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Rinden homenaje a mentirosos en EU

Dannebrog, Nebraska, EU (AP).- Una visita a la diminuta población de Dannebrog en el centro de Nebraska cancelará toda duda de que el Salón Nacional de la Fama de los Mentirosos es un cuento chino.

Existe realmente. Lo aseguramos con toda honestidad.

Su fundador, el humorista Roger Welsch, asegura que el museo está dedicado "al arte de la evasiva y a la falsedad en endecasílabos". También jura que recibe dos millones de visitantes al año.

Como se verá, la mentira comienza ya en el umbral. Pues Gaylord Mickelsen, curador del museo, admite que el museo no recibe más de 600 a 700 visitantes por año. Pero eso sí, los visitantes cubren una amplia gama. Pertenecen a los 50 estados de la Unión, y a 28 países.

Para cubrirse las espaldas, Welsch advierte en sus tarjetas de negocios que el visitante no puede creer todo lo que ve en el museo. (De hecho, debería agregar que tampoco lo que escucha).

Ubicado en una población que se enorgullece de contar con apenas 350 habitantes, el salón de la fama de los mentirosos ocupa la parte trasera de la tienda de regalos Little Mermaid, flanqueada a su vez por el Banco Dannebrog y el centro comunitario Dansk Hall.

Proclives a exagerar, los habitantes de Dannebrog la califican de "La capital danesa de Nebraska", en homenaje a sus padres fundadores. Y una pequeña calle que atraviesa el centro de la población tiene el pomposo título de Avenida Roger Welsch. (Cuando se le pregunta a Welsch la razón de ese homenaje, dice que el único beneficio que ha obtenido hasta ahora es que está obligado a palear la nieve en la calle durante todo el invierno).

Welsch, autor de libros tales como "Todo lo que sé de las mujeres lo aprendí de mi tractor", y "Oda a la letrina exterior", creó el museo en 1986, luego de observar en una de las paredes del bar The Big Table Tavern los retratos de tres presidentes: George Washington, Lyndon B. Johnson, y Richard Nixon.

"Cuando pregunté al dueño del bar por qué había puesto esos retratos, me respondió, 'Son un gran recordatorio de que Washington nunca dijo una mentira, Johnson nunca dijo la verdad, y Nixon nunca supo la diferencia'. Decidí que era una buena base para crear el Salón de la Fama de los Mentirosos", señala.

En la actualidad, el museo muestra en tres cajas y en varias gavetas, la creciente colección acumulada en casi dos décadas.

En una caja hay varias pelotas de golf, con el rótulo, "objetos casi tan grandes como el granizo que cae en estas regiones". En una gaveta hay un matamoscas muy especial, con un enorme agujero en su malla de plástico. El matamoscas está acompañado por un certificado de la Administración de Seguridad en el Empleo y por otro de la Sociedad de Prevención de la Crueldad contra las Moscas.

"Una persona consigue la misma emoción que cuando intenta matar a una mosca. Hasta el ruido es igual. Pero eso sí, no hay manera de dañar a la mosca", dijo Mickelsen, el curador del museo.

Aunque Welsch y Mickelsen aconsejan a grupos de más de 500 personas que llamen con anticipación para hacer una gira por el museo, lo cierto es que menos de una docena pueden acomodarse de manera cómoda en el lugar.

Lectores de los libros de Welsch, y otros que se han enterado de su interés en mentiras y objetos excéntricos, le envían toda clase de objetos, entre ellos un martillo con dos cabezas, semillas de vaca (para cultivarlas en cualquier jardín) un aparato electrónico para hurgarse la nariz, y la cabeza de un animal ficticio, el jackalope, una especie de conejo con cuernos.

Pero este año, Welsch se ha visto opacado por otras figuras.

"Un año electoral es muy difícil para los mentirosos", dijo. "¿Cómo hacer para enfrentar la competencia de los profesionales?".

Shirley Johnson, que ayuda a promover la celebración anual de Dannebrog en homenaje a los daneses que la fundaron, dijo que el museo es muy bueno para la población pues "promueve el turismo".

Edwin Baasch, de 79 años, quien vive en la cercana población de Cairo, visita el museo al menos una vez al mes. En ocasiones trae a algunos familiares que viven fuera de Nebraska. El siempre encuentra algo nuevo en cada una de sus visitas.

"No hay otro museo parecido en el mundo", asegura Baasch. "Cada vez que lo visito, no puedo evitar las carcajadas".

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