México, (EFE).- Con todo y trineo, los Santa Claus mexicanos fueron desalojados esta Navidad del tradicional parque capitalino de La Alameda y "exiliados" a la explanada del monumento a la Revolución, a donde no llegan muchos niños.
La reubicación no ha sido un buen regalo para estos trabajadores navideños que se ganan la vida personificando al gordito barbado vestido de rojo que buscan los niños para fotografiarse con él a cambio de que los papás paguen 50 pesos (menos de 5 dólares).
Los cuarenta hombres que representan a San Nicolás en el monumento a la Revolución están preocupados porque después de tres días en su nueva ubicación no han logrado el mismo número de clientes que cuando estaban en la tradicional Alameda, un parque ubicado en el corazón de la capital.
La Alameda es paso obligado hacia la zona comercial del centro capitalino, a diferencia del monumento a la Revolución, una mole de cemento que guarda los restos de varios héroes del movimiento armado de 1910 que puso fin a la dictadura de tres décadas de Porfirio Díaz.
Según las autoridades del Distrito Federal, la reubicación tiene como objetivo que los Papás Noel tengan mejores condiciones de trabajo y la medida forma parte del programa integral para ordenar el comercio informal de la capital, donde todos los días brotan como hongos puestos de vendedores ambulantes.
La tradición de los Santa Claus de La Alameda comenzó hace 48 años, cuando alrededor de 20 personas se ubicaron en ese lugar para que los niños se retrataran con ellos.
Año tras año los Santa Claus mexicanos han agregado elementos decorativos y actualmente cuentan con toda una escenografía en la que hay trineos, renos de peluche y humeantes chimeneas.
Emiliano Frías, pionero de esta tradición, dijo a EFE que este año preparó con tres meses de anticipación su escenografía.
"Si seguimos tomando pocas fotos tendremos que cambiar el escenario para hacerlo más llamativo, tal vez pondríamos más peluches gigantes o compraríamos disfraces de conejos u osos para que éstos atraigan a los niños", agregó Frías.
"No quisiéramos hacerlo porque en esta escenografía hemos invertido más de 25 mil pesos (dos mil 200 dólares). Sin contar los gastos del derecho al lugar, la mudanza y la luz", aseguró.
Lucía González, de 65 años, explicó que su marido fue de los primeros en disfrazarse de Santa Claus en La Alameda. Aunque su esposo murió hace diez años, ella mantiene viva la tradición de este negocio.
"Ahora son mis hijos y mis nietos los que se disfrazan. Casi todos los que estamos aquí hemos trabajado desde que esta costumbre empezó, los lugares se han cedido a los nietos y nos sentimos muy orgullosos de nuestra labor", comentó.
"Este lugar no me gustó porque nos ha quitado clientes. Tan sólo el año pasado tomábamos casi cien fotos al día y ahora apenas y conseguimos veinte", afirmó González.
"Tendremos que seguir aguantando, espero que la situación mejore. Para nosotros es muy importante mantener viva esta tradición; mi hijo por ejemplo, dejó su trabajo de mecánico para estar aquí", aseguró.
Julio Hernández, de 50 años, señaló que él comenzó hace dos décadas y que nunca había tomado tan pocas fotos como ahora que está en el monumento a la Revolución.
"Es alarmante, estoy preocupado, las fotos cuestan 50 pesos como el año pasado, las cámaras de todos nosotros son digitales, el tamaño de la foto es más grande", dijo.
Aunque está satisfecho porque hay más espacio para sus escenografías, se quejó de que se haya roto la tradición de que los Santa Claus arriben a La Alameda.
"No logro entender por qué no vienen los niños", se preguntó.
A pesar de esta situación, los Santa Claus "exiliados" desean seguir tomándose la foto del recuerdo en esta temporada para mantener la ilusión de más de 14 millones de niños, de entre 1 y 14 años de edad, que residen en la capital mexicana.