A nadie le pasa desapercibido que la gran mayoría de las ciudades del mundo se han venido convirtiendo en centros urbanos contaminados. En gran medida, esto sucede porque el transporte ha dejado de ser eléctrico y colectivo. Copenhague es caso aparte, porque en esta ciudad tradicionalmente se le ha dado gran importancia a la bicicleta, la cual constituye un medio de transporte individual, limpio, económico y estimulante del sistema cardiovascular.
Evidentemente, los daneses poseen un gran sentido práctico y una gran conciencia ecológica. El mismo rey de Dinamarca sale a pasear entre su pueblo en su real bicicleta. Quizá Dinamarca no posee recursos petrolíferos y simplemente adecua sus necesidades a sus posibilidades. En México, donde el diablo nos escrituró un venero de petróleo, nuestras ciudades rebosan de coches de motores de explosión que usan gasolina o gas butano, y que contaminan el ambiente, sobre todo cuando están mal ajustados.
¿Por qué no optar por automóviles que consumen alcohol, como los que han fabricado en Brasil? Después de todo, el alcohol puede fabricarse a partir de recursos renovables, su combustión es muy limpia y no deja residuos contaminantes. En Coahuila tenemos abundancia de sol. ¿Por qué no aprovecharlo para transformarlo en otras formas de energía para el transporte o para el uso doméstico y cotidiano? ¿Por qué siempre tenemos que importar tecnología de otros países? ¿Por qué siempre tenemos que seguir el juego de los intereses creados, nacionales y extranjeros?
Desde luego, las ciudades modernas son grandes urbes en las que hay que recorrer vastas distancias con cierta rapidez. El transporte individual se ha convertido en una respuesta a ese desafío. Cualquier sociedad adopta las innovaciones cuando resuelven una necesidad. La creciente aceptación del automóvil tuvo que ver con la necesidad de transporte urbano rápido y con las grandes distancias de las ciudades contemporáneas. Los derivados del petróleo resultaron ser los combustibles idóneos por su abundancia y relativo bajo precio. Pero tuvo sus inconvenientes históricos. Dada la enorme cantidad de automóviles fabricados, estos combustibles generaron en la misma proporción una gran cantidad de desechos contaminantes, potencialmente peligrosos para la salud, como el monóxido de carbono y el plomo. Las empresas trasnacionales que controlan los combustibles se toparon con la necesidad estratégica de asegurar la disponibilidad de las reservas petrolíferas mundiales. La ?liberación? de los pozos petroleros iraquíes es una prueba de ello. Solamente en estos términos se podrían mantener los billonarios negocios que implican la producción de nuevos coches, y el combustible que requieren de manera cotidiana los que ya existen. Claro, no todos los derivados del petróleo son combustibles ni se usan exclusivamente en los automóviles. Poseen una amplia gama de usos en nuestro mundo moderno.
Si pensamos en términos de transporte urbano colectivo, entonces llegamos a una de las más modernas y eficientes soluciones para el problema que representa movilizar diariamente a cientos de miles o a millones de personas. El Metro, o transporte colectivo metropolitano (eléctrico) se mueve con gran rapidez, no genera desechos tóxicos y es seguro y económico. Sus antepasados directos son el tranvía y el trolebús, formas colectivas de parsimonioso transporte eléctrico, muy adecuadas al ritmo de la época y al tamaño de las ciudades que sirvieron.
El coronel Allen Morrison, neoyorquino apasionado de la historia de estos transportes, ha puesto en Internet una página web sobre la historia del sistema de tranvías que existían en Torreón (Coahuila) Gómez Palacio y Ciudad Lerdo (Durango). Según esta interesante información, en 1890 se inauguró una línea de tranvías de mulas que iban de Lerdo a la estación del Ferrocarril Central Mexicano en Gómez Palacio. En 1898 se consiguió la franquicia para electrificar el sistema de tranvías, que se extendería hasta Torreón. Los coches se mandaron fabricar a la ciudad de Filadelfia, en los Estados Unidos. Finalmente, la Compañía de Tranvías de Lerdo a Torreón entró en operaciones en 1901. En toda la República Mexicana solamente había tres líneas de tranvías eléctricos: en 1890 se inauguró el de Nuevo Laredo; en 1900 el de la Ciudad de México y en 1901 el de Lerdo-Torreón.
En 1904, una nueva empresa denominada Compañía de Electricidad y Tranvías de Torreón compró coches en San Luis, Missouri e inauguró un sistema urbano exclusivo para Torreón. Esta nueva compañía puso en funcionamiento cuatro rutas diferentes, tres que cubrían el circuito avenidas Hidalgo y Matamoros, y una cuarta que iba a las instalaciones de La Metalúrgica. En 1906 ambas compañías se fusionaron con el nuevo nombre de Ferrocarril Eléctrico de Lerdo a Torreón y compraron más coches.
La colonia china de Torreón decidió no quedarse atrás y consiguió los permisos gubernamentales para construir un nuevo tranvía, cuya razón social sería Compañía Bancaria y de Tranvías Wa Yick. El Banco Chino, como se le designó, fue muy conocido. De la línea china de tranvías, poco sabemos.
El último tranvía eléctrico de Torreón se detuvo para siempre el tres de marzo de 1953 a las dos de la tarde. No cabe duda de que las cosas cambian para continuar siendo ellas mismas. ¿Cuánto tardaremos en contar con un proyecto de transporte eléctrico colectivo para Torreón?
Si usted está interesado en consultar la página web del coronel Morrison con la historia de los tranvías de Torreón, Gómez y Lerdo (en inglés) vaya a http://www.tramz.com/mx/lt/lt.html.