Reportajes

Responsabilidad|Aprender a ser papá

El psicólogo Leopoldo García, define la paternidad como un trabajo en el que se atiende a los "clientes" las horas del día.

EL SIGLO DE TORREÓN

TORREÓN, COAH.- ¿Quién puede decir cómo debe ser un padre? Con seguridad nadie, porque la paternidad se aprende día con día. Muchas de las veces su función está ligada a la propia experiencia como hijos de alguno, las vivencias importantes —buenas y malas—, las carencias vividas en relación a él. Son algunos de los aspectos que se involucran.

¿Qué es ser padre? Billy Cosby, famoso comediante norteamericano, refiere que se trata del susto más grande y largo de la vida y dice que ser padres significa: tres son multitud. Otros hablan sobre la inmortalidad del linaje.

Para el psicólogo y padre de familia también, Leopoldo García Berrizbeítia, nadie debe aceptar el cargo de ser papá sin antes conocer el reto que esto significa. Según él, se trata de un trabajo en el que se atiende a “los clientes”, las 24 horas del día durante todo el año; por los próximos 25 años (con posibilidades de terminar antes en caso de muerte). El empleo requiere pasar noches en vela sin oportunidad de días libres ni bonificaciones por horas extra.

Perder su individualidad es casi obligatorio para el trabajo. Debe entrenar y adiestrar a sus clientes continuamente por el tiempo del contrato y éstos quedan totalmente bajo su responsabilidad, aun cuando se muestren indiferentes, desagradecidos o renuentes a la estimulación intelectual.

García Berrizbeítia, dice que el aspirante tiene que ser capaz de cambiar su vocabulario según lo indique la situación y edad de sus clientes. El contrato estipula que requiere olvidarse de su privacidad y la de su pareja continuamente. Compartir sus ingresos y casa con los clientes por tiempo indefinido, aun cuando éstos hubiesen logrado su independencia económica.

Debe aceptarle a sus clientes las exigencias de espacio que éstos indiquen. Soportar los cambios de estado anímico de cada uno, balanceando su atención ante todos los que incluyan el contratante. Además, tiene que velar por su alimentación y salud hasta que puedan hacerlo por ellos mismos.

Finalmente, está obligado a cubrir todos los imprevistos que no hayan sido antes mencionados dentro de la descripción de cargo, sin derecho a pataleo. Cláusula Única: una vez firmado el contrato, éste es irrevocable por el resto de sus días.

Es muy probable que al leer la descripción de cargo antes mencionada, no habría personas dispuestas a tomar dicho empleo y todos los solicitantes romperían récords mundiales de velocidad al salir corriendo despavoridos de las oficinas de personal de la empresa solicitante.

La verdad es que aquéllos que se autoengañaron y aceptaron el puesto, indica García Barrizbeítia, no disponían de la sabiduría adecuada para negarse rotundamente a someterse a tal tarea. Lo cierto es que muchos se dejaron seducir con sólo pensar en una carita redonda, unos ojitos muy atentos y grandes.

El padre deportista famoso

Para Rodrigo Patricio Ruiz de Barbieri, mejor conocido por sus fanáticos como “El Pony”, su familia es lo más importante. Los fines de semana o cuando inicia una temporada de futbol es cuando no los ve.

El chileno llegó a México junto con su esposa, Eliana Hurtado, hace diez años. Sus dos hijos mayores, chilenos también, tenían entre nueve y ocho años. Los más pequeños, Carla e Ivanna, nacieron en este país.

“Compartimos todo”, dice el deportista, quien explica que su trabajo le brinda el tiempo suficiente para convivir con ellos y la posibilidad de salir juntos a muchas partes. Viajan mucho a Chile, donde sus hijos disfrutan mucho.

Piensa que el haber tenido a unos padres sordomudos –Miguel Ruiz y Cecilia de Barbieri, a quienes la meningitis los afectó- le permitió una madurez más pronta y expedita. A diferencia de sus hijos, que gracias a su esfuerzo y trabajo, gozan de una seguridad económica y moral, a la tierna edad de nueve años andaba solo por las calles de Santiago de Chile, subía al autobús sin compañía y solo también entrenó.

“Realizaba muchas cosas que mis hijos no van hacer, porque son circunstancias diferentes, lo mío fue más por la necesidad”. Aunque dice que sus padres, dentro de sus posibilidades, le daban todo a él y a su hermana, muchas cosas las tuvo que hacer solo, pues ellos por su condición no lo podían ayudar.

