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Señales

René Delgado

Segunda y última parte

El jueves quedó en suspenso -de hecho, días atrás se filtró esa información- la diligencia del fiscal Ignacio Carrillo Prieto en contra del ex presidente Luis Echeverría, así como en contra de varios ex funcionarios y militares en retiro involucrados en los hechos sangrientos del Dos de octubre de 1968 y del Diez de junio de 1971.

El argumento o pretexto empleado para justificar la inacción fue el supuesto propósito de allegarse más elementos para dar mayor solidez a esa acción... Así, la conmemoración del 25 aniversario del fallecimiento de Gustavo Díaz Ordaz pasó sin pena ni gloria, vamos, sin convertirse en el foro para condenar la pretensión gubernamental de llevar ante un juez a quienes simbolizan el autoritarismo priista que tiñó de rojo aquellos capítulos de la historia negra del país. Y también el jueves, The Financial Times se sumó a las brutales críticas que, a causa de Marta Sahagún, han puesto en un predicamento la figura de Vicente Fox y sugieren la idea de que el Mandatario mexicano está acabado.

El viernes pasado se llevó a cabo una reunión más, una de tantas, de la Conferencia Nacional de Gobernadores para tratar dos temas: el desacuerdo que sostienen en la Convención Nacional Hacendaria en cuanto a la aplicación del Impuesto al Valor Agregado a alimentos y medicamentos y la revisión del reparto de los ingresos provenientes de los excedentes petroleros... Como en otras ocasiones, el secretario de Hacienda regaló a los gobernadores su desaire, no fue, todo eso ocurrió a lo largo de esta semana que afortunadamente concluyó.

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De la lectura de esos acontecimientos, podría concluirse que el sonido de los tambores de guerra es cada vez más intenso. Podría concluirse pero también se podría decir que cuando más se intensifica ese sonido, esto es, cuando la amenaza de la guerra está en su límite, se abre curiosamente un pequeñísimo espacio para conjurarla. Ese es el fondo de las contradicciones de esta semana. El muy claro y nítido sonido de los tambores de guerra puede tener una doble interpretación: marca el arranque de la confrontación, o bien, es el último llamado para conjurar la guerra, si quiere tomarse de ese sonido su carácter disuasivo, es preciso sustanciar esa lectura con otras señales inequívocas, pero si el Gobierno no lo interpreta así y no le da una clara dirección, esa última oportunidad se va a perder y entonces, la confrontación será ineludible.

Si esas contradicciones implican, además de la amenaza, la posibilidad de la conjura, Vicente Fox tendría que ser mucho más claro y preciso en sus pretensiones políticas y transformar sus señales vagas en una estrategia de fondo que, de una vez por todas, direcciones los conflictos en la ruta de su atemperamiento y si es posible, de su solución.

El tenue impulso que le da al Mandatario la declinación de su esposa, el relevo en la dirección de la Lotería, la postergación de la acción judicial contra el ex presidente Echeverría, el acuerdo del IPAB con la banca, la iniciativa de reforma a las pensiones, tiene que sustanciarlo en esa estrategia, antes de que queden como hechos aislados y coincidentes pero inconexos.

Aun si esos hechos fueran producto del azar, el Gobierno tendría que capitalizarlos para suscribir una tregua política que dé certidumbre a los actores políticos opositores en cuanto a la conducta gubernamental y a cambio, éstos le dieran al Gobierno margen de maniobra para, cuando menos por un año, poder trabajar a favor del país.

Para eso, se necesita desde luego un Presidente de la República, de todas esas contradicciones reseñadas, el Gobierno debería sustraer la posibilidad de lograr acuerdos parciales y distintos con las fuerzas opositoras que, en su conjunto, terminen por sanear la atmósfera, pero esa posibilidad debe quedar claramente expresa y comprometida para lograr la certidumbre política necesaria y efectivamente, cerrar algunos de los muchos frentes de guerra que el Gobierno ha venido abriendo.

En cada uno de los conflictos, hay un resquicio político y jurídico que permitiría encontrar el espacio necesario para salir de la atmósfera de la confrontación y darle una oportunidad más a la República, aun en el caso del desafuero de Andrés Manuel López Obrador, jurídicamente hay una posibilidad... (Cuestión de leer en Enfoque el análisis de Salvador Rocha Díaz...).

El problema hoy es de tiempo y velocidad: si el Gobierno no es capaz de articular sus acciones y coordinar la actuación de sus integrantes para, verdaderamente, darles a los tambores de guerra un tono y sonido disuasivos, Vicente Fox se habrá perdido en la encrucijada de estos días para internarse en su propio laberinto.

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