maestro soldador, le empezó el gusto por este oficio.

Apenas estudió la educación primaria. Añade que fue porque sus “jefes” no tenían para darle estudio. Como había que sacar para mantenerse, no tuvo más remedio que entrarle de lleno a aprender a soldar.

Como maestro tubero, sus compañeros de obra le consultaban sobre la manera en que debían quedar las abrazaderas para unir los tubos de la parte alta del escenario, el cual requiere de instalaciones especiales.

Jorge dice estar acostumbrado a trabajar en las alturas. Para instalar y soldar los pilares metálicos y trabes de hierro en edificios que se elevan hasta 15 metros, aprendió a dominar el miedo.

Explica que nunca sintió vértigo o algo parecido. Aunque su cuerpo lo sujetan los arneses sostenidos por la línea de vida, confiesa que nunca se confía. A Dios gracias, jamás le ha pasado ningún accidente, pero como es un trabajo peligroso, podría pasarle algo si no trabaja con precaución.

También comenta que arriba, entre los pilares y las vigas de hierro, se forman pequeños pasillos por los que pueden deambular. Lo que hace más fácil el trabajo.

Este oficio le apasiona, insiste. Al tiempo que iba adquiriendo experiencia, su trabajo lo desarrollaba con mayor calidad. Al grado que fue contratado por Tomás Hernández, el dueño del taller al que pertenece.

Casado y con cuatro hijos, para Jorge la responsabilidad y la necesidad de un mayor capital para sostener a su familia, lo llevó a instalar su propio negocio de herrería, donde para su satisfacción, hace trabajos de calidad.

Puertas y ventanas, con adornos especiales es los que más realiza. A la gente le gusta la novedad y por esa razón, siempre busca aprender lo que está de moda. Ahora hasta las salas y comedores, los piden de herrería fina, la que en un futuro piensa dominar.

A él le gusta trabajar la tubería. La razón es porque sus ojos no se afectan tanto con la luz de la soldadura. Eso es lo malo de su trabajo, comenta, aunque reconoce que todo oficio tiene un riesgo. “Lo importante es que lo que haga uno, le guste, si no, no tiene sentido”.

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