En la accidentada negociación del presupuesto y las leyes de ingresos federales, el capricho de un solo hombre, Emilio Chuayffet Chemor, provocó retrasos y despertó la ira de las cúpulas empresariales.
La historia ocurrió el jueves pasado. El paquete económico estaba prácticamente acordado entre PRI y PAN, cuando el panista Francisco Barrio se comunicaba con el priísta Chuayffet para repasar los acuerdos pactados con las cúpulas empresariales. Pero Barrio cometió el error de dejar ver cerca de las negociaciones a un par de asesores cercanos al ex priista Miguel Ángel Yunes. Al enterarse de la injerencia de Yunes, Chuayffet montó en cólera y desconoció los acuerdos. Movió el precio del petróleo y cambió el déficit. Los cambios llegaron a oídos del sector empresarial y sus dirigentes reaccionaron iracundos contra Chuayffet. Hubo una llamada del presidente de la Coparmex, Alberto Núñez Esteva, al líder priista Roberto Madrazo para reclamar que Chuayffet no había respetado los pactos. Lo que más encendió a Madrazo fue que el empresario le reprochó que ya se parecía a Elba Esther (Gordillo) "que no podía controlar a su fracción". Molesto, Madrazo habló con Manlio Fabio Beltrones y le pidió corregir los caprichos de Chuayffet. Un asesor de Los Pinos, Alberto Cano Vélez, y dos subsecretarios de Hacienda, Alonso García Támez y Carlos Hurtado, se reunieron con Manlio para una nueva negociación.
Después cambiaría también esa negociación cuando ante otro capricho, ahora del PAN y del Gobierno foxista que abandonaron las negociaciones anoche, los diputados del PRI y el PRD se fueron juntos e hicieron reasignaciones al presupuesto por 90 mil millones de pesos que amarrarán las manos al presidente Fox. Pero al final el costo del capricho de Chuayffet era alto, sobre todo para él: regañado por Madrazo por su protagonismo; pulverizado su liderazgo; enfrentado con el Gobierno Federal al que no le gustó nada el caprichito y desgastado con los empresarios que lo acusan de irresponsable. ¿Durará mucho en el cargo el mexiquense?
NOTAS INDISCRETAS
El gran mensaje de Tlaxcala, aún con la guerra de cifras que ese estado vivía anoche, es la derrota de la primera dama, Maricarmen Ramírez. Aunque la perredista se negaba a reconocer que perdió y, voces nefastas como la de su influyente consiglieri personal, Emilio Zebadúa, le impedían enfrentar con dignidad el resultado adverso, lo único cierto que había ayer en el estado más pequeño del país era que los tlaxcaltecas dieron un rotundo "no" a la continuidad familiar en el poder y a la instauración de las dinastías en el poder político. Los ecos de ese mensaje llegaban anoche mismo a Los Pinos donde la señora Marta Sahagún siempre siguió con marcada atención el proceso de su amiga Maricarmen. Y debieron llegar también hasta un hotel de Puebla donde el gobernador Alfonso Sánchez Anaya seguía la elección atendiendo la recomendación de reposo total que le ordenaron los cardiólogos. La distancia no impedía que Sánchez Anaya supiera del desastre en que terminaba la aventura de su esposa.
Hasta donde se supo el gobernador era el primero en recomendar anoche que Maricarmen enfrentara con dignidad la derrota. Pero la senadora desoía a su esposo y se dejaba seducir por otras voces, las mismas que la llevaron a la derrota. Y, por supuesto, el mensaje también debe llegar a Nayarit y a otros lugares, donde la fiebre del "empoderamiento" de esposas de gobernantes debieran ver como acabó la tragedia familiar, casi griega, de Tlaxcala. Ya con Maricarmen derrotada, la guerra de encuestas se daba anoche entre el PRI y el PAN. El priísta Mariano González Zarur, cobijado por las hordas de senadores priistas que, encabezados por Enrique Jackson y Emilio Gamboa, vinieron a levantarle la mano, se mostraba anoche seguro del triunfo y decía que ganará con una diferencia de dos a tres puntos que en realidad representan unos diez mil votos. Mientras, el abanderado panista, Héctor Ortiz Ortiz, también se decía triunfador y según sus encuestas tenía siete puntos de ventaja. Uno y otro se peleaban y celebraban su triunfo en medio de una extraña lentitud de las cifras oficiales del Instituto Electoral de Tlaxcala. Los dados mandan Escalera.