“Yo tuve esa experiencia, quizá por eso maduré muy pronto. No pido que mis hijos hagan lo mismo, no es fácil. Porque para que eso suceda, ellos tendrían que haber vivido lo mismo que yo, pues muchas veces tuve que ayudar a mis padres, que ellos a mí”.

Dice que sus hijos son chicos muy tranquilos, con quien trata de pasar momentos gratos y apoyarlos en lo que necesiten. “Tengo la preocupación por ellos y cuando hay que ser fuerte, lo soy, pero no me gusta estar regañándolos”.

La comunicación es la clave. Por eso, han logrado empatar las dos culturas, la chilena y la mexicana, pero los más chicos son bien mexicanos. La educación también es importante, si desean irse a estudiar, él los apoyará, “aunque son situaciones difíciles, porque estamos acostumbrados los seis ha estar juntos, pero su madre y yo los apoyaremos para que se realicen en lo que ellos quieran”.

Piensa que los valores no se aprenden en la escuela, sino dentro del núcleo familiar, “pero unos los toman y otros no”.

Se considera que es amoroso, pero no un “loco amoroso”. La madre por naturaleza lo es más, pero cada quien pone su granito de arena. En Chile, el Día del Padre se celebra, pero en otra fecha. Piensa que es un acontecimiento más bien comercial, porque para demostrar amor, no es necesario esperar este evento.

“Hay que recordar que nadie estudió para ser padres, creo que día con día vas aprendiendo cosas, reconociendo errores y mejorando”.

Conciencia al educar

El psicólogo clínico, Humberto Guajardo Acuña, se define como un papá en aprendizaje y en constante búsqueda de actuar de la manera más equilibrada, menos apegado a lo que considera que debe ser, pero más cercano a lo que realmente tiene que ser.

Parte de su preocupación estriba en que sus hijos –tiene dos y casi son adolescentes- vayan absorbiendo las cosas que como padre, les puede mostrar, porque los padres tienen mayor responsabilidad en cuestiones de formación. La madre lleva la línea de la norma, pero el ejercicio recae culturalmente sobre el papá.

“En mi caso, procuro ir enseñándoles e imponiéndoles algunos elementos; yo no me puedo quitar de la cabeza el hecho de que de alguna que otra manera les estoy dañando, así como en su momento lo hizo mi abuela a mi madre, mis padres a mí y yo a mis hijos”.

Dice que se va disponiendo el tipo de perjuicio. No hay infancia perfecta. La idea es que sea lo menos difícil posible, por eso hay que enseñarles las más herramientas posibles, pues es un trabajo que no rinde frutos hasta que los niños son adultos.

El esfuerzo que como padre se hace, no se está viendo, porque hay muchos obstáculos. Pero sí se está consciente de lo que se está realizando con los hijos, “sabes que un día va a surgir aquello que están sembrando ahora”.

Las experiencias vividas influyen en la forma de educar a los hijos. Guajardo Acuña recuerda que él fue huérfano de padre a los seis años. Fue una experiencia muy triste. Su padre era capitán de la Fuerza Aérea Mexicana, por eso poseía un físico muy fuerte. Hacía aportaciones importantes a la casa, “tenía un sistema de vida muy fuerte para sus hijos, pero de pronto lo ves postrado en la cama y como un vegetal por un tumor cerebral”.

Esta vivencia significó para el psicólogo, un impacto tremendo. Su área emocional estuvo afectada, porque no sentía que tenía nada. “Mi madre salió a trabajar y de pronto sentí que me quedé sin papá y mamá de una manera u otra”.

Tuvo que ser autodidacta en muchas cosas y es la parte positiva de todo lo que vivió. El convivir con su bisabuela y abuela, fue un aprendizaje invaluable. El estar entre mujeres, lo sensibilizó mucho a la situación de la mujer.

“Siento que de la desgracia de haber perdido a mi padre muy pequeño, pude hacer un contenido emocional, que eso en muchos sentidos lo descargo en mi trabajo y con mis hijos”, dice.

Se considera un padre que procura fomentar la cultura en sus hijos. Además es un apapachador en su momento, pero cuando es necesario pone los límites. Intenta enseñarles el valor de la autoridad, que eso se ha perdido mucho, “todavía puedo controlar un poco a mis hijos con la mirada, pues estoy consciente que al rato, eso no funcionará, pero se trata de regular más que controlar”.

Amor sin fronteras

Mario Santos Rivera a sus 28 años, paga una condena de 37 años en el Centro de Rehabilitación Social, por robo con violencia. Tiene ocho años con ocho meses en ese lugar, donde se desempeña fehacientemente como encargado de la cocina.

Cuando entró al Cereso, su primera hija –Florecita-, tenía escasos tres meses. Con el pasar de los años, vinieron tres hijos más. Su esposa, Claudia Gamboa Nahle, ha estado con él en todo momento.

Platica que el ánimo por reunirse con su familia lo mantiene a flote. La ilusión de salir de la cárcel para estar al lado de su gente, lo motiva y cada día gana puntos a su favor. Gracias a un buen desempeño en su trabajo y su buena conducta –que es reconocida por los custodios del penal- ha logrado ciertos beneficios como remisión parcial y adecuación de sentencia.

Como encargado de la cocina dice que lleva cuatro años y medio. Los jueves y los domingos es cuando ve a sus hijos. Están en albergue del padre Manuelito. Mientras su esposa trabaja, los pequeños permanecen en este lugar de lunes a sábado y en este último día, ella los recoge a las diez de la mañana.

Por el amor a sus hijos, Mario trabaja duro dentro del penal. Recuerda que en 1996, que fue el año en que ingresó, su esposa lo visitó con su pequeña de tres meses en brazos. “En el área de convivencia había un espacio con cemento fresco y puse los huarachitos de mi niña en ese lugar y ahí se quedarán plasmados para siempre, ahora que paso, los veo todos los días para recordarla más”.

Florecita casi tiene los mismos años que él dentro del penal. Ella ya pregunta cosas, dice. “Pero yo le platico que aquí trabajo, que aquí está mi chamba”. Lo hace porque no quiere que a su tierna edad se preocupe, pero cuando crezca, le contará toda la verdad.

Mantiene una comunicación importante con sus hijos a través de cartas, “sobre todo Florecita es la que más me escribe, pues es muy inteligente”. Como sabe que es cocinero, ella le dice que ya deje ese trabajo para que vaya con su madre y hermanos para que les haga de comer.

Para Mario es muy duro estar sin su familia, pero ellos son su grande ilusión y son su antídoto para lograr su libertad en base a su esfuerzo, dedicación y buen comportamiento dentro del penal. Hoy, como en años anteriores, estarán con él celebrando el Día del Padre.

Estudio

De acuerdo a un estudio realizado por Sergio Garza Saldívar, investigador de la Universidad Iberoamericana Plantel Laguna, que se titula “Hombres, esposo y padres: una aproximación a la masculinidad”, existe una clara tendencia por parte de los habitantes de Lerdo a idealizar una figura paterna más afectiva, formativa y de relación más horizontal hacia sus hijos.

Considera que este hecho bien puede ser una prueba de la influencia que tiene la urbanización en la dinámica familiar, en la que se establece que a mayor tamaño de la ciudad en la que se habita, existe una superior tendencia a adoptar roles familiares estereotipados y más impersonales; aparentemente existiría una influencia importante de factores externos a la familia que incidirán en su propia dinámica.

En cuanto a la “dimensión afectiva”, se encontró que, para los respondientes de Lerdo, la figura paterna debiera ser más cariñosa, amistosa, cercana y compasiva que para los de Torreón y Gómez Palacio; asimismo, debe ser menos fría y lejana para los primeros que para los segundos. El indicador que presenta una mayor homogeneidad (aunque de cualquier modo la distribución sigue siendo significativa) es el de frío, donde las tendencias van de poco a nada para las tres ciudades pero con un énfasis mayor en los de Lerdo hacia la ausencia total de frialdad por parte de los papás.

De acuerdo a este estudio, los habitantes de Torreón prefieren a un padre ligeramente más exigente, conservador y religioso que el resto de los entrevistados; mientras que los de Gómez Palacio opinaron que los papás deberían ser menos responsables y flexibles que los demás.

“Este hecho, lejos de llevarnos a una conclusión generalizadora, nos marca simplemente el reflejo de que existe mayor relajación, de frente a la función del padre, en la ciudad del menor tamaño; ya que para ésta el papá debe ser menos exigente, conservador, religioso y liberal y más responsable y flexible”.

Leer más de Reportajes

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Reportajes

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 94682

elsiglo.mx