Doña María Rosa de Bredeé evoca las fiestas que hacía para recaudar fondos, en apoyó al más necesitado.
EL SIGLO DE TORREÓN
TORREÓN, COAH.- Una dama en toda la extensión de la palabra, conocida por la labor altruista que realizó desde su juventud en bien de la comunidad lagunera. Su objetivo siempre preciso, encauzado a reunir fondos económicos a través de la organización de actos que después serían donados a instituciones educativas y de beneficencia.
Doña María Rosa Ortiz de Bredée, apreciada y distinguida señora, reconocida no sólo por el don de gente que la caracteriza, sino por todo lo que hizo para ayudar a los más necesitados.
Las actividades sociales y artísticas que organizó durante varias décadas atrás, dejaron gratos recuerdos porque a través de ellos unió indiscutiblemente a los laguneros, quienes asistían en primera instancia para cooperar y a la vez distraerse con los espectaculares “shows”.
Con una sencilla expresión en el rostro, la señora María Rosa confesó que desde muy joven comenzó a trabajar en obras sociales, una de ellas fue en pro de construcción de la Escuela Pereyra en el año de 1940.
De igual manera, formó una Escuela de Arte junto a un grupo de damas, en la cual impartían clases de cocina, manualidades, canto y otras disciplinas, que sentara las bases para la creación del colegio La Luz.
Por muchos años, presidió el patronato de la Escuela Técnica Industrial. También fue partícipe en la organización de una revista musical donde se presentaba una variedad, su labor altruista se conjugó aquí con el trabajo de las señoras Carmen Pámanes de Haces Gil y Elena Domene de González, fue todo un acontecimiento ya que en varias ocasiones se presentó el espectáculo en un cine de la localidad.
Más tarde, de forma personal, doña María Rosa organizó en beneficio de la Casa Íñigo una actividad que llamó Una Fantasía Musical. Se trataba de una fiesta gitana, cuyo cuadro artístico estaba integrado por Sonia Salum de Arellano, Cristina O. de Acosta, Estela G. de Bracho, Claudia de Cabrera, Cristina M. de Fernández y otras damas más. El marco teatral era el jardín de su residencia que, para la ocasión, se decoró con fogatas; la concurrencia asistente portaba atuendos al estilo gitano, tales como lo fueron chalecos con monedas pegadas.
Su trabajo también se vio reflejado durante los tres años que estuvo como presidenta del Club Isabel la Católica. Recordó que en esa época, prestó el extenso jardín de su residencia ubicada en la colonia Nueva Los Ángeles para organizar concursos de paellas. Aquí más que la participación de las socias era la de sus esposos, quienes cocinaban con su mejor mano este delicioso platillo español. “Era muy divertido ver aquellos señores cocinando y ofrecer a los asistentes degustación, se llegaban a juntar de 12 a 15 hombres”; el dinero que entraba por la venta de los boletos se destinaba a las obras sociales del club.
Su jardín, testigo de grandes fiestas
Cada una de las causas altruistas en las que trabajó necesitaban dinero para llevarse a cabo, por ello María Rosa Ortiz de Bredée fue por muchos años columna importante en la organización de actos como las convenciones anuales de banqueros, la Fiesta Gitana, la Covadonga, el Baile de Blanco y Negro.
También organizó grandes fiestas en el Casino de La Laguna, el Club San Isidro, la Cámara Junior, las celebraciones árabes, irlandesas, holandesas y españolas, entre otras tantas más. Algunas de ellas estuvieron alegradas por la orquesta de Beto Díaz, o por conjuntos de la Ciudad de México y grupos representativos de esas nacionalidades.
Los propios jardines de su residencia fueron fiel testigo de las festividades que realizó para sus obras: “Aquí en casa hubo de todo. Cómo olvidar los bailes de la Independencia, el de Madrid de mis Recuerdos, en el que se traía una orquesta foránea”.
Las fiestas más grandes en las que participó fueron las convenciones bancarias, a las que llegaban a asistir hasta dos mil personas. Con éstas, el nombre de La Laguna quedó por “las nubes” y fueron tan famosas, que venían muchos extranjeros a apreciar cada uno de los detalles en su organización y conjunto de baile, formado por muchachas de la sociedad, quienes ensayan la coreografía en la misma casa de la señora Bredée, quien era la que las entrenaba a la hora que las chicas podían.
De igual manera la señora y su equipo, se daban a la tarea de preparar la cena y decorar el salón. La primera convención -llamada Noche Lagunera- fue a finales de los años 60’s; la otra se llamó La Revolucionaria, Española, le siguió la Alemana y la Internacional.
Y qué contar de los bailes de Blanco y Negro, que llegaron a catalogarse como muy elegantes, efectuados en el Jardín de los Cipreses de la colonia Torreón Jardín. Lo peculiar de éstos era que los asistentes por exigencia tenían que ir vestidos con atuendos en blanco y negro. Las señoras del patronato preparaban la cena y la decoración variaba cada año. Se convirtió en un baile tradicional a finales de los años 50’s.
“La organización de las fiestas era mucha responsabilidad, recuerdo que mi esposo Ernesto Bredée (f) me decía: ‘María Rosa ya no hagas eso, algún día vas a fracasar, le agradezco a él que gracias a su apoyo se lograron los objetivos, cuya intención era ayudar al más necesitado desinteresadamente; aún no me siento satisfecha creo que pude haber hecho más, tengo ganas de otra fiesta de éstas, pero ya difícilmente puedo hacerla”.
La última actividad que puso en escena se tituló Remembranzas, efectuada hace años en el Teatro Isauro Martínez para celebrar el 90 aniversario en que la Villa de Torreón fue elevada a ciudad; trabajó al lado de las señoras María Luisa Dingler de Miñarro, Lupita de Allegre, Soledad de Anaya y Mery Jaik.
Ahora, la señora María Rosa Ortiz de Bredée está dedicada en cuerpo y alma a su familia, de la qe dice “es la más grande bendición que Dios me dio”. Tuvo seis hijos: Ernesto, María Rosa, Gustavo, Beatriz, Fernando y José Francisco.
Cualquiera que fuera el motivo, sirvió de pretexto para que esta honorable dama lograra su objetivo... reunir dinero para la asistencia social. Sin duda, su forma de ser quedará plasmada en la historia de la Comarca Lagunera.