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Se hunde el barco y saltan las ratas

Luis Maeda Villalobos

Como efecto de la lucha por el poder, las facciones políticas –sean verdes, blancas o coloradas- dan color por la corrupción y la falta de civismo y México se encuentra al borde del abismo por una catástrofe social a causa de la incredulidad y la desconfianza en los Gobiernos.

Es cierto que la podredumbre no es nueva en la historia de la humanidad, pletórica de hechos deshonestos, crímenes y traiciones, como estamos presenciando en los últimos tiempos. Como buen ejemplo, es oportuno recordar el libro del escritor polémico, Blanco Moheno, La corrupción en México, por cierto, estupendo. Las banderas partidistas no escatiman métodos de todo tipo, con tal de atacar a los otros, poniendo piedras en el camino al poder.

Se olvida fácilmente que el país es dependiente por las deudas con extranjero, porque no hay producción y por el aumento del desempleo, lo que impacta a más de cuarenta millones de mexicanos, que viven en la pobreza, trastocándose la escala de valores. Ello se refleja en la inseguridad, los secuestros, asaltos, robos e imperan los vicios. Todo un conjunto, a semejanza de una nave en el mar que va a la deriva y se hunde cada vez más por el tornillo que aprieta, con los Tratados de Libre Comercio y el proceso de globalización, entre otras cosas.

La inconsciencia y la falta de amor patrio, al ver la zozobra del barco que se hunde, saltan las ratas, cubiertas de una impunidad inaudita y no les importa nada, mucho menos el futuro de México. La estampida hace recordar las palabras poéticas del presbítero Federico Escobedo que dicen: “Todo en la natura es simbolismo, hay en Puebla en la sierra encantadora, una a la que el indio llama ‘flor que llora’, flor que llora colgada del abismo. Perfecta analogía encuentro en ella con la Patria mía y el hado adverso me parece el mismo, México es una flor encantadora, pero ¡ay! Es flor que llora, flor que llora colgada del abismo”.

Así ha sufrido desde la época de la Colonia a la fecha. Una explotación ignominiosa, social, económica, cultural y política y ya es tiempo, en estos momentos de reflexión, de encontrar el camino con sentimiento de nación, para que prevalezca la integridad de su territorio y soberanía ante todo.

Es tiempo de que nos demos cuenta que se requieren políticas justas, con espíritu nacionalista, con gente honesta y preparada en el Gobierno, que vea que su patria es primero, que promueva la educación, la ciencia y la tecnología y deseche las improvisaciones de siempre y deje a un lado el canto de las sirenas con doctrinas y credos dogmáticos o ideologías exóticas, con respeto a la idiosincrasia que tiene origen, tradición e historia. La supervivencia depende de la conservación de los recursos naturales, con el uso racional y de evitar la contaminación en los tres niveles de la naturaleza.

La experiencia es la mejor escuela para los jóvenes y nuevas generaciones, quienes constituyen el cimiento de una nueva nación, con el estandarte de la libertad de cátedra y pensamiento, del razonamiento lógico y la obediencia a la norma, el respeto al derecho y la impartición de la justicia en forma igualitaria. Con la educación se conocerán los deberes y obligaciones, en el cumplimiento del trabajo, con la familia y con la sociedad como gente civilizada.

No es comprensible que un capitán pierda el timón y deje en las manos de los marinos el mando, que no contemple la existencia de una desigualdad social en donde la voz ciudadana no sea escuchada, anomalías que nacen de una falsa interpretación de la democracia, con la bota del poder.

Aquí en La Laguna, en algunos casos particulares, hay la necesidad imperiosa de conocer cuánta agua queda en las reservas subterráneas que se abaten progresivamente, con el objeto de implementar una justa redistribución del recurso y no continuar sobreexplotando el acuífero que tiene una pobre recarga. Algunos miembros de los sectores empresariales y del dinamismo privado, se han convertido en portavoces populares que incluyen a direcciones del Gobierno actual y se han atribuido el derecho de opinión y de toma de decisiones, como en el caso de las obras proyectadas sobre el río Aguanaval, que los peritos y técnicos en hidráulica han estudiado, así como la Comisión Nacional del Agua (C.N.A.) quien les ha mostrado la Manifestación del Impacto Ambiental (M.I.A.) que la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) ha aceptado como correcta.

Aún así, los protagonistas del sector privado y empresarial se oponen, confabulados con los nuevos terratenientes que pasan por encima de los derechos de los campesinos y la seguridad de las poblaciones en la cuenca baja. Estos señores son parte de los marinos del barco que se hunde, quienes por cierto, deben ocuparse en promover nuevas empresas y capitales frescos para el desarrollo de la región. El asunto de la basura, de las aguas residuales, de la contaminación atmosférica, de los suelos y la escasez grave de agua, para nada les importa, con tal de seguir como líderes de opinión en las soluciones, materias que desconocen, soslayando a las asociaciones civiles, consejos ecológicos que son la ciudadanía organizada. Esto no es hacer patria.

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