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Ser Humano / Torero

Psicólogo Ricardo Mercado Dávila

En días pasados tuve la desfortuna de presenciar dos situaciones que mucho me incomodaron. Si esto pasa en la calle, me pregunté. Qué será donde no se puede ver.

Yendo yo manejando en un semáforo realicé el alto obligatorio que me marca el rojo. Esperando el camino de color voltee a ver los aparadores de una tienda, en esa esquina esperaba el camión de ruta urbana, así parecía, una mujer joven con un niño de brazos y una niña de aproximadamente cinco años.

La mujer, de aproximadamente 30 años, también volteó a ver el aparador de la tienda de esa cuadra y la niña dio unos pasos hacia el cordón de la banqueta, situación que se tornó de peligro para esa niña que no sabe de peligros de esa naturaleza.

Cuando la mujer, que supongo también era la mamá, peor sería fuera otra la relación que las uniera, se percató que la niña pudiera bajarse de la banqueta y ser atropellada dio unos pasos apresurada y la tomó de una mano y la jaló de tal manera, como se dice popularmente, hasta a mí me dolió el brazo y casi la tumba del estirón.

Sorpresa fue mayor para mí, cuando después de eso, al darse cuenta que la estaba viendo cómo descuidaba a esa niña, con bastante maestría tiró nuevamente del brazo de la niña dándole vuelta y dejándola de tal posición que con agilidad le levantó su cabello y la tomó de una oreja y usando ésta de manija, diría yo, le acomodó las ideas, es decir, sangoloteó fuertemente su cabecita que me sorprendió de suma manera de que no se separara la oreja de su cabeza.

El coraje me llenó de ver cómo se puede hacer, amparado en el ?amor?, dañar, principalmente en el aspecto emocional y también en lo físico a un hijo. No me pudo nacer otra cosa y rallando en la ironía no pude menos que gritarle ?torero?.

Dicha mujer volteó a verme y con una cara de mezcla de sorpresa me pudo mostrar su enojo de inmiscuirme en su vida familiar.

En ese momento cambió el semáforo y desgraciadamente tuve que avanzar.

Cuadras más adelante, recorriendo una colonia popular de calles y banquetas angostas, un hombre joven, mientras platicaba con una persona en la puerta de una casa, el niño de cuatro años, que se supone cuidaba, caminó a la orilla de la corta banqueta.

Previendo un accidente me detuve esperando ver la reacción del niño y que no se me fuera a atravesar. Una vida, y más la de un niño, vale más que un momento que me detenga.

El hombre, al ver que me detengo, volteó y se percató de dónde estaba el niño y el peligro en que estaba. Dio rápidos pasos y aseguró en su mano el brazo de aquel despreocupado peatón. Lo jaló de tal fuerza que me volvió a doler el brazo, y más que el dolor físico, fue el dolor que vi en la cara de este niño en la cara de sorpresa y desconcierto de lo que estaba pasando y él no entendía.

Al reanudar mi marcha fue mucho más mi asombro al ver que aquel hombre, tal parece que intentando limpiar su culpa de no cuidar adecuadamente a aquel niño, con buen dominio de técnica, otorgó con mano abierta y con buen coraje unas buenas nalgadas.

Han pasado unos días de que presencié esos dos eventos y no se me han borrado de mi mente. Me pregunto si a esos niños algún día se les borrará la idea que porque los quieren ?mucho? los golpean. Me pregunto también, si eso es ante el juicio de desconocidos, como los ?educarán? dentro de casa.

Enseñar sin violencia y no depositar nuestras frustraciones en nuestros hijos, no tengo duda, será una manera clara de que nuestro hijo sea verdaderamente Ser Humano.

Mi correo electrónico: rmercado@avantel.net

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