Es importante diseñar una estrategia para mejorar la educación sexual de los hijos y las hijas desde los primeros años de vida.
Cuando un niño pregunta sobre sexualidad, muchos tiemblan, no saben que actitud tomar, así que se van por el camino fácil y dicen frases como "cuando seas grande lo vas a entender" o "no tienes edad para estar haciendo estas preguntas".
Otros son más rudos y esperan un "no quiero volver a escucharte referirte a esos temas" o "¿dónde escuchaste esas porquerías?".
Los menos se dan la oportunidad de reflexionar sobre su propia historia, pocos en realidad hacen una evaluación de lo que les sirvió de la educación impartida en casa o en la escuela, y casi nadie se detiene a diseñar una estrategia para mejorar la educación sexual de los hijos y las hijas.
Dejan a la escuela, a los maestros, incluso a los medios de comunicación una educación que se debe empezar en casa. ¿Cuáles son las cosas que me fueron útiles?, ¿cuáles no?, de todo eso ¿qué puedo emplear en ésta época?.
No todo lo aprendido sirve. Habrá que reconocer que algunas ideas han sido superadas, que la medicina ha avanzado en relación a algunas enfermedades, que hay otras nuevas; hay que reconocer que los tiempos han cambiado y que la forma de impartir conocimiento también.
Como padres y madres, como maestros tenemos que actualizarnos, tenemos la obligación de aprender constantemente. Hoy existe más bibliografía, nuevas alternativas de comunicación que nos ayudarán a establecer una buena educación sexual desde los primeros años de vida.
¿CUAL ES EL MEJOR MOMENTO?
No existe un momento específico ni mucho menos ideal para empezar a educar en sexualidad, la mejor oportunidad se da todos los días con lo que sucede a nuestro alrededor, pero sobre todo cuando los niños y las niñas preguntan o manifiestan interés por temas relacionados con la sexualidad.
Ellos esperan una respuesta honesta de quien se supone los cuida y los orienta. Se vale decir, en este momento no tengo una respuesta para tu pregunta, voy a investigar, pero lo que no se vale es ignorar lo que el niño o la niña preguntan ni mucho menos mentirles. Preguntar sobre sexualidad no los hace ni monstruosos ni pervertidos, ya que preguntar es un acto saludable para su aprendizaje.
En otras ocasiones nos hemos referido a los diferentes puntos que hay que tomar en cuenta para responderles a los niños (el lenguaje sencillo, la edad del menor, siempre corroborar qué es lo que el chico quiere saber, etcétera) pero ahora nos interesa detenernos un poco en lo que pasa por la cabeza de los adultos que tanto se sorprenden frente a las inquietudes infantiles.
¿Una vida mejor?
Muchos padres y madres de familia creen que quitando el tema de la sexualidad de sus conversaciones familiares tendrán una vida mejor, sin darse cuenta de que así la limitan. Respuestas que los niños y los jóvenes no encuentren en casa, las buscarán fuera de ella.
Hace unos días me preguntaba qué es una familia sana sexualmente, y buscando me encontré esta definición de Debra Haffner en su libro "De los pañales a la primera cita", editado por Alfaguara; ella dice: "Creo que las familias sexualmente sanas educan hijos, que a su vez se convierten en adultos sexualmente sanos. Esta clase de hijos aceptan su propio cuerpo; respetan a los demás miembros de la familia, a otros niños y otros adultos; comprenden el significado de la intimidad; toman decisiones conforme a su edad; se sienten libres de hacer preguntas sobre sexualidad a sus padres, y están preparados para los cambios de la pubertad. En una familia sexualmente sana, los padres consideran que la educación sexual de los hijos es tan importante como educarles en las responsabilidades familiares, la religión o la autoestima".
A los hombres y mujeres del futuro ya los estamos educando, ya estamos construyendo los cimientos de su vida, por ello es muy importante que consideremos a la educación sexual como un elemento indispensable de la educación integral de nuestros hijos e hijas.
