Para Fausto Fernández Ponte y Armando Sepúlveda, grandes periodistas, dañados por el “democratiquísimo” Gobierno.
Durante el foxismo, de 2001 a la fecha se han dado 24 linchamientos en la ciudad más grande del mundo y 19 en el resto del país, con un saldo de seis muertos.
Han pasado más o menos desapercibidos y aún menos investigados. Pero el linchamiento, espantoso siempre, en una sociedad que dista mucho de ser civilizada, pero tiene que parecerlo por vivir en la ciudad de México, es algo que se presta para magnificar el horror y si además está siendo filmado en vivo por los medios, pues es lógico que devenga en catástrofe nacional, aunque en Cancún, en Sinaloa, etc. sucedan horrores equivalentes.
Pero en Tláhuac
las circunstancias
fueron especiales
En general los linchamientos se dan contra personas del grupo social en que se escenifican, así sean originarios o extraños, por crímenes intentados en el momento: por ejemplo pedófilos que atentan contra los niños de la comunidad, violadores de mujeres, ladrones atrapados con las manos en la masa.
Aquí se trató de policías federales y a ésos sí el Gobierno los tiene que defender a como dé lugar, sobre todo si fue él mismo el que los envió al panal de abejas.
Sólo que en Tláhuac, el horror, con su consabida repetición mediática ad infinitum, ha sido tal que no se dice, aunque lo sabe perfectamente el Gobierno, cuál fue la verdadera razón que prendió la terrible mecha en la turba. No se examina la situación, sólo se grita contra “los culpables”, los jefes policiacos que no acudieron en auxilio de sus compañeros en tan horrenda situación.
Y por supuesto que son culpables. No “se movieron” los compañeros federales, ya que fueron judiciales del D.F. -aunque la cabeza que pide Fox es la de Marcelo Ebrard-, los que salvaron al único policía que no murió in situ.
¿Por qué sucedió
cerca de la escuela?
El linchamiento, cabría recordar, se realizó en las inmediaciones de una escuela primaria, la Popol Vuh, de la colonia Jaime Torres Bodet, en el poblado de San Juan Ixtayopan, delegación política y administrativa de Tláhuac:
1) Los agentes linchados realizaban tareas de investigación que los lugareños, azuzados, según las pesquisas, por los vendedores de cocaína al menudeo (en grapas) entre escolapios, creyeron encaminadas al secuestro de niños, ya que en esa misma escuela dos chicos habían sido secuestrados. Esa sospecha encendió la ira de la multitud y prendió la chispa.
2) Esto nos lleva a las verdaderas razones de la presencia, disimulada o, como dicen los espías, “encubierta”, de los agentes de la Policía Federal Preventiva, en el pueblo de Tláhuac, D.F. ¡ojo! Los policías estaban vestidos de civiles ¡más ojo! pues estaban en una misión de espionaje, “con la instrucción de recoger información que condujera a la localización e identificación de presuntos guerrilleros en Tláhuac”.
Y es que en Tláhuac existen condiciones psicosociales, como en muchos pueblos suburbanos del país, que revelan un profundo resentimiento acumulado a resultas de la indiferencia y la explotación del Poder.
Los lugareños se sienten agraviados y su reacción -la de linchar a forasteros sospechosos de presuntos delitos- fue de catarsis. Y si además los azuzan esos narcos que son a los que debería detener la policía en lugar de espiar a la escuela...
“Ello, por supuesto, no justifica lo ocurrido, sólo lo explica”. La sospecha de presencia “subversiva” en Tláhuac no es nueva.
De actividad insurgente, guerrillera o no, en esa región rural del DF, se habla de modo recurrente en los mentideros de la policía e inclusive en algunos cenáculos del poder político.
En esa región se asientan varios movimientos sociales de carácter contestario, que realizan marchas y otras manifestaciones de protesta como plantones, bloqueos de calles y caminos, tomas de instalaciones gubernamentales, etcétera.
“En los mandos de los cuerpos coactivos del Poder Ejecutivo parece advertirse paranoia a ese respecto”, dice mi amigo Fausto Fernández Ponte.
3) Los agentes fueron enviados a filmar y tomar fotos no de los transeúntes ni de gente sospechosa de traficar con droga ni de planear un secuestro..
Los sospechosos eran -y todavía lo son para la PFP- los maestros de la Escuela.
Los policías tomaron fotos y filmaron a los que entraban y salían de la escuela. Para la PFP, creada por el democratiquísimo Vicente Fox, los maestros de las escuelas suburbanas del D:F. son “agentes de subversión”, perredistas, rojillos, miembros de una guerilla que en cualquier momento podría surgir en la zona y trastocar el orden.
¿Ha oído, lector, si es ruco como yo, hablar del “macartismo” y si es chavo, del “Patriot Act”?
Bueno pues por ahí va la cosa.
4).- Todo lo anterior explica la presencia en la escuela Popol Vuh de la PFP y el linchamiento de sus agentes encubiertos.
Pero sobre todo nos da la clave del misterio, la explicación de la criminal parálisis de sus compañeros que no acudieron en muchas horas a salvarlos de esa muerte atroz.
Simple, sencilla y criminalmente, la inacción de los mandos policiacos se debió al temor de ser descubiertos en el espionaje político que realiza la PFP de la Secretaría del Despacho de Seguridad Pública, cuyo titular Ramón Martín Huerta, ve en todas partes enemigos de su jefe directo, Vicente Fox.
¿A quién entonces hay que correr general Macedo de la Concha, procurador general de Justicia de la nación, quien en medio del rebumbio, exoneró total y definitivamente a su patrona Marta Fox de toda mácula en “Vamos México”?
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