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¿Renovar el periodismo?

Patricio de la Fuente

A lo largo de la historia ha existido una escalofriante cantidad de corrientes tecnológicas, artísticas, teológicas, científicas y filosóficas que han desaparecido como por arte de magia al no resistir el devenir del tiempo. Y más que no resistir el tiempo, simplemente expiraron ya que no supieron adaptarse al cambio.

Por otro lado hay millones de cosas que a pesar de ser parte del hombre y su entorno desde hace mucho, siguen teniendo vigencia y son necesarias para el sano equilibrio entre los distintos actores sociales. Una de ellas es el papel del periodismo y el quehacer periodístico como tal, que se mantiene como piedra angular del sistema y se encarga de regular y vigilar una serie de procesos históricos de gran complejidad. Su función en específico es complicada y ciertamente para muchos no queda totalmente clara, sin embargo su desaparición provocaría un caos de gran envergadura.

Actualmente el periodismo está viviendo un proceso de autocrítica y evaluación muy sano, cuyo propósito final será determinar cómo y de qué manera puede contribuir a la vida del hombre del tercer milenio. Esto, además de responder a una necesidad natural de revisar a los componentes sociales al finalizar un ciclo y comenzar uno nuevo, va directamente ligado a la frase o consigna popular que reza: “Renovarse o morir”. Aunado a todo lo anterior viene la conciencia de que hoy nuestros esquemas son diferentes, nuestras necesidades cambiaron y los procesos se han tornado más acelerados y complicados.

Si queremos reposicionar al periodismo dentro de los nuevos tiempos es vital saber que antes de emprender un cambio, por lo general se atraviesa por un período de confusión. En vez de caer en actitudes alarmistas, debemos tener en cuenta que actualmente la sociedad es mucho más diversa, existe una gran cantidad de corrientes e ideologías y por ende será complicado y tortuoso ponernos de acuerdo sobre qué perfil queremos para nuestros periodistas y cuál será el papel específico que deben desarrollar.

En segundo lugar hay que centrarse en aspectos de ética y preguntarnos cuáles son los valores que nos rigen, qué leyes morales son importantes y posteriormente posicionar a la prensa dentro de ellos. Esto resulta espinoso y delicado ya que debemos tener claro en qué nos debemos fijar: la norma ética particular de cada país o la mundial, que se encuentra estrechamente ligada al fenómeno de la globalización y la concepción del mundo como una gran aldea regida por un sistema económico en común, la carencia de fronteras y el libre mercado de inspiración puramente neoliberal.

Después viene el siguiente paso que recae en integrar al periodismo dentro de la normatividad jurídica. Sobre este punto los estudiosos del fenómeno coinciden que nos encontramos en la prehistoria, o hablando popularmente, en el arcano. Esto se debe a que la aparición del periodismo coincidió, en muchos casos, con la constitución de nuevas naciones, quienes redactaron cartas magnas y leyes con base a sus necesidades de aquel momento, procurando crear apartados sobre la libertad de expresión, sin embargo, actualmente muchas de esas leyes y artículos no corresponden a criterios modernos o en ciertos casos simplemente no existen respuestas a muchos interrogantes, trayendo esto como consecuencia lagunas legales que complican el panorama.

De este cuestionamiento surge el imperativo de crear una legislación actual que no deje espacios o huecos problemáticos. Un marco jurídico basado en las necesidades de cada nación en particular, pero dejando un espectro que responda a la globalización como un efecto económico, político y social inevitable, que no puede dejar de ser tomado en cuenta. Es decir, nos guste lo global o no, en cuanto a los medios masivos de comunicación debe tenerse en mente que lo de hoy son las alianzas estratégicas, la unión de conglomerados y la aparición de estructuras informativas que cubren varios países. Por ello, dentro de la nueva legislación es preferible conformar una serie de normas y procedimientos partiendo desde una perspectiva mundial amplia y de carácter menos regionalista.

Dentro del proceso de actualizar al periodismo e integrarlo a la galopante modernidad surge otra necesidad primaria. Aquí nos referimos al hecho de que la mayoría de los medios no ha definido con claridad un código de principios y los que cuentan con uno sencillamente no lo difunden. Esto crea una problemática en cuanto a que el espectador, el público en masa; la mayor parte de las veces no puede ser discriminativo en cuanto a qué medio elegir, simple y sencillamente porque las líneas editoriales y de procedimientos son confusas o desconocidas. Y ya en el caso específico del periodista que se acerca a la empresa a buscar trabajo, muchas veces sufre sorpresas desagradables al haber identificado al medio informativo de cierta manera y al entrar a él percatarse de que opera de forma completamente distinta o sobre líneas éticas dudosas. Es por lo anterior que es urgente crear códigos internos y marcar claramente cuáles son las metas a seguir.

Otra cuestión de fondo que no debemos dejar pasar de largo es que actualmente la diferenciación entre un medio de comunicación y otro es ciertamente difusa. Es decir, que hoy en día no existen divergencias tan marcadas entre la radio, el cine, la televisión y la prensa escrita. Aunque cada una conserva características y rasgos propios, lo cierto es que gracias a la aparición del Internet como quinto medio de comunicación ha surgido una especie de complementación e intercambio entre los cinco, quienes en vez de actuar basados en ideologías individualistas, procuran apoyar una amalgama que busca proveer de mayor riqueza al espectro informativo.

Es por lo anterior que el nuevo periodista debe dejar a un lado miedos y dudas sobre lo que no conoce y volcarse a trabajar apoyado de la tecnología. Muchos afirmaban que con la aparición de la red los días de los periódicos impresos estaban contados, sin embargo, ahora son cada vez más las voces que aseveran que bien utilizada, la red puede convertirse en un arma que permita una eficaz penetración de la información, que coadyuve en una rápida distribución y que en también importante medida, contribuya a los preceptos de libertad informativa.

Siguiendo la tarea de una reforma integral al quehacer periodístico no debemos menospreciar al lector. En muchas ocasiones los medios de comunicación han actuado basándose en sus propios criterios y los de la esfera en el poder –lo que no es necesariamente condenable—sin tomar en cuenta el público. Hoy, para bien o para mal, aquella “masa moldeable” de la que hablaba la teoría de la aguja hipodérmica, tiene mucho mayores posibilidades de acceder a cualquier tipo de información, convirtiéndola, por ende, en un grupo mucho más selectivo y con una importante capacidad de discriminación.

El periodista debe procurar un mayor cuidado en cuanto a lo que a contenidos se refiere. El manejo de información es una tarea muy delicada que conlleva un enorme grado de responsabilidad, por lo que es absolutamente justificable demandarle a la prensa el que sepa discernir entre aquello que es útil y trae beneficios a la colectividad y aquello que trae consigo efectos corrosivos y de largo alcance.

Otra duda que aflora durante este ensayo es la cuestión sobre la individualidad del periodista ante el medio de comunicación donde trabaja. Es cierto que en una entrevista, crónica, editorial o artículo; innegablemente viene plasmada la esencia o línea del medio y a su vez, quizá en mayor proporción, la ideología del periodista. A pesar de ello, muchas veces el profesional de la comunicación se cuestiona sobre qué tanto está sesgada su libertad de expresión al tener que seguir una línea editorial en específico. Aquí simplemente pretendo disipar esta interrogante afirmando que aunque el ser humano es libre, en todos los ámbitos de su vida está atado a normas sociales, jurídicas y morales con las que debe coexistir todos los días de su vida. Entonces, como fin a esta cuestión habríase que tener en mente que se puede ser un profesional de la comunicación respetuoso de las líneas éticas de la empresa y al mismo tiempo imprimirle a la información ese rasgo característico de individualidad que trae consigo cada reportero.

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