EL PAÍS
DAMASCO, SIRIA.- Damasco se despertó ayer dolorida y conmocionada después de una tensa noche en el transcurso de la cual un comando terrorista atacó el barrio residencial de Mezzeh, donde colocó una carga explosiva y provocó un tiroteo en el que causó la muerte de dos personas, antes que dos miembros del comando fueran abatidos y el resto detenidos. A pesar del silencio de las autoridades y la ausencia de reivindicación la mayor parte de analistas tienen el convencimiento que detrás de este ataque se esconde la organización terrorista Al Qaeda.
En plena madrugada, horas antes de que el ministro de Turismo, Saadalah Agha al Qaala, en nombre del Gobierno, lanzase a la opinión pública local e internacional el mensaje de tranquilidad -“Siria es un país seguro, este incidente no tendrá ninguna consecuencia sobre el turismo” y “éste ha sido un acto aislado”- el ministerio del Interior y el de Defensa habían desplegado por la mayoría de las calles y avenidas centrales, importantes contingentes de la fuerza publica, reforzando de esta manera los controles habituales de la ciudad.
En plena oleada de conmoción, la embajada norteamericana anunciaba ayer el cierre provisional y durante las próximas horas de sus oficinas y la paralización de sus actividades, presumiblemente para revisar todos los sistemas de alerta y seguridad. De manera mucho más discreta otras representaciones y delegaciones diplomáticas, la mayoría de ellas situadas en el barrio de Mezzeh, hicieron también lo mismo, incluida la embajada de Canadá que sufrió daños mínimos en una ventana y la puerta principal, como consecuencia de la explosión de una carga.
Las primeras declaraciones oficiales de los gobernantes sirios, tratando de minimizar los incidentes y asegurando que su país “es también un objetivo de los grupos terroristas”, que según un portavoz del ministerio del Interior “tratan de desestabilizar el país y sembrar la anarquía”, fueron acompañadas de unas imágenes de la televisión estatal, en la que se mostraba un alijo de armas, que los activistas habían depositado en una casa situada en Jan al Chich, situada a unos 25 kilómetros al sur de Damasco.
Ninguna de las declaraciones oficiales sirvió sin embargo para aclarar lo sucedido, descifrar las razones y la filiación política de los atacantes. A pesar de este silencio la mayoría de los comentarios oficiosos y de los analistas señalaban directamente con el dedo a Al Qaeda. De antemano se había descartado la posibilidad de que revoltosos kurdos o activistas relacionados con los Hermanos Musulmanes estuvieran mezclados con el incidente.
Imad Suhoueibi, uno de los analistas políticos más populares de Damasco, fue el más directo y claro al acusar sin miramientos a la organización de Bin Laden: “Yo creo que Al Qaeda ha querido lanzar a los americanos un mensaje con esta explosión; que son capaces de alcanzar cualquier objetivo, incluido un país tan seguro como Siria”.