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Satiricosas/Guerreros Verdes

Manú Dornbierer

A Elena Kahn, por su infatigable lucha

Escribo este artículo “ecológico” el cinco de febrero, Día de la Constitución, pensando en la necesidad de hacer leyes para proteger a los mexicanos, a la humanidad y al planeta de los mortíferos efectos de la “ciencia” moderna, que en manos mercantiles, nos ha hecho olvidar la mínima prudencia y la antigua sabiduría. Cuando las diferentes constituciones del país fueron promulgadas, la vida humana, o vida a secas, no corría los riesgos artificiales que hoy corre. No existía la conciencia ecológica.

Y posteriormente el vacío legislativo respecto al tema no fue debidamente llenado, de ahí la actual existencia de macroproblemas como la contaminación de ciudades enteras, la destrucción del campo a través de la proliferación de cultivos transgénicos que, convertidos en “la nueva naturaleza”, borran a la real para siempre, etc. La industrialización brindaba entonces un cierto progreso y confort y se creía que era la panacea. Aún no podía preverse que algún día, debido a la ignorancia de muchos y la corrupción de otros, pero sobre todo a la suicida voracidad de las grandes compañías transnacionales, el planeta entero llegaría a un grado de envenenamiento como el que hoy conocemos. Se juega con la química, con la física, con la genética, etc. Se juega con la sobrevivencia de la vida.

Escribo además en pleno y doloroso conocimiento de lo que puede afectar a un ser humano la supuesta química curativa, quimioterapia, que aplican médicos irresponsables sin conocimiento de sus resultados. Víctima de la “ciencia” que se practica en un hospital metropolitano conocido como “Cueva de Ladrones”, sufre un calvario una muy querida y joven persona de mi familia.

Las dioxinas ¿Qué son?

Según el especialista Jairo Restrepo, ingeniero agrónomo, con posgrados de Ecología y Recursos Naturales, la dioxina actualmente es considerada como la sustancia más violenta creada por el hombre, porque su grado de peligrosidad sobrepasa al del uranio y del plutonio. Son generadas por moléculas de cloro sometidas a altísimas temperaturas donde hay materia orgánica, es decir en procesos como el blanqueamiento del papel, la quema de PVC y tinta, hasta la incineración de basura.

Las dioxinas provocan el exterminio de las defensas naturales del cuerpo “sospechosa contemporaneidad con el Sida”, dice Restrepo y el surgimiento de varios tipos de cáncer y teratogenia o capacidad de producir seres monstruosos. Aunque este horror se conoce desde tiempos de la guerra de Vietnam en la que naturalmente fue utilizado “en nombre de la democracia”, aunque muchos obreros estadounidenses y alemanes, entre otros, lo han padecido, aunque en 1776, en Seveso, Italia, una nube de dioxinas ultratóxica mató a 50 mil animales y provocó que el propio Vaticano autorizara dos mil abortos, aunque en Alemania la ciudad de Rasttat se vio en la necesidad de cambiar su propio suelo, las dioxinas, detritus mortales de todo el modelo industrial y consumista que padece el planeta siguen siendo constantemente lanzadas a mares y ríos.

No existen medios para combatir directamente las dioxinas, pero por lo menos se pueden evitar los procesos industriales que las liberan en el medio ambiente con un altísimo peligro.

Un proyecto para Acapulco

Sin embargo, a las grandes empresas que fabrican incineradoras de basura no les importa los efectos de los dioxinas con tal de vender y hoy están enfocando sus mortíferas baterías sobre diversas ciudades en este continente entre las que se encuentra Acapulco. Tratan de revivir un viejo y desacreditado proceso ¡en el trópico! en donde desde luego y por obvias razones climáticas es infinitamente más peligroso jugar con dioxinas que en los helados países lecheros escandinavos en donde se dedican a quemar el estiércol del ganado.

El año pasado dos funcionarios municipales acapulqueños fueron invitados a visitar cierta planta piloto, con todo lo que esto implica, porque, a través de una empresa llamada “Vimaza Energía”, situada en España y México, la compañía, “AGR” (Abfall-Gesellshaf-Ruhrgebiet), oriunda de Herten, Alemania, que se ocupa de incineración y gasificación de basura, pretende instalar una verdadera planta en el puerto.

Se duda que dichos funcionarios hayan tenido nociones de lo que realmente iban a observar, pero los viajes siempre son agradables. Pero por fortuna en estas últimas semanas la Asociación Ambientalista “Guerreros Verdes, A.C.”, a la que asesoran científicos de cinco países y su presidenta la doctora Elena Kahn, han realizado una serie de conferencias con especialistas en la materia para alertar a la población e informarla pormenorizadamente de los procesos que se pretende vender a Acapulco para destruir sus desechos.

Asimismo, los Guerreros Verdes han enviado toda la documentación que se requiere para enterar realmente del peligro al presidente municipal Alberto López Rosas, al que me permito hoy preguntarle ¿Por qué antes de que las cosas avanzaran, aunque según parece no se ha por suerte concretado nada con la AGR, su Gobierno no recurrió a esta prestigiada asociación guerrense en busca de veraz información y no nada más de la que el interesado vendedor proporcionaba? Ojalá Acapulco esté aún a tiempo.

www.manu-dornbierer.com.mx

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