Tras las rejas se sufre el peor de los castigos: el olvido.
Torreón, Coah.- Al igual que Jesús, cargan su propia cruz. Y aunque su sentencia no fue morir, el sentimiento es el mismo cuando hablan de cómo sus sueños se perdieron entre las celdas de una prisión.
Como Gestas cuando estaba a la izquierda de Jesús en la Cruz, en ocasiones han reprochado y exigido su libertad, pero después de reflexionar como Dimas, aceptan su culpabilidad y sólo piden por el perdón.
Tras las rejas aprendieron el valor del arrepentimiento. Ahora luchan dicen, contra el peor de los castigos: el olvido.
Algunos asesinaron, otros vendieron drogas. Pero aseguran: nadie más que Dios tiene el derecho a juzgarlos. Por eso buscan reivindicarse a través de cada uno de los personajes de El Juicio Político.
En el Centro de Readaptación Social (Cereso), noche a noche, un grupo de presos ensayó hasta al cansancio los personajes de la obra teatral El Juicio Político. Este miércoles tendrán la oportunidad de demostrar su talento ante sus compañeros y autoridades penitenciarias.
El gusto por la actuación
Rosa María Rojas Silva se convirtió en toda una estrella dentro de la prisión: actúa, canta, baila, incluso imita. Al principio le costó trabajo, el sentimiento de vergüenza era mayor que sus ganas de participar en las actividades del Cereso.
-A algunos no les gusta entrar a las obras porque les da pena pero es bonito. El tiempo se hace más llevadero, además creo que todos tenemos derecho a una oportunidad y esta es una forma de reivindicarnos.
En la pastorela, en el vía crucis u obras teatrales, casi siempre son los mismos presos quienes participan. La excepción se da cuando alguno obtiene su libertad y debe ser reemplazado por otro interno.
Por delitos contra la salud, Rosa María fue sentenciada a pasar diez años en prisión. Lleva tres. Pero asegura que sólo Dios la puede juzgar. Nadie más. Afortunadamente, dice, sus dos hijas ya se encuentran juntas en el albergue del Padre Manuelito. Y aunque sólo las ve un día a la semana, ya no se siente tan sola en la cárcel.
En tres años, Rosa María perdió algo más que su libertad: su madre, su abuela y una tía. Las tres murieron. No pudo estar con ellas para darles el último adiós.
A pesar de que tiene un pequeño papel dentro de la obra -sólo pide entre la muchedumbre la crucifixión de Jesús-, sus hijas al verla, han aprendido a actuar y ahora también participan en las actividades del albergue. Y esa es la mayor satisfacción de Rosa María.
Todo por el alcohol
José Antonio Parra Carrillo dice que estaba bajo los influjos del alcohol cuando entre él y su hermano, asesinaron a un hombre. Ahora ambos están en la cárcel, fueron sentenciados a pasar 26 años y tres meses en el Cereso.
De su condena ha cumplido tres años y tres meses. Su deseo es salir cuanto antes y por eso trata de participar en diversas actividades.
-Lo que pasó me ha hecho reflexionar porque perdí muchas cosas, primero mi libertad, también algunos seres queridos y parte de mi vida.
El arrepentimiento lo hace pedirle a Dios que lo perdone. También le súplica por su libertad, pues asegura, asesinó en defensa personal.
-Quiero irme pronto, por eso voy a la escuela, hago deporte, trabajo. Participo en el vía crucis y en la pastorela, me dijeron que van a dar clases para la preparatoria abierta y me inscribiré en el curso.
En la obra personifica a Caifás, el acusador de Jesús. José Antonio cree que al final se arrepiente de haberlo denunciado.
-Que terrible para los que les tocó vivir eso, es triste recordar la crucifixión de Jesús porque las personas fueron malas, pero al final de cuentas se arrepienten de lo que hicieron aunque ya no sirva de nada.
Un segundo después José Antonio, cambia de opinión y señala: “bueno sí sirve porque primero es arrepentirte y luego pedir perdón”.
Y es que el arrepentimiento, asegura, se siente por dentro, por eso cuando está solo en la celda, medita sobre lo sucedido.
-Sé que ya me perdonó y me siento más tranquilo. Si Él me diera la libertad nunca más cometería el mismo error. Dios sabe porqué hace las cosas.
Acusado injustamente
En un mes más José Encarnación Zapata Mora espera obtener su libertad. Lo acusaron de delitos contra la salud, pero hasta ahora los jueces no han encontrado pruebas suficientes para sentenciarlo. Además asegura que es inocente.
A pesar de que está confiado en salir pronto de prisión, sigue dispuesto a participar en las actividades del Cereso. En la obra interpreta a Herodes.
Me siento muy satisfecho y halagado de poder actuar en la obra. Cuando salga de aquí voy a pedirle al director (del Cereso) que me deje regresar para ayudarles con algún personaje.
