“Lo siniestro es aquello que
debiendo permanecer oculto,
se ha revelado”.
Schelling
¿De verdad somos una sociedad torcida, con hambre de piraña, que devora todo lo que brilla o sobresale? ¿Es acaso certera la expresión presidencial de que sólo el “canibalismo político” explica los ataques a “la señora Marta”? ¿Seremos acaso tan mezquinos que no podemos entender y agradecer las bondades con las que estamos siendo bendecidos? Algo de esquizofrenia toca a la discusión que ya lleva tres años. La distancia entre la versión oficial que reina en Los Pinos y la exterior, la de los medios en particular, es brutal, un verdadero e infranqueable abismo. No es una cuestión de matices. Lo que se dice no casa ni medianamente con lo que otros vemos. Alguien está falseando, es decir utilizando palabras que no tienen que ver con los hechos. Miremos el asunto de nuevo.
Una aclaración. En lo personal sólo he recibido atenciones y cordialidad de parte de la señora Fox. Sin embargo desde hace tres años he manifestado dudas y críticas sobre su quehacer. Sé que algunas de ellas han molestado. Su actitud amable no ha cambiado. Mis convicciones tampoco. No es un asunto personal. Vayamos a las ideas, las palabras y a los hechos. El argumento oficial quizá más reiterado se centra en señalar que hay malvados que no quieren dejarla actuar. Las fuerzas oscuras del pasado la traen en la mira. ¿Será? Malvados habrá siempre. Pero ellos no explican el revuelo. Además si la malicia se aplica dentro de la Ley es válida y se llama crítica. Desde fuera el asunto se mira muy diferente. No es una cuestión de malvados individuales, de ataques preñados de encono y locura. Las ingenuidades y torpezas ya tampoco convencen. Lo que estamos viviendo pareciera más bien una creciente reacción a una estrategia. Lo que eriza los cabellos de muchos es el carácter velado de la misma.
¿Puede alguien criticar las intenciones de Marta Sahagún por atender a los desvalidos? No. ¿Puede alguien negarle su derecho a querer prodigarse. No. ¿Se puede estar en contra de una organización filantrópica de ese cuño? No. Lo que subleva es que todas esas buenas tarjetas de presentación escuden una campaña política. ¿Cuál es su tradición personal en este tipo de actividades, las filantrópicas? De tratarse de un arranque súbito y nunca demasiado tardío, por qué no apoyarse en las instituciones existentes. Hoy la institución creada por el padre “Chinchanchoma” naufraga en parte por la escasez de los dineros atraídos hacia “Vamos México”. ¿Por qué no canalizar apoyo al hogar de La Gran Familia de “Mamá Rosa” en Zamora que atiende a cientos de niños y jóvenes menores infractores o simplemente abandonados. La lista de carencias es infinita, larga también es la lista de instituciones que trabajan en silencio, gran diferencia por cierto.
Algo que el sentido común no puede digerir es ese extraño encadenamiento de sucesos que han convertido la vida privada en escándalo. La boda justo el día de visita del Presidente Aznar. El beso con escenario papal. Las intimidades del libro que resultó alta traición. Admitir la violencia intrafamiliar es un asunto muy importante. Lucrar con ese tipo de emociones humanas es algo que prefiero no imaginar. William J. Clinton tiene antecedentes familiares de horror. Nunca en sus dos campañas lo utilizó para medrar. Será que los escándalos persiguen a la señora Marta o viceversa. Pero esa vocación de escándalo no le ha pagado nada mal. De entrada el nivel de reconocimiento de su nombre, primer paso en toda campaña, lo dicen los expertos, se ha disparado al cielo. Cada escándalo comienza por primeras planas y coberturas en horario triple AAA con los cuáles ni remotamente sueñan sus posibles adversarios. Al final de cuentas la imagen de víctima se impone o por lo menos deja la duda. Pero el gol mediático ya entró.
Ese fructífero caminito le ha conseguido, sin responsabilidad oficial, ser un poco más conocida que AMLO y tener opiniones favorables en un nivel muy alto. Creel, Barrio, Calderón y otros se desdibujan mientras ella asciende a golpe de escándalo. Madrazo ya se frota las manos y AMLO ve crecer una espuma que todo lo confunde. Además, como dicen lo profesionales, la señora está “vacunada” contra todo. Llaman vacuna al acto de apropiarse de las críticas: si, soy alcohólico y es mi mérito, es el ejemplo tradicional. Súmese a ello un ingrediente sistemático de discurso de género, con alusiones permanentes a Dios y de defensa de los desvalidos y el cóctel es una bombita.
Fuera máscaras. Los datos indicarían que la señora Fox y su equipo están siguiendo una estrategia muy avezada y profesional. Ni malos entendidos ni malvados que andan sueltos: las feroces críticas que he levantado en el trayecto pudieran ser, en buena medida, provocadas. La ambición humana siempre nos dará sorpresas. Ahora bien, hay un pequeño problema. La estrategia sólo opera si se es cónyuge del titular del Ejecutivo y en ese caso es indebida. La movilización, las luces o reflectores, la visibilidad provienen de la mancuerna. En ese juego Fox es su esposo, su pareja oficial y en esto su cómplice. Esa mancuerna rompe la equidad entre los contendientes, distorsiona todo el equilibrio que la institución presidencial debe guardar en el proceso, altera las reglas del juego. La charola de Salinas para recabar fondos para el PRI no está tan lejana de la presión de la señora Marta para conseguir dineros. Gastar sólo el 38 por ciento del ingreso en verdadera atención merece que se explique en que se va el otro 62 por ciento. Ese asunto y la falta de congruencia en los números son la materia del Financial Times. Evidente precampaña dicen los malvados que siempre aparecen —me incluyo. Si la señora Fox quiere ser candidata, del PAN supongo, sería conveniente que se deslindara de los apoyos indirectos y directos que le da su posición bien usufructuada como esposa del Presidente de México. Porque, qué tal que en una de esas gana y entonces le van —vamos— a reclamar lo mismo que se le reclamó a Zedillo, que la contienda no fue justa. Sería regresar más de una década atrás y esa no sería una buena herencia del Gobierno del cambio. Por último y para dejarnos de medias verdades o falsedades, que la señora Marta de una vez por todas admita su ambición presidencial como lo han hecho Castañeda o Núñez Soto o Enrique Martínez y varios más y le entre a la guerra en serio. Viva el juego democrático abierto. Pero, por favor, dejen de manosear a los desvalidos, a la filantropía, al amor, a la palabra misma porque eso sí es siniestro.