Salen a la luz pública nuevos testimonios de abusos a presos
EL PAÍS / AGENCIAS
WASHINGTON, EU.- Las nuevas imágenes del horror de la cárcel de Abu Gharib irrumpieron ayer en Estados Unidos, con más detalles de las torturas y malos tratos y con el agravante que aportan las escenas en movimiento de los videos.
Tal como habían pronosticado senadores e incluso miembros del Gobierno las nuevas imágenes son mucho más aterradoras –las fotografías de la violencia física y psicológica ejercida contra los prisioneros iraquíes fueron reveladas por The Washington Post, que dijo que tiene en su poder “cientos de fotos y videos-”.
Además de las imágenes, el Post revela trece declaraciones de prisioneros que forman parte de la investigación del general Antonio Taguba, el documento que ha permitido conocer el escándalo. En estas declaraciones, los presos denuncian las humillaciones y malos tratos sufridos: masturbarse delante de mujeres soldados, recibir amenazas de violación, recoger su comida de retretes o verse obligados a comer carne de cerdo, beber alcohol o hablar mal del Islam.
El preso 13077, Hiadar Sabar Abed Miktub al-Aboodi, declara: “Nos obligaron a ir como perros, a gatas. Y teníamos que ladrar como si fuéramos perros, porque si no, nos pegaban en la cara y en pecho. Después nos llevaron a las celdas, quitaron los colchones, echaron agua en el suelo y nos hicieron dormir así, con bolsas sobre nuestras cabezas y hacían fotos de todo”.
“Dijeron: ‘Vamos a hacer que deseen estar muertos y que sabrán que no será posible’”, según transcribe el Post de la declaración del preso número 151362, Ameen Saeed Al-Shek, que añade: “Me desnudaron. Uno me dijo que me iba a violar”. El Pentágono investiga estas acusaciones, que forman parte de los consejos de guerra.
Las declaraciones se tomaron entre el 16 y el 21 de enero y ocupan 65 folios; están manuscritas en árabe y firmadas por cada detenido y después traducidas al inglés. En cuanto a los testimonios gráficos, en uno de los videos, del que ya habían hablado con horror los congresistas, un preso esposado se golpea la cabeza contra una puerta verde de metal antes de quedar desmayado.
En otro, cinco presos encapuchados y desnudos frente a una pared se masturban con otros dos detenidos a sus pies. Otro muestra a soldados arrastrando a presos desnudos en lo que lo que aparenta ser el comienzo de la pirámide humana que ya se conocía.
Una de las fotos recoge a un preso con el cuerpo cubierto por una sustancia ocre tratando de caminar en línea recta con los tobillos esposados frente a un soldado con una porra negra. Otro preso con capucha, esposado a una barandilla, parece desmayado. Otro más cuelga cabeza abajo de una litera. Una muestra a un preso con mono naranja mirando aterrorizado a un perro negro, a dos palmos de su cara, sujetado con una correa por un soldado.
En otras variantes de humillaciones sexuales, dos prisioneros desnudos están esposados uno al otro y un preso se ve obligado a introducirse un plátano para simular sexo anal. Y hay fotos, de las que también se había hablado, de relaciones sexuales entre hombres y mujeres de uniforme, aparentemente excitados por este enloquecido y bárbaro escenario y por las brutalidades ejercidas.
Ya lo dijeron los congresistas el pasado día 12, tras haber visto las imágenes: “Es aterrador, peor de lo que había imaginado”, confesó Ron Wyden; “Fue como descender a los infiernos”, según Richard Durban.
De las imágenes que de nuevo estremecieron ayer a los estadounidenses no se desprenden datos que permitan aclarar quién estaba al mando. Esa responsabilidad es uno de los debates pendientes y de su desenlace puede depender la suerte del secretario de Defensa, Donald Rumsfeld. Contra él hay una presión política dirigida por los demócratas y secundada por algunos republicanos, pero también –lo que es más peligroso para Rumsfeld- por mandos militares que arrastran desde hace meses su descontento por la guerra y la posguerra: el origen de las filtraciones está en el Pentágono.
Además, es muy importante, a cinco meses y medio de las elecciones, el estado de la opinión pública. ¿Hasta cuándo puede resistir esta sociedad, con una acumulación tan fuerte de testimonios tan perturbadores? Tres de cada cuatro estadounidenses aseguran que no hay ninguna justificación para estos procedimientos.
Si ese sentimiento se convierte en una exigencia de responsabilidades reales –responsabilidades no de soldados de comportamiento incalificable, sino de mandos-, la presión puede ser difícil de soportar para la Casa Blanca. Ya anticipó hace días Rumsfeld que si salían a la luz los nuevos testimonios, “las cosas sin duda empeorarán”. La incógnita es saber qué tiene más costes políticos para Bush: mantener al jefe del Pentágono o sacrificarlo.
Abandonan penal
Mientras tanto un total de 472 presos iraquíes de la cárcel de Abu Gharib, a 30 kilómetros al oeste de Bagdad, fueron liberados ayer, informaron fuentes militares estadounidenses.
Varios autobuses que transportaban a los liberados a un lugar desconocido abandonaron ayer la prisión, en cuyos alrededores se concentran centenares de personas que esperan noticias de sus familiares detenidos.
El portavoz militar estadounidense, general Mark Kimmitt, dijo a principios de esta semana en Bagdad que EU liberaría el viernes a centenares de presos de la polémica cárcel en respuesta a una decisión tomada por la Autoridad Provisional de la Coalición (CPA).
Asimismo, el pasado diez de mayo el nuevo general norteamericano encargado de dirigir Abu Gharib, Geoffrey Miller, anunció que en poco más de un mes reducirá a la mitad el número de presidiarios que cumplen pena en el centro.
Por su parte, la Cámara de Representantes de Estados Unidos aprobó ayer una disposición que propone la destrucción de la cárcel de Abu Ghraib, conocido como el principal centro de tortura durante el régimen del ex presidente, Saddam Hussein.