Dos temas relacionados con el pago de los salarios de los funcionarios del Municipio de Torreón, han captado la atención en los últimos días. El primero de ellos concierne al pago adicional del importe de un mes de salario a los directores de la administración que encabeza Guillermo Anaya y el segundo, al aumento de las percepciones de los integrantes del Ayuntamiento en un treinta por ciento, por decisión unánime del Cabildo.
No se pretende que los funcionarios estén mal pagados ni que el sector público carezca de un programa que incentive la productividad. El reproche fundamental apunta a la falta de referentes objetivos en la asignación de las percepciones, que quedan a merced de facultades discrecionales que por amplias devienen caprichosas, lo que se advierte de la declaración del Alcalde cuando dice: “El bono de compensación lo di a quien quise”.
En el segundo caso, es lógico que cada año se produzcan aumentos de sueldos que compensen la pérdida del valor adquisitivo del dinero que resulta de la inflación. Sin embargo el aumento decretado por el propio Cabildo para pagar a sus integrantes no tiene proporción con el índice inflacionario, lo que agravia a los gobernados que no encuentran tales expectativas en la economía real.
Llama la atención en cuanto al tema del jugoso aumento salarial que nos ocupa, que la decisión al respecto se haya tomado en forma unánime pese a las diferencias entre partidos que con frecuencia llevan al encono. Ojalá que nuestros cuerpos colegiados de Gobierno llámense congresos o ayuntamientos, se pongan de acuerdo en los temas que conciernen al interés de la comunidad, como lo ha hecho el Cabildo de Torreón en el caso que nos ocupa.