En los siete meses que lleva en prisión, aprendió a valorar la vida, a su familia y amigos.
-El encierro me ha hecho reflexionar, ahora creo que cuando una persona quiere cambiar lo hace, por eso estamos aquí, por un error u otro, pero hay que tratar de evitarlos siempre –y añade-: Herodes es un personaje muy duro y desgraciadamente tiene que tratar mal a Jesús, pero cuando leí el libreto, lo acepté con gusto.
Por su carácter y por su forma de hablar piensa que es el indicado para interpretar a Herodes. Leyó una y otra vez sus diálogos con la ayuda de su compañero de prisión. Ya no tiene necesidad de ver su libreto durante los ensayos.
-Me ha dejado una experiencia hermosa y solamente con otro personaje mejor lo podría superar. Mis hijos ven con satisfacción que me entretengo porque así no pienso en cosas malas.
La soledad quedó atrás
Después de haber pasado nueve años en la cárcel, a José Rodríguez Damián le falta uno para terminar su sentencia por delitos contra la salud. Es de Zamora, Michoacán, pero ya se siente lagunero.
Hace más de cuatro años que no ve a su madre. Afortunadamente para José la soledad ya quedó atrás, ahora recibe la visita de Estrella e Irene, dos señoras que se han preocupado por él y lo quieren como si fuera su propio hijo.
Luego de que eliminaron el autogobierno en el interior del Cereso, la madre de José se negó a visitarlo. Le dijo: “te veré hasta que salgas”. Desde entonces ni un beso ni un abrazo a podido darle. Sólo le queda el consuelo de escuchar su voz por teléfono.
Para interpretar el papel de Jesús, José se deja crecer la barba y medita durante días.
Hay algo que no olvida de su participación en el vía crucis del año pasado. Llora cuando recuerda la manera en que los niños lo tocaban, lo miraban y le sonreían mientras hacía el recorrido.
-No sé cómo explicarlo porque los niños al verme caminar con la cruz me tomaban de la mano. La señora estrella me regaló unos huaraches para usarlos en el recorrido, pero decidí hacerlo descalzo.
El terreno que recorría tenía vidrios y piedras filosas, pero José no sintió nada en sus pies, ni siquiera cansancio.
-Se me abrieron otras puertas y ahora no me siento tan solo, a las señoras que vienen a verme las quiero más que a mi madre, tal vez porque las veo más que a ella.
Aunque sólo le falta un año para obtener su libertad, todavía le parece que falta mucho tiempo. Ya no quisiera seguir participando en las obras, primero porque cree que otros internos merecen la oportunidad de interpretar a Jesús, segundo porque a veces se siente sin ganas. Pero asegura que no dejará las actividades.
José carga su propia cruz: “quiero salir pronto y cuando consiga mi libertad, me portaré lo mejor que pueda para que no me pase lo que a otros compañeros, es que salen y regresan en las mismas condiciones. No quiero dar un paso atrás”.
Demasiado castigo
Jesús Herrera Reyes se ha convertido en un candidato indiscutible para ocupar los principales personajes en las obras de teatro del Cereso.
Fue sentenciado a pasar 53 años en prisión por homicidio calificado. Cree que su condena es injusta, pues estaba bajo los influjos de las drogas cuando cometió el asesinato: “no sabía lo que hacía”.
-Acepto mi culpa, lo hice drogado, pero son muchos años por mi error.
Tiene 20 años de edad y tiene miedo no salir con vida de la cárcel. Dice que sus padres lo apoyan. Son divorciados y antes de que pasara el asesinato ni siquiera se dirigían la palabra, ahora son amigos y tratan de ayudar a Jesús en todo lo posible.
-Le pido a Dios por mis padres, que les dé vida y salud, espero que el día que salga todavía estén vivos para abrazarlos como nunca lo hice antes y decirles cuánto los quiero y cómo me hubiera gustado que hubiéramos sido una familia unida: cenar juntos, ir a la Alameda, todo eso me hubiera gustado mucho, pero Dios sabe por qué hace las cosas y todo lo que pasa en el mundo.
Para salir antes trata de portarse bien. Por las mañanas corre, luego va a la escuela, después al gimnasio. Trabaja en la elaboración de cuadros y le gusta mucho la literatura.
En la obra personifica a Poncio Pilato: “él sí creía en Dios, pero el pueblo y el César lo presionaban, tenía miedo a los castigos y a la muerte, estoy seguro que se arrepintió de haber mandado a la cruz a Jesús, así como nosotros (los internos) nos arrepentimos de lo que hicimos”.
Y mientras los presos cuentan sus historias, la noche cae en el Centro de Readaptación Social. Después de ensayar sus personajes cada uno regresa a la celda a seguir pensando en el tiempo que les falta para salir de prisión, siempre con la esperanza de que a través de sus personajes, Dios les otorgue el perdón.