EL PAÍS
Puerto Príncipe, HAITÍ.- Las milicias contra el Gobierno de Jean Betrand Aristide cerraron la pinza sobre Puerto Príncipe con la conquista de Mireblais, a menos de cincuenta kilómetros de una capital nuevamente bajo asedio, tomada por bandas de pinta pavorosa que hostigan a balazos, saquean y juran dar la vida por el Presidente y arrebatar las contrarias. “¡Si Aristide se va, corten cabezas y quemen viviendas¡”, ordenan sus cabecillas, enarbolando la divisa de los generales negros en la guerra de independencia contra el poder colonial de Francia.
Cayes (sur), tercera ciudad de Haití y que tiene 125 mil habitantes, fue recuperada ayer por fuerzas leales al presidente Jean Bertrand Aristide.
La ciudad fue retomada tras haber sido tomada la víspera por insurgentes armados, dijo una fuente policial en Puerto Príncipe.
No hubo reportes inmediatos sobre bajas en la ciudad, ubicada a unos 200 km de la capital haitiana.
Las fuerzas pro-Aristide, apoyadas por un helicóptero, partieron desde la capital y desde la ciudad costera de Miragoane, al suroeste de Puerto Príncipe.
Al menos una decena de personas murió ayer en la capital haitiana, al intensificarse la violencia en las calles, que están en manos de grupos incontrolados.
Y Francia urgió ayer diplomáticamente al Presidente de Haití, Jean Bertrand Aristide, a abandonar el poder para “evitar una espiral de violencia que sería incontrolable” e insistió en que se trata de una medida de “total convergencia” con EU y Canadá.
El jefe de la diplomacia francesa, Dominique de Villepin, se reunió con una delegación del Gobierno, encabezada por su colega haitiano, Joseph Philippe Antonio, a quien resaltó la “urgencia que existe en avanzar en la búsqueda de una solución política”.
Villepin “ha recordado que es a Aristide, que tiene una gran responsabilidad en la situación actual, a quien corresponde sacar las consecuencias”, según Hervé Ladosus, portavoz de Exteriores, tras la reunión, en la que también participó Jean-Claude Desgranges, director del gabinete presidencial.
“A partir de este momento, cada hora cuenta si se quiere evitar una espiral de violencia que sería incontrolable”, dijo Villepin a su homólogo haitiano, quien “ha entendido” el mensaje, según el portavoz.
Crece la psicosis
Los tres cadáveres encontrados ayer, presumiblemente de opositores, la probable existencia de otros, el sistemático asalto a los automovilistas que se aventuran, la quema de dos surtidores de gasolina y el cierre de comercios multiplicaron la psicosis de revancha y degollina.
Estados Unidos y Francia animan a la renuncia de Jean Bertrand Aristide, pero el ex cura salesiano no parece dispuesto al abandono porque probablemente aún confía en la capacidad disuasoria del horror y las matanzas por él mismo anticipadas si los insurrectos asaltan la ciudad. El gobernante piensa que el espanto en ciernes debiera activar el despacho de una fuerza internacional, pedida por la Caricom (Comunidad del Caribe), que ayude a contener el avance de los sublevados y salve su presidencia al obligar a una negociación política. “Esto es como una marmita. Puede estallar en cualquier momento”, según Francois Handfield, empleado de la ONU, que ayer abandonó el país con otros cien funcionarios y cuatro españoles. La noche de ayer pareció de cuchillos largos porque las sombras de los chimeres y los neumáticos incendiados cerca de los hoteles de la prensa internacional y la zona de Petión Ville presagiaban alguna escabechina.
No la hubo, pero las detonaciones y el tiroteo sobre viviendas opositoras, algunas habitadas por franceses, sobrecogieron. Algunos dispensarios recibieron heridos de bala. A esa hora, el comandante Guy Phillipe y los ex militares a sus órdenes estrechaban el asedio de la capital, mientras la retaguardia aguarda órdenes en las piscinas de los hoteles de Cabo Haitiano o sestea en la portuaria Gonaives.
La soldadesca atacante no combatió ayer cuerpo a cuerpo, ni asaltó trincheras a bayoneta calada porque la policía gubernamental de Mireblais, la última presa, con 140,000 habitantes, fue ahuyentada casi a gritos. La cárcel municipal, con 67 reclusos, quedó abierta. “¡Viva el Ejército!, gritaban los cacos poniendo pies en polvorosa. El Ejército fue abolido en el año 1994.
Los Cayos, tercera ciudad en importancia, había caído antes. La marcha de las hordas antigubernamentales se efectúa por los cuatro puntos cardinales, después de cortar los accesos a siete de las nueve provincias haitianas, y es tan cómoda que infunde sospechas sobre las verdaderas intenciones del ex clérigo de la teología de la liberación.
El populacho capitalino que patrulla con armas y en camiones y unos 3,000 policías, desmoralizados y proclives a la diarrea en las comisarías tomadas, protege, de momento, al gobernante. La conquista de Los Cayos fue ejecutada por las cuadrillas de la denominada Resistencia de Base, aliada con la Plataforma Democrática, que agrupa a los partidos políticos de oposición, todos a la espera de la caída de la última ficha del dominó.
En Puerto Príncipe, un grupo robó las armas de los guardias de una universidad privada y la estampida de los empleados de Tele-Haití, única cadena de televisión por cable, fue inmediata cuando algunos trogloditas amenazaron con convertirlos en teas.
Una juvenil turba vitoreó a Aristide frente al Palacio Nacional durante la mañana de ayer y, con topadoras y grúas de horquilla, levantó barricadas de chasís de automóvil, postes, sillas y basura, inagotable en esta caótica ciudad de más de dos millones de habitantes. Aquellos que escaparon de los retenes instalados por las pandillas oficialistas, metiendo la directa o la marcha atrás, se santiguaron: “Tuvimos suerte de escapar con vida”.