(Tercera de cuatro partes)
Los Sánchez Navarro
Y fue ahí que el famoso cura Sánchez Navarro hizo su jugada maestra, al proponerle a su sobrino José Melchor que si aceptaba manejar el latifundio y los demás intereses que el cura tenía, él sería nombrado el único heredero a la muerte del cura. La mancuerna del cura José Miguel y de su sobrino José Melchor resultó ser aún más efectiva que la que había formado el cura con el padre de su sobrino.
Para 1819 los Sánchez Navarro ya controlaban casi todos los derechos de agua de los ríos Nadadores y Monclova, y habían comprado casi la totalidad de las propiedades en sus márgenes.
En 1801 un sobrino de José Miguel llamado Juan Ignacio de Arizpe en aquel tiempo recaudador de impuestos, resultó con un faltante de doce mil 300 pesos en su trabajo, mismos que pidió prestados a su tío, a un interés del cinco por ciento anual. Para ello le dio a su tío en hipoteca todas sus propiedades. Años más tarde y a la muerte de su sobrino, éste le adeudaba a José Miguel 21 mil 800 pesos por lo que el cura se quedó con todas las propiedades que le había dado en garantía.
Muchos otros préstamos, demandas y litigios hicieron que las propiedades de los Sánchez Navarro aumentaran, y para 1812 ya sumaban 356 mil 240 hectáreas.
En vísperas de la independencia el único rival de los Sánchez Navarro por la hegemonía de Coahuila era el Marquesado de Aguayo, no obstante los Sánchez Navarro en proporción eran pequeños ya que el marquesado era dueño de seis millones 679 mil 500 hectáreas en las cuales había 213 mil cabezas de ganado.
En 1818 el mal manejo de los latifundios del Marquesado de Aguayo, así como la manutención permanente de cuatro residencias palaciegas en la Ciudad de México los llevó a la bancarrota, y en ese mismo año un grupo de acreedores se hizo cargo de la administración de sus tierras.
Por el contrario las propiedades de los Sánchez Navarro no sólo estaba libres de deudas sino que producían grandes cantidades de ganancias situación que obedecía a la atención personal que la familia prodigó a su tierras.
A la muerte del cura en 1821 José Melchor tomó la administración del latifundio. Su obsesión por proteger los intereses de la familia lo llevaron a una muerte prematura en 1836, sin embargo el latifundio siguió funcionando ahora bajo las órdenes de Jacobo su hijo mayor apoyado por la experiencia de invaluable de Manuel Castellano Cárdenas quien desde 1813 había sido el mayordomo de algunas haciendas y mano derecha de José Melchor.
Jacobo aprendió pronto el negocio he hizo frente a las dificultades que surgieron cuando su hermano Carlos Sánchez Navarro compró en 1840 el famoso latifundio del Marquesado de Aguayo, adquiriendo como parte de la transacción los créditos que tenían con el marquesado de Aguayo con las compañías acreedoras Baring Hnos. y Cia. y Staples y Cía., quedando estos últimos en pagar también una determinada cantidad a los herederos del Marqués. A partir de ese momento todo el latifundio pasó al poder de la familia Sánchez Navarro.
La primera crisis que sufrieron los Sánchez Navarro fue en su negación de pagar la alcabala ?impuestos por la compra del marquesado- ya que era mucho dinero y el gobierno de Coahuila se los exigía y por ello les embargaron sus propiedades, pero los buenos contactos que tenían en el gobierno- el secretario del gobernador militar el coronel Rafael González era primo segundo de los Sánchez Navarro- a más de un benefactor que permaneció en la oscuridad y que se cree era el general Melchor Múzquiz tío de los Sánchez Navarro, el caso es que en 1843 el gobierno falló a favor de los Sánchez Navarro y en contra del comité que pretendía cobrarles la alcabala, por lo cual ellos pagaron sólo un impuesto parcial y con ello evadieron todos los demás impuestos.
A partir de 1840 los hermanos Sánchez Navarro se abocaron a reorganizar toda la estructura administrativa del latifundio ya que de un sólo golpe su latifundio había aumentado ocho veces su tamaño con la compra del latifundio del Marquesado de Aguayo.
Jacobo y Carlos tomaron entonces la hacienda de Hermanas como cuartel regional ?cuya casa principal tenía 21 cuartos- dado que en la época de 1840 su casco se había convertido en unote los mejores de Coahuila, otorgándole con una posición administrativa semejante a la que tenían el Rosario y Bonanza.
A lo largo de la historia la hacienda de El Tapado fue íntimamente asociada con el cura José Miguel, la hacienda de hermanas era la favorita de José Melchor y fue la hacienda de Patos la que tuvo mayor interés para Carlos y Jacobo.
Cualquiera que haya sido el tamaño de los rebaños de ovejas en 1840 no hay duda de que con la compra del marquesado se incrementaron grandemente llegando a considerarse ellos mismos los ?barones de ovejas? al poseer en 1847 un rebaño de 218 mil 988 ovejas y 18 mil 875 cabras aunque cabe suponer que para fines de los años 40?s el rebaño llegaba a las 250 mil ovejas.
La amenaza de los indios siempre había sido uno de los hechos más temibles en la vida de Coahuila pero después de la independencia las depredaciones se incrementaron llegando lo más encarnizado a mediados del siglo cuando los indios prácticamente arrasaron el Estado. Para 1822 los apaches lipanes firmaron un tratado de paz en la Ciudad de México pero el interludio duró sólo un año y los apaches lipanes hicieron nuevamente sentir su presencia.
Los comanches merodeaban la hacienda de Santa Rosa y las carretas de los Sánchez Navarro debían transitar entre sus haciendas con una escolta de 12 guardias.