Mañana USA celebra otro cuatro de julio, el número 228 aniversario de su Independencia en 1776. Jamás, el país que dice ser, entre muchas mentiras más, el adalid de la libertad y de la democracia, ha tenido que festejar un aniversario con tanta vergüenza ni siquiera en tiempos de la repugnante guerra de Vietnam, de las infinitas invasiones en América Latina (todavía tiene que pagar la más sanguinaria, la de Panamá 89), ni de la primera guerra familiar de los Bush contra su ex amigo y socio Saddam Hussein.
Y es que habiendo tenido Presidentes nefastos, ninguno tan burdo y canallesco como George W. Bush cuya actuación merece no sólo juicio político dentro de su país -se lo harán sin duda si es que alguna vez les cae el veinte de quién realmente tumbó las Torres Gemelas- sino internacional.
La potencia unipolar que se adjudicó el derecho de destruir a Irak contra las indicaciones del Consejo de Seguridad de la ONU cuya comisión para encontrar las armas de destrucción masiva que supuestamente poseía Saddam Hussein se cansó de explicarle que no existían, tiene por supuesto una obligación equivalente hacia el planeta del que se siente dueño por la gracia del God de su gurú, Billy Graham.
Se tomó el derecho de matar y destruir, pues ahora tiene la obligación de rendir cuentas al mundo, no sólo a los que votaron por él y a los que apoyaron su fraude electoral. ¿Estamos globalizados o no? Por fortuna para el dicho planeta y para los estadounidenses pensantes aparentemente paralizados si no enmudecidos (muchos gritaron en el vacío durante meses), aplastados por las masas estupidizadas y enloquecidas por la propaganda antiterrorista del mayor terrorista que ha visto la Historia, por el Partido Republicano, por los halcones que manejan al “tonto”, el vicepresidente Cheney o el enfermo mental secretario de la Defensa que es Donald Rumsfeld, equivalente del doctor Mengele de Hitler, por los medios de comunicación dominados entre la que destaca la cadena Fox -caray qué mala coincidencia de nombre- entre muchos más, por fortuna, decía, existe un cineasta talentoso, inteligente y valiente que se llama Michael Moore. Con un lenguaje cinematográfico humano, ergo anticuado, sin efectos especiales, exclusivamente basado en lo que ven los ojos y el corazón, ha podido desinflar el protector globo putrefacto en el que se habían instalado los del clan.
Gracias a Fahrenheit 9-11 los gringos pueden hoy comprender el enajenamiento al que los empujaron y recuperar la razón. Acudieron tan masivamente a los cines en donde se exhibe el documental, que ganó antes en el festival de Cannes, Francia, “La Palme d´Or”, que dejaron vacías las salas de las superproducciones de ese Hollywood que tanto ha contribuido (con excepciones, desde luego) a quemarle las neuronas al pueblo estadounidense.
El Nuevo Siglo Americano es el nombre de un proyecto dedicado al Oriente Medio. Y mientras Michael Moore lava con la verdad visible cerebros dañados a propósito de la guerra de Irak, el senador Hollings, el 23 de junio pasado, en la publicación llamada “ The State”, explica a sus compatriotas la verdad que no se ve, la que manipulan los políticos en las alturas. Y lo que hay detrás del horror de la invasión de Irak es más que monstruoso.
La canallez de película de los halcones de George W. es inaudita al grado de haber destruido toda autoridad moral de Estados Unidos. En 1996 en Jerusalén, dice el senador Hollings, Richard Perle, Douglas Feith, David Wumser propusieron al entonces entrante primer ministro israelí Netanyanhu un plan llamado “Corte Limpio”.
Se trataba de detener las negociaciones con los palestinos y de obligar al Oriente Medio a simpatizar con Israel, “democratizándolo”. Primero había que bombardear a Líbano, luego que invadir a Siria so pretexto de armas de destrucción masiva en su territorio.
Y por fin derrocar a Saddam Hussein y reemplazarlo por un hashsemita favorable a Israel. Netanyahu rechazó el plan. Pero Pearle no olvidó el Proyecto del Nuevo Siglo Americano y pidió apoyo de Dick Cheney, Paul Wolfowitz, Stephen Cambone, Scooter Liby y Donald Rumsfeld. Con la elección de Bush, su diabólico plan se ganó la lotería (¿o quizás esa mafia lo eligió?).
El llamado Príncipe de las Tinieblas, Richard Perle, quien desde tiempos de Reagan envenenó la política exterior estadounidense, entró al Pentágono, del que acaba de salir por una transa con un fabricante de armas europeo (información por confirmar).
Rumsfeld, Wolfowitz y Feith quedaban como el uno-dos-y-tres, del ministerio de la Defensa. Cheney de vicepresidente y Soocter Liby y David Wurmser como sus “diputados”.
Quedó pues decidido desde 2000 ir directamente contra Irak, no obstante que la CIA afirmaba que no existía evidencia de que hubiera armas de destrucción masiva en Irak, de que no había tampoco pruebas de que los iraquíes tuvieran lazos con el terrorismo desde 1993 hasta 2003 cuando se invadió Irak.
Además el departamento de Estado, el /11, tenía una lista de los 45 países en donde operaba Al Qaeda. En ella estaba USA, pero no Irak Bush sabía todo, pero su capricho y sus bandidos halcones lo impulsaron a cometer uno más de los grandes crímenes internacionales de la historia.
USA sólo podrá celebrar su Independencia con la cabeza en alto cuando la siniestra cofradía sea objeto de juicio.
Y la comunidad internacional globalizada está en su absoluto derecho de exigirlo a la potencia unipolar.
¿Acaso puede impunemente USA en el siglo XXI destruir un país, matar a miles de personas, gastar billones de dólares para divertir a un grupúsculo de malditos? A los apoyadores de Bush, Blair, Berlusconi, etc. les irá como a Rebuznar, esperemos que sin 11 de marzo. A Fox, lo salvó de dar el sí su operación de espalda y la presión de la izquierda. Los empresarios lo instaban a marchar contra Irak .
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