EFE
BAGDAD, IRAK.- El ministro iraquí de Justicia, Malek Dohan Al-Hassan, anunció ayer la restauración de la pena de muerte en una de las jornadas más sangrientas de las últimas semanas en Irak.
Según el miembro del nuevo Gobierno, la pena capital sólo se ejecutará “en casos muy especiales”, entre los que no descartó que figure el del derrocado presidente iraquí Saddam Hussein.
“Fue jefe de las Fuerzas Armadas y desertó. Según la Ley de su régimen, la merecería”, dijo Al-Hassan tras recordar que la pena de muerte está suspendida provisionalmente, “pero con la recuperación de la soberanía no hay porque mantener la suspensión”.
El anuncio se produjo tras la muerte de decenas de personas en diferentes ataques registrados en distintos puntos del país, donde la vorágine de violencia sigue incrementándose conforme se acerca el próximo día 30, fecha del traspaso del poder a los iraquíes.
Al menos 17 civiles y once policías murieron en atentados con explosivos, ataques y enfrentamientos en la capital y tres localidades al norte y sur de Bagdad, donde en las últimas horas también perdieron la vida cuatro norteamericanos y dos polacos.
En Tayi, a unos 30 kilómetros al norte de Bagdad, nueve personas fallecieron por la explosión de un coche bomba en la entrada de un cuartel de Defensa Civil, situado al lado de una base de EU.
La explosión tuvo lugar a las siete y media de la mañana, indicaron fuentes de la institución, que no pudieron precisar si el coche iba conducido por un terrorista suicida o si la carga fue activada a distancia.
A unos 150 kilómetros más al norte de Tayi, en la población de Tuz Jurmatu, un civil y un oficial de policía fallecían, mientras que otros nueve agentes resultaron heridos, por el estallido de una bomba, informó un portavoz de seguridad.
La fuente precisó que el explosivo estaba colocado en la carretera que une la ciudad con la base norteamericana de Tikrit, a unos 70 kilómetros del lugar.
Testigos oculares informaban que ayer por la mañana que un grupo de la resistencia atacó una comisaría de policía en Musayab, al sur de Bagdad y mató a diez agentes y a dos civiles en una operación planeada con meticulosidad militar.
También cinco civiles, entre ellos dos niños, murieron ayer en enfrentamientos entre seguidores del clérigo radical Muqtada al Sadr y los soldados norteamericanos en el suburbio de Ciudad Sadr, al este de la capital.
El recuento mortal se incrementaba por último con el deceso de dos ciudadanos polacos y dos norteamericanos a consecuencia de las heridas recibidas cuando el convoy en el que viajaban por una autopista de Bagdad fue acribillado por varios desconocidos.
Según un portavoz de la Embajada polaca en Bagdad, los muertos eran “dos de nuestros ciudadanos que trabajaban para la compañía estadounidense de seguridad Blackwater. Murieron en una emboscada en la carretera del aeropuerto”.
Respecto a los dos norteamericanos, no se tiene constancia de que trabajasen para la misma compañía.
Blackwater es una empresa de seguridad que ya perdió a cuatro de sus trabajadores estadounidenses a fines de marzo en Falluja, a unos 50 kilómetros al oeste de Bagdad, en un ataque de la resistencia que provocó una gran operación de represalia del Ejército de EU en la que, según fuentes hospitalarias, se produjeron al menos 600 muertos y más de un millar de heridos.