Mucho se ha especulado acerca de la posible muerte del periódico diario o de la revista semanaria en virtud de su falta de competitividad ante la inmediatez noticiosa que distingue a la radio, la televisión y la información “on line” del internet.
Soy de la idea de que el periódico no sólo no desaparecerá sino que incluso verá crecer sus tirajes y su influencia social y política siempre y cuando lleve a cabo una labor de perspectiva y de prospectiva respecto de la noticia escueta que ha sido dada a conocer en toda su inmediatez por los medios audiovisuales.
En Japón, Gran Bretaña, Alemania o España por citar sólo cuatro casos, los tirajes de los periódicos y semanarios serios y bien hechos, no sólo no ha decrecido, sino que se han incrementado viéndose a ciudadanos comunes y corrientes comprando y leyendo dos y hasta tres diarios cotidianamente, en virtud de que las definiciones de sus compromisos de línea editorial son muy concretos y por ello permitirán sin detrimento a la precisión de enfoque del hecho informativo reseñado, presentarle al lector ángulos editoriales distintos, lo cual resulta muy importante para aquél que desea ver un mismo problema social o político a partir de enfoques diferentes.
Ese fenómeno es parecido al que busca el aficionado al futbol cuando contempla una jugada polémica a partir de las imágenes de distintas cámaras de televisión ubicadas estratégicamente en diferentes posiciones de la cancha, de modo que tras contemplar los distintos encuadres presentados por la televisora, el aficionado pueda mantener una idea clara respecto de la jugada.
El peligro de la sobrevivencia de un periódico se da cuando éste no se define con una línea editorial concreta o cuando cambia ese enfoque, por ejemplo por un cambio en la dirección o en la propiedad del periódico, por el hecho de que al primero al que afecta ese cambio de rumbo es a ese lector que ha elegido dicho medio informativo en virtud del compromiso ideológico manifestado.
También acaban siendo perjudicados y en ocasiones de manera grave, aquellos profesionales de la información que brindan su trabajo intelectual periodístico en dicho medio y que ante ese cambio o traicionarán su propia cosmovisión, teniendo convenencieramente que ajustarse a los nuevos lineamientos, o bien por congruencia tendrán que abandonar su puesto de trabajo con la consiguiente pérdida injusta de sus derechos laborales.
En tal virtud ya desde 1898 se instituyó en Austria la figura de la Cláusula de Conciencia que hace que un profesional de la información ante esa circunstancia, tenga el derecho de ser indemnizado como si hubiera sido despedido por el nuevo patrón o por la dirección que ha alterado una línea editorial consistente.
En la práctica la implantación de la Cláusula de Conciencia (la cual en España incluso se ha elevado a rango constitucional), ha provocado no sólo la seguridad jurídico laboral del gremio de los periodistas, sino por añadidura el fortalecimiento de esos periódicos que han definido sus objetivos editoriales, puesto que precisamente para no ser chantajeados por periodistas sin principios y sin ideales que pudieran aducir la citada cláusula laboral, han expresado claramente sus fundamentos ideológicos editoriales, con la consiguiente seguridad de sus lectores de que existirá una consistencia en los enfoques con los que se contemplarán las noticias de cada día.