Sólo un experto puede saber a ciencia cierta quién tiene la razón en la disputa por el presupuesto entre el presidente y los diputados. Para la opinión pública es imposible saber si es mejor para los mexicanos quitarle 500 millones de pesos a Educación y dárselos a Seguridad o viceversa.
Resulta imposible saber quién está en lo correcto en asuntos de números, pero lo que está claro es que en materia política ambos, Gobierno y diputados, se han equivocado en detrimento de los intereses del pueblo al que dicen servir.
Empecemos por el Gobierno. La irritación de Fox y la manera de dirigirse al país para quejarse, reflejan una concepción de fondo que es errónea. En su fuero interno Fox cree que él está investido de legitimidad porque fue elegido por el voto popular, mientras que los diputados, de alguna manera, están allí por politiquerías. Se resiste a aceptar que él gobierna en Los Pinos por las mismas razones que la oposición gobierna en las Cámaras: por el voto popular. Un poder es tan legítimo como el otro. En realidad, el PRI y el PRD tienen la mayoría del Congreso porque el voto así lo quiso, a sabiendas de que es la Cámara la que promulga las leyes, aprueba los proyectos de Gobierno y define el presupuesto. Justamente, se supone que los 500 diputados son la representación de cada región del país, de cada sector social y su papel es defender los intereses del pueblo frente al Gobierno. Por lo mismo, en materia presupuestal la tarea del Gobierno es convencer a los diputados de que la propuesta del Presidente es la mejor manera de gastar el dinero. En primera instancia Fox debería indignarse contra su equipo por haber fallado en esta tarea.
Desde luego, tienen razón los que argumentan la falta de oficio político del equipo de Fox para construir puentes y negociar para sacar adelante sus proyectos a cambio de conceder espacios a la oposición. Es cierto, el Gobierno ha carecido de un interlocutor de peso ante el Poder Legislativo. Pero esta incapacidad para negociar está alimentada por un problema de fondo aún mayor: el desprecio hacia los diputados.
Hace apenas unas semanas el Congreso hizo un extrañamiento a Fox por designar a Luis Ramírez Corzo como nuevo director de Pemex pese a que había denuncias por licitación de contratos supuestamente incorrectos. Independientemente de que sean ciertas o no tales acusaciones, la actitud de Fox frente a la molestia de los congresistas fue increíble: simplemente descalificó burlonamente los cuestionamientos y se los pasó por el arco del triunfo. Recuerdo haber pensado ¿En qué país vive este presidente? ¿No sabe que dentro de unas semanas esos mismos señores de los que se burla le calificarán el presupuesto?
Al término de su gestión, Bill Clinton dijo que lo único que no iba a extrañar eran las 150 o más llamadas personales que tenía que hacer a los diputados en tres días cada que el Congreso iba a votar un proyecto de la Casa Blanca.
Así pues, no sólo es falta de oficio político. Es un problema de concepción. El panista de nuevo cuño cree que todo lo que se hizo antes de él es corrupto; que la oposición es despreciable porque es pérfida y de intenciones aviesas. Desde el arranque de su Gobierno Fox asumió que el PAN y el PRD no eran una oposición “de fiar” y que iban a estar en su contra de cualquier manera. Creyó que si contaba con altos índices de popularidad podría pasar por encima de ellos. Fue por eso que el Gobierno de Fox ha carecido de una verdadera estrategia frente al Poder Legislativo, dominado por la oposición. Es por ello que la secretaría de Gobernación se concibe como un aparato que asegura la normalidad jurídica, a cargo de Santiago Creel un abogado de manuales y de escritorio y no como lo que debe ser, un aglutinador de las fuerzas políticas del país para sacar adelante las consensos que requiere todo Gobierno (alguien debería decirle a Creel que es más importante buscar el apoyo de las fuerzas políticas que dedicarse a fustigar a López Obrador o a promover los símbolos patrios). Es por eso que el PAN designa a Francisco Barrio como coordinador de su fracción en la Cámara, un personaje repudiado por los priistas justamente porque había sido el encargado en la Secodam de perseguir a funcionarios del Gobierno anterior. Parecerían errores de Perogrullo. Pero se trata más bien, de un asunto de soberbia moral. “Excepto nosotros, los demás son corruptos”.
El principio de toda democracia es el respeto hacia la diversidad. Desde luego, cada partido cree que sus rivales están equivocados, pero eso no los hace despreciables, máxime si asumimos que hay una porción importante de la población que vota por ellos. Es este desprecio hacia la oposición lo que está detrás de la incapacidad para obtener un presupuesto negociado y sobre todo, lo que desencadena una reacción tan visceral del presidente. Todo lo cual no impide que el Gobierno tenga razón en algunos aspectos del presupuesto o que la oposición haya cometido errores igualmente severos; será el tema de la próxima semana.
(jzepeda52@aol.com)