EL PAÍS / AGENCIAS
PUERTO PRÍNCIPE, HAITÍ.- El empeoramiento de la crisis, con un Gobierno y una oposición que se odian y se acompañan de rufianes, es paralelo a la diaria salida de residentes extranjeros, un total de 30 mil, de los que 20 mil son norteamericanos o haitianos de doble nacionalidad. El toque a rebato ayer, después de que una emisora anunciara la inminente entrada en la capital de la soldadesca de Guy Phillipe, pudo haber sido organizado desde el Gobierno para apremiar el despacho de una fuerza multinacional de contención, la esperada baza para mantener la presidencia de Aristide. “Iremos directos al Palacio Nacional, donde le detendremos”, asustó ayer el ex comisario de policía al mando de las fuerzas rebeldes en llamada a Radio Visión 2000 desde Cabo Haitiano. “Todo concluirá pronto”.
La evolución de los acontecimientos es incierta y no permite conclusiones claras. Los sublevados controlan buena parte del país, pero la policía gubernamental y los Chimé conservan el sur, la capital y San Marcos, a dos horas de camino, en la ruta hacia Puerto Príncipe desde la ocupada Gonaives.
El ex cura de la liberación recibió otra mala noticia: el capo Beaudoin Ketant, de 40 años, le implicó en el comercio de 33 toneladas de cocaína. “Aristide controlaba el mundo de la droga en Haití”, afirmó antes de ser condenado en Miami a 27 años de cárcel. “Pura basura”, reaccionó un abogado del Gobierno haitiano. “Todo el mundo sabe aquí que Aristide cobraba de Ketant, que fue su amigo”, señala un periodista que investigó las supuestas complicidades del gobernante con el delito.
Instado a ello por Estados Unidos, Aristide había expulsado del país al millonario delincuente el pasado año después de que Ketant y sus guardaespaldas irrumpieran a golpes, en busca de un hermano del capo secuestrado, en una escuela de Puerto Príncipe a la que asistían un hijo de Ketant e hijos de varios diplomáticos norteamericanos.
Un convoy con cien empleados de Naciones Unidas, varios ciudadanos alemanes, británicos e italianos, cuatro españoles y tres niñas haitianas adoptadas por familias españolas, fueron evacuados ayer de Haití, hacia cuya capital se dirigen las fuerzas insurrectas, según el último parte de la guerra psicológica abierta por el “comandante” Guy Phillipe.
La situación en Puerto Príncipe era ayer de relativa calma, contrariamente a las barricadas y clima de asedio. El presidente, Jean Bertrand Aristide, que pide una fuerza multinacional, encajó ayer un nuevo golpe: controla el 85 por ciento del tráfico de cocaína por su país, de acuerdo con la oportuna declaración del narcotraficante haitiano Beaudoin Ketant ante un tribunal de Miami.
La nueva comitiva de evacuados partió a las 10:30 de la mañana (hora local) hacia el aeropuerto internacional de Puerto Príncipe, cuyos accesos habían sido cortados un día antes por los Chimé oficialistas, que saquearon algunos algunas oficinas y comercios. Ocho agentes del cuerpo de protección de embajadas del Departamento de Estado norteamericano, armados con metralletas cortas y pistolas y una dotación de la policía gubernamental haitiana escoltaron al grupo hasta la terminal aérea sin mayores contratiempos. Sólo en una ocasión, el convoy de autobuses y todoterrenos se detuvo para apartar una barricada. Progresivamente, salieron mexicanos, japoneses, canadienses, franceses o dominicanos.
El avión comercial fletado por España llegó a República Dominicana con cuatro españoles a bordo: la catalana Rosa Parés, cooperante casada con un haitiano, Esteban Manzanares, un madrileño afincado en Londres que rodaba en Haití desde diciembre un documental sobre la música y la política, la periodista asturiana Nani Arenas y su marido, Javier Ares, los dos residentes en La Coruña. Las tres niñas adoptadas, de dos años, 18 y 16 meses, eran las únicas con la documentación resuelta.
Peinadas con rosetas antillanas, agobiadas por la marabunta del éxodo, fueron trasladadas hasta la sede del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), punto de encuentro, por los responsables de dos orfanatos. Una treintena de familias españolas quiere adoptar niños haitianos, pero sólo fue posible la entrega de las tres niñas con los trámites cumplidos, un proceso que dura entre seis meses y un año, según fuentes diplomáticas.
La colonia española en Haití está integrada por 80 personas, de las que 14 ya abandonaron el país con carácter temporal. Rosa Parés era la única residente, desde hace nueve años, en el pasaje de ayer. La estancia de los otros tres evacuados era circunstancial.
En noches anteriores a la partida, otros residentes españoles se habían apuntado en la lista redactada por la embajada, pero a la mañana siguiente, superado el desánimo, se arrepintieron. Luis Felipe G. Mando, agente de proyectos españoles en Haití, no parece habérselo planteado: “Sólo salió mi esposa haitiana y dos hijos